miércoles, 27 de diciembre de 2006

Teatro total de Gropius

Bien; trabajos relacionados con el movimiento
de la obra representada. A fin de aumentar
la ilusión de la representación escénica
el medio maquinal-mecánico para la transformación
del tablado se complementa mediante
la proyección luminosa. He puesto atención
en lo referente a las instalaciones modernas
de proyección y aparatos para films;

entreví en la proyección luminosa el medio
más sencillo y práctico de la mise en scène.
En el centro del escenario, oscuro, es posible
una perfecta ilusión con la luz y con otros medios
de cuadros luminosos, mediante imágenes fijas
o imágenes en movimiento. Todo ello se ahorra.
En elteatro total no sólo está previsto, la posibilidad
de realizar la proyección cinematográfica
en el horizonte circular, mediante un sistema
de aparatos proyectores movibles, sino que logro
colocar también bajo el film toda la sala de los espectadores,

Paredes y techo, patente alemana d. r. p. a.

Entre las doce columnas que sostienen la sala
se extienden con tal fin mamparas de proyección.
En superficies transparentes se enfoca, por medio
de doce aparatos, desde atrás, la película, de modo
que la totalidad de los espectadores se encuentre,
por ejemplo, en medio de un mar undoso, o vea,
desde todas partes, grandes multitudes avanzar hacia él.

Es posible hacer proyecciones con un segundo
conjunto de aparatos instalados en una torre,
que se alza en el interior de la sala, y que desde
el interior arrojan sus rayos sobre las mismas pantallas.
Allí también está colocado el aparato productor de nubes
y con él es posible proyectar, desde su punto céntrico
hacia el techo de la sala, nubes, cuadros estelares
o imágenes luminosas abstractas. Vemos que en lugar
del sistema de proyección empleado hasta ahora
con simple pantalla, llegamos al espacio proyector.

El espacio real de los espectadores, neutralizado mediante
emisiones luminosas, se convertirá, en espacio de ilusión,
situado en el mismo centro de los acontecimientos escénicos.

La finalidad de este teatro consiste en que todo sea medio
y fin para conseguir que el espectador se transporte
al movimiento escénico, y entre por completo
en el ambiente de las tablas. Por lo demás, un teatro
tiene la misión de hacer del mecanismo escénico
algo impersonal, manual, como para que en ningún momento
pueda descubrirse las huellas del director artístico.

En suma, con la gran máquina del espacio, el director
de la obra puede dar forma a su labor personal, de acuerdo
con sus fuerzas. Así, el pequeño semicírculo de lunetas
puede ser descendido, independizarse de las demás hileras
de asientos, sea o no utilizado en un proscenio.

Llegar hasta la arena circular, escalones abajo,
valiéndose del camino que conduce al disco
desde la escena alta, mediante una plataforma
y escaleras. Es posible realizarlo sobre la arena,
trabajos relacionados con el movimiento,
de la obra que siempre quisimos representar.

Tres poemas y ninguno

Y SI ESTO FUESE SÓLO POESÍA?


"Eu acho que o envolvimento político

e na militância, no ativismo, me ajudou muito

a conceitualizar o objeto de estudo das minhas

pesquisas, as questões que eu queria investigar;

e sinto, ou gostaria de pensar, que o que eu tenho

produzido como pesquisador é mais significante

por causa desse processo de ser informado

por uma prática cotidiana na militância.


Às vezes eu acho que dificulta, sim, um certo tipo

de aprimoramento acadêmico; que se você pegasse

todo aquele tempo que está gastando na prática,

toda aquela energia e colocasse exclusivamente

em raciocínio, análises, interpretações, certamente

a sua produção seria bem maior, e talvez a sofisticação

das suas idéias também. Não sei se a importância

que o seu trabalho teria para o mundo seria maior."

*

CRÓNICA DE UN ECLIPSE, 1973


"Los científicos exploraron

los secretos del sol y los tribeños

creyeron que los astrónomos les habían

robado el Astro Rey durante el eclipse solar.

Los gallos cantaron al segundo amanecer del día

y los sorprendidos pájaros levantaron vuelo

desde las orillas del lago de verdes aguas rumbo

a sus nidos, sin comprender por qué la noche

había llegado tan pronto. Millones de flores

cerraron sus pétalos durante la breve noche

del eclipse y los volvieron a abrir

al casi inmediato amanecer".


*

CONVERSA PRE-HOLOCAUSTO


Wittgenstein: — Vou à Noruega.

B. Russel: — Lhe previno que lá os dias são muito escuros.

Wittgenstein: — Odeio a luz.

B. Russel: — Vai se sentir tão só!...

Wittgenstein: — Quando falo com seres inteligentes me prostituo.

B. Russel: — Estás ficando louco.

Wittgenstein: — Que Deus me livre da gordura!...

B. Russel: — Isso é o que Deus vai fazer.

Wittgenstein: — E você, o que faz?

B. Russel: — Uma Organização Mundial para a Paz e a Liberdade.

Wittgenstein: — Que divertido!...

B.Russel: — Suponho que prefira que eu fundasse uma Organização Mundial

para a Guerra e a Escravidão.

Wittgenstein: — Sem dúvida

martes, 26 de diciembre de 2006

Sketchbook of Walter Gropius

Vuelto casi nómada, traje conmigo una pérdida
de las formas. La riqueza de trajes fue sustituida.
Hay un mundo y una homogeneidad que muestra,
según el temperamento, una uniformidad, indiscutible.

La semejanza de los procesos y el perfeccionamiento
del tráfico comercial, van borrando las diferencias.

En cada uno de los sectores de producción
las antiguas trabas limitan la movilidad,
y las nociones desaparecen.

Las exigencias que nuestro tiempo plantea
a la forma, van más allá de lo regional. Hay
un denominador común que fija la forma del mundo
aparente. Este criterio traspasa las fronteras
de los órdenes anteriores. Y los círculos
quedan encerrados dentro de otro, más amplio.

Nuestras casas y las ciudades irán siendo
cada vez más semejantes, y no por eso
el mundo será aún más monótono.

PLANIMÉTRICO (4) Desbaratando a Reynaldo

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1) Zahorí. Entre las diferentes alcances que propone esta palabra (adivino, rabdomante, augur, vidente) a Reynaldo Jiménez tal vez le cabría la de “explorador”.

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Poesía exploratoria, múltiple, en cuanto a los trazos que inscribe y profundiza, como si tocase en maniobras desconocidas el corazón bifronte de la lengua en estado de perplejidad.

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La poesía de Jiménez atraviesa “(cruza y recorre) el puente del aparente espejo”, como cifrara en Reflexión Esponja, su texto-mirada, ensayo lírico que desmaleza las pautas seguras de percepción de la lírica.

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Ángulo, y desplome diagonal de aquello que se refleja y no inquiere cosa alguna con doble simetría.

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Por eso, el núcleo de la palabra es removida, a la vez que desconsuela su estado cero y se reinstala en los bajo relieve de un montaje totémico, donde el lenguaje recupera sin filtros la extrañeza de las verdaderas combinaciones.

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Así, será escritura anti-arqueológica (es decir, que busca una verdad que no está en la lectura de las sobras, sino en la construcción de un cavado), y con ella la poesía de Jiménez se aleja de cierta pretendida verdad ancestral y la disemina en su propio trabajo de campo, con el fin de montar un silabario, y buscar en él un sentido que recupere el valor del asombro.

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Lector maravillado que supera la estupefacción y varía su energía con relación a la función plástica de la lengua.

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En ese aspecto la escritura sí es exploratoria, pero se trata de la expedición de un ciego que recala en las marcas de un rostro que será elidido –aunque vuelto a renombrar- como si nunca se lo hubiese intentado poner en pie.

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Desde ese aspecto, aquello que deviene palimpsesto se impone sin ataduras, contrario al mecanismo de la memoria, es decir a lo lógico-histórico, y moviendo bajo absoluto control el desafío de verse modificado por la tentación del olvido.

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El doble movimiento de la poesía: por un lado desactiva cualquier tentativa de narración, pero por otro irá fijando libro a libro –sobre todo después de Las miniaturas, y hasta Musgo y Sangrado inclusive- incisiones, corpúsculos en expansión librados a sus zonas, como espacios de imposición en una superficie en permanente serpenteo por el desierto de la lengua.

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Grafía para acechar su rastro en la arena, descifrarla, jamás glosar.

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2) Supérsite. La atmósfera del poema es encarnada en un “chorro de lumbre”: esquirlas y manchones de un ornato que inminente se disuelven y regresan a la penumbra del claroscuro.

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Escritura leonardesca, entonces, atrapada por una fascinación que se contrae y dispone su frecuencia en una intoxicación de sonidos.

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Supérsite que es cosa perenne, sobreviviente del alfabeto-Jiménez que refugia una sintaxis del diccionario personal.

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Escritura en códice, como reflejo artesanal y artesonado, y pulsión que no reprime el filete ya traspasado en la página para ofrecerse como partitura.

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En esa tensión existente entre “la hoguera amante” que se alimenta de “lo lunar” y esa levedad que atormenta la contemplación (porque ya es poema y pensamiento unidos), se resuelve la poesía de Jiménez, en un fundido lento cortando la raíz explicativa del suceso y volviéndola un decir cinematográfico, metonímico.

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Esa discontinuidad –flexible y ajustable a una forma ya multiplicada- logra conformar un paisaje que alimenta aunque no sacia, a pesar de ser la pastura afín del poeta y el motor del deseo por desplazarse siempre hacia delante.

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3) Giróvago. Lo ambulatorio siempre es inestable; el lenguaje se vuelve común, y replica en el término “anguila”.

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Textos serpentiformes. Estimología secreta de la anguila que nos lleva a su símil morena, y de allí a murena, es decir, a una de las referencias revisitadas, por ende secretas, de la literatura argentina: Héctor Murena.

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Puntos que se tocan desde el lodo electrificado de la conciencia, en oscilante balbuceo de un simulacro lisérgico.

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Los poemas de Jiménez no adulteran la conciencia creadora, pero tampoco confían a rajatabla en la actitud transmisora per sé de los sentidos.

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Lo sensorial se vuelve onda expansiva de un hipotético diapasón, y en la medida que persevera en la convulsión del tono también irá concluyendo, hasta que de nuevo golpee y se abandone a la vibración.

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A este procedimiento Reynaldo Jiménez parece llamarlo inflexión, o estilo, tal vez. Por eso su escritura es un “haberse salido no saberlo”, tal como se formula en uno de los textos que conforma la edición mexicana de Musgo.

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Un estilo que se afirma en la creencia de la salida hacia afuera, pero que además conlleva la certeza del desconocimiento.

Por eso su poesía es “ambulante”, o mejor dicho, portátil, de acuerdo a la tensión entre la competencia de la dirección de sus versos y el conveniente descontrol en que suceden.

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También existe una constante en su poética, que siempre nos acerca a lo inasible, lo incorpóreo, lo fugaz, pero anclando en un presente continuo que liga las acciones a lo mínimo, y lo mínimo a lo lumínico.

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Lo mínimo no como “minimal”, sino como unidad nucleica, genética, de su poesía, que arrastra un remanente verbal (“sarro”, diría) que se atomiza a la medida del territorio posible de sus versos.

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La escritura asciende y ralentiza la subida hacia la transparencia, y a la vez exhibe cadenas de sentido que va congelando el discurso, y desmiente cada siguiente sucesión.

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El término podría ser decurso, ya no como transcurrir sino como lapso.

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Poética lapsaria, donde el suceso es el hiato en la rendija. Y por ese mismo invisible pasadizo acontece tanto el sigilo como la imantación de ese sigilo.

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Lo que se retiene se inscribe como sedimento, y a la vez se reparte, acaece en la propagación sonora de un aliento reversible.

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4) Retinal. El ojo de Reynaldo es infrarrojo. La mirada como membrana localizándolo todo, donde lo múltiple ocurre en panóptico, siempre intervenida.

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Abertura en la cual bucea, detecta e inscribe nictálope, prescindiendo de las impresiones iniciales.

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Al examinar el acontecimiento la vista de poeta será por fin imperfecta (presbicia), porque no representa aquello que percibe, ni lo reproduce para tocarlo (efecto “cueva de Altamira”).

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El ojo no señala adónde hay que mirar, “porque atiende vívidamente lo que está viendo”.

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La mirada del autor será sentido presente en tanto y en cuanto se lo intenta. “Catapulta sin origen”: nueva vuelta por Reflexión Esponja.

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Será entonces la traza del Parmigianino y su espejo convexo, aunque el de Jiménez es cóncavo, hundido, implosivo, por lo tanto distorsionado.

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Esa alteración en las profundidades tiene su tamiz: la erótica del poeta trasegada por la zaranda o red de imanación de residuos sensoriales.

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El efecto óptico de los textos de Jiménez sería comparable a aquella frase de Elie Faure cuando cita a Watteau, y que rescata Deleuze en el prologo a Répétition et différence, y que afirma que el ojo del pintor “coloca lo más pasajero donde la mirada promedio encuentra lo más durable”. Algo de ese funcionamiento sensible es transferible al manejo que Reynaldo Jiménez produce con sus poemas.

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Lo circunstancial, incidental también, que despliega cierta mecánica infrarroja como una serie de internegativos fotográficos.

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Refracción de la efigie que no brilla porque sí; poesía de levísimos velos, siendo como es el pretexto conveniente de la variación. Prismáticos colocados hacia lo menos visible.

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Alternancia en el corrimiento que importa un rápido desalojo de la página por volumen.

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La retina simplifica los pasos del artificio y permite la rúbrica de un personalísimo epitelio, que también es escritura y adherencia.

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5) Cinegraf. La poesía como un salón de exhibición. Más microscópico aún: la acentuación al cuadrado de un proyector de diapositivas, confluencia instantánea de ciertos cristales bajo la intervención de la luz, al estilo prisma irisado.

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De ahí lo funambulesco en Jiménez, como apuntara Néstor Perlongher sobre su poesía en alguna ocasión. Ilusionismo que se muestra tal cual es; apariencia del anzuelo que siempre es aproximación hacia la presa (la entrada de la “anguila”, otra vez).

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La mirada nació para ser espectadora, dejarse atrapar, abandonarse a las imágenes.

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6) Eclipse. Movimiento de sombras asistiendo a una catarata de semillas, que son las palabras.

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La producción de sentido va de la mano con lo aprendido y lo perdido, bajo la gestualidad –apóstrofo- de un teatro de mímicas donde todo puede suceder.

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Así, la poesía será puro ademán de ejecutante, circunscrito a un panorama asimétrico.

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Escritura de los contornos. Margen que es el extremo del decir, e inclusión de la realidad cuando logra modificarla y desbaratar la operación del alfabeto.

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7) Reflujo. Asegura Guennadi Aigui que la poesía no tiene flujo ni reflujo. Dice que ella es, que habita.

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La escritura poética sería en este caso una propagación de su propia molécula ontológica, una constitución autónoma que garantice al trazo una plenitud humana y social, una profundidad que valdría discutir sólo en el plano de la expresividad.

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Sabemos sin embargo que si la expresividad no es eficaz, la “poesía” cae por sí misma, es decir, no será poesía.

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¿La escritura ligada a la eficacia, entonces?

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La poesía jamás estará estructurada en base a fundamentos pragmáticos, básicamente porque la poesía es un cuerpo más bien prismático.

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Cuando se habla de “eficacia”, estamos refiriéndonos a eficacia con relación a la poesía. En la obra de Reynaldo Jiménez la eficacia no es un valor absoluto, aunque se trata de un categoría a tomar en cuenta a la hora de volvernos arqueólogos de sus versos.

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El “valor absoluto” es aquello que no puede ser reemplazado por una valencia equivalente, salvo que se recurra a la hermenéutica. Una simetría con condiciones.

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Lo absoluto atrae a la glosa, porque sus decisión es retomar una narración interrumpida. La lírica ha trabajado contra este punto, y muchas veces fue derrotada, de acuerdo a quienes se impongan de puño y letra en diferentes etapas de la evolución del género.

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La ausencia de eficacia y la propensión a la decodificación mediante el estilo de los materiales verbales, le arrancaron a la poesía su fundamento huidizo, y se la presentó, la mayoría de las veces, como la construcción de un escritor –devenido lector- en voz alta.

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A Jiménez no le sucede nada de esto. Primero, porque sus reflujos permiten una escritura que está en permanente retirada de las aguas, es decir, no intenta reunirse en lo informe sino que se particulariza.

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Lo gregario, sí, es la sustancia con que están construidos sus poemas, que luego se expandirán, traicionarán lo general para afiliarse al microscopio, donde lo mínimo, por expansión o blow-up, se amplía, pero ya mediado por la lente original del poeta.

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Textos en bajamar, en ese Estado Real de Suspensión que evocara, y que convierte a la escritura en tierra ganada al mar de las totalidades (pólders) y la eficacia en una instancia sólo perceptible por quien lee una secuencia en voz baja.

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En esa primera voz, la que aclara y dialoga con el propio creador, aparece el ritmo interno, la respiración que desde un primer momento se le pretende imprimir a la página.

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Por eso los poemas de Reynaldo son afines a la suspensión instantánea de un sentido definitivo, reordenando las primeras sensaciones y ocupando las zonas ausentes dejada por la exégesis.

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No siempre quien lee en voz alta interpreta casi hasta la coincidencia el sustrato de un texto. En definitiva se tratará de una interpretación con ayuda de la voz. Todo poeta que se precie lucha por desprenderse de la interpretación y se vuelca a la aproximación del tono.

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Todo lo realizará en voz baja, casi en murmullo –un semitono-, igual que si se pasara un secreto al rojo vivo, sobre un oído confiable.

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8) En Colonna. El ojo no siempre penetra la realidad cuando apunta su objeto de deseo. Y bien: nada.

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Que se desliza sobre ella, porque lo concreto prefiere presentarse con su ionósfera intacta.

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El poeta no inocula cosa alguna con la percepción, cuya prolongación es un viaje mezquino: de la mente y los sentidos al ojo, que traduce, no hay un solo paso, existen varios y tantos como sensaciones se integren a la apertura de una visión.

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La escritura es ese surfear sobre las cosas, las palabras se enciman sobre aquello que ya está nombrado y opera por desconocimiento, por negación del tacto.

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En Jiménez se produce la traducción de la percepción por fuerza mayor, ya que sus textos se mueven como si recién se incorporaran al mundo del idiolecto.

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Las palabras son los ábacos con los que el poeta logra sistematizar una lógica, un estatuto invisible de futuros poemas. No se trata del ver para creer, sino del “mira, y no se toca”.

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Los poemas de Reynaldo Jiménez ofrecen una resistencia previa debido a su carácter de intraducibles. Por eso se hace fácil volver a ellos.

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Es inherente al hombre interesarse por el mecanismo del enigma y, de ser posible, descifrarlos mediante la lectura. Sin embargo, es sabido, los enigmas no constituyen adivinanzas, sino indicios de una verdad que se revela como tal, siendo relativa.

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Si las incógnitas conducen a la develación y por ende a la interpretación, los enigmas nunca abandonan su materia huidiza.

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¿La escritura como fin del enigma? ¿Para detener el desplazamiento sin objeto del hombre y asentarlo como pensamiento?

PLANIMÉTRICO (3) Sobre “La curva del eco” (1998) *

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Insertar la palabra, desmentirla hasta el tuétano es la mecánica, la política de Reynaldo Jiménez en este libro apenas azul publicado por tsé-tsé, texto cuyo propósito pareciera ser el de desmalezar el núcleo de la palabra en funcionamiento.

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Decir “propósito” tal vez no sea adecuado, ya que nada estaría inscripto de antemano. “La curva del eco” muestra un desdecir de la frase devenida verso y vuelta frase, en un doble movimiento de regreso-salida-regreso al punto de partida.

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Lo que gobierna a este texto es el sentido del fade, es decir, una manera sigilosa de retirar el sonido y despojarlo de atributos, hasta hacerlo pura circunspección.

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Y también regresarlo, hacerlo evolucionar: de la nada completa, discoidal, al ruido posible, al entramado fijo y deslizante, con el respaldo de palabras que arman un arco voltaico fantasma, que reverbera.

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La escritura se dirige así hacia el silencio, del que se sale en oleadas de interferencias, irrupciones, bordeando con mucho el perímetro del poema.

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La índole del eco supone la eventualidad de poner en escena ese fade que lo instituye.

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Se trata de propagar una frase o un grito sobre el desplazamiento de la masa de aire, hacia ese vacío de aire con cierto sentido de finitud, aunque también de renuevo, en los distintos planos de repitencia que sobrevive a toda resonancia.

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En uno de sus poemas, “Bazar en el retablo”, dice: “un segundo después se achica el tiempo/ me empino hasta su borde para escucharlo/ y me rasca de su abollado fondo/ de continuo perderse y de estar cierto”.

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Esa resonancia antimimética de los poemas de Jiménez sucede entre los remanentes de un mismo pliegue infinito, donde la búsqueda del centro de atención del poema se desintegra a medida que avanza, revira, transcurre hacia adelante.

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Reynaldo Jiménez no trabaja montado en la mecánica de la dispersión. Por lo contrario, en “La curva del eco” interesan el sustento informe que los amplifica. En ese sentido, el constructivismo verbal de esos textos se vuelve horizontal, se desentiende de cualquier énfasis meramente poético, y atrofia cualquier impacto de cristalización.
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Cambio de centro y confianza en la superposición que no conduce a una irrelevante polisemia, porque no hay tal cosa.

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Las imágenes cargan sentido por sí mismo, no reproducen otra cosa que la forma que las contienen. Es un arco de sal movido por Lezama, pero en fotograma.

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No estamos frente a un poeta de la proliferación (aunque a simple lectura eso pareciera), sino de la dilación.

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Jiménez intenta retrasar la salida de las palabras con el objeto de evaluarlas a medida que suceden, y establecer con ello un ritmo por orden de aparición.

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La sensación de suspensión de la lengua, como si el texto y sus voces acordaran un pacto temporal, en ralenti.

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“La curva del eco”, entonces, afianza cierto camino de ascensión de la poética de Jiménez, aunque se trata de una elevación hacia los márgenes, como la superficie de un estanque aún no conmovido por cualquier otra presencia que no fuese un litigio templado.

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Los textos de Jiménez muestran cómo se puede inscribir una escritura por fuera de los acontecimientos que la menguan, haciendo oídos sordos a cualquier aspiración normativa de la lengua.

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Por eso, el autor de “La curva…” se incluye en una familia poética alejada del sentido de frontera que tanto disgusta a nuestro autor.

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Así, con todo ello, instala una heráldica, o mejor, “un código de segundo grado”, como dice Nicolás Rosa.

* En base a una reseña publicada en Vox Virtual Nº 1, 2000, con el título “Lento Fundido”.

PLANIMÉTRICO (2) Algunos libros de Reynaldo Jiménez

ELÉCTRICO Y DESPOJO (1984)

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La primera palabra, siempre en minúscula, nos lleva a la mediación. La escritura de incandescente libro le debe a ella su carácter definitivamente conductor.

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Toda la obra de este peruano afincado en Argentina no escapa a esos estímulos: lo dieléctrico punzante hasta expresarse en una puesta en escena en zigzag (así son estos textos), que provoca un impacto galvánico en quien los lea.

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Un río sin nombre calla aquellos rostros que desgarra y esparce. Es un doble movimiento de estrago y restitución que condiciona por entero el segundo poemario de Reynaldo Jiménez. Barthes decía que la palabra es irreversible porque no se puede corregir, sin que se esté anunciando con premeditación ese procedimiento. Colige el francés que tachar es añadir, entonces, cuestión que podríamos agregarla al tratamiento de la palabra por parte de Jiménez.
No se trata de una estética del reemplazo, sino de la borradura, que también agrega, como se sabe.

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Los libros de RJ, y especialmente éste (“Eléctrico y despojo”), dan la impresión de haberse evaporado ante el concebible retoque de su sistema primigenio de escritura, para dejar libradas esas zonas ausentes, en lo gráfico y expresivo, destinadas a un lector muy privado, que sólo el autor conoce.

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Esta dificultad primera y última embarca a éste y a los demás textos de Jiménez, en una especie de profunda atención sobre los mecanismos discursivos de la poesía.

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El autor en cuestión es un poeta de la mirada pero también de lo auditivo, y en función de ese doble religamiento, es que la palabra promueve un todo exponencial preparado para detergerse. La poesía entonces, como higiene de lo radiactivo, lo catódico existente en las energía preliminares de las imágenes que irá a utilizar.

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“Eléctrico y despojo” no es sólo un poemario entre tantos: es el peldaño primero para afianzar una escritura que se incluye, integra sus leyes dentro de una tradición llamémosla “familiar” (tal vez Javier Sologuren, pero también invitemos a Luis Hernández o al Javier Heraud más concentrado, más lúdico en la disposición de sus textos), y resuelve su construcción haciendo colisionar distintas vertientes líricas, sobre todo hispanoamericanas.

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La poesía de Jiménez nos instala en un idiolecto. Eso sería: una lengua que se sobreimprime en las menudencias de un todo cultural, al que el autor echa mano para resolver su escritura. Se concibe un antes y después.

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La poesía describe su tradición (Eielson, Perlongher, César Moro) y preanuncia su porvenir. Una piedra lanzada al agua en un infinito “patito”, y más al decir aquello visto como resbaladizo, siempre en argentino.

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Ese canto rodado no encuentra obstáculos, viaja patinando sobre el agua que no es otra que la superficie elegida por Reynaldo Jiménez para proponer sus inscripciones.

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Este texto “no fija la fuga”, sino que la pone a recorrer un camino inserto en la dificultad temática, expresiva y también, por qué no, gráfica.

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En ese recorrido de la imagen en detrimento de lo real, el viaje de Jiménez encuentra su transparencia, un decir que lo incluye hasta convertir la materia verbal en despojo, o para decirlo en términos de Arquímedes, desalojo. Es como si nuestro poeta hundiera en un volumen leve, afilado, todo sus componentes, y que no hacen otra cosa que elevar el volumen primigenio, adulterándolo.

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Así, el tiempo poético en Jiménez se describe como corte (el mismo que hace irrumpir las aguas hasta el desalojo, y evoluciona enseguida como cantidad dilapidada), y que en brazos de “la hora” funciona en los reflejos.

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La hora, entendida como límite y anclaje en lo real que se incrusta en el poema, yendo de la diadema al camafeo. ¿Qué imagen podría encontrarse en un hipotético camafeo de Jiménez? Imagino alguna cosa líquida, angulosa, oblicua hasta deformar el marco ovalado y volviéndolo un todo horizontal, desarraigado de la forma.

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Más allá de estas percepciones (es lo que obliga siempre la poesía de este autor), no estamos delante de un poeta de lo informe, ni mucho menos; sencillamente su poesía obtiene formas definidas a la que no estamos acostumbrados, o al menos a la que la poesía rioplatense no está consustanciada.

lunes, 25 de diciembre de 2006

Poemas de Roberto Appratto (5)

POR DECIRLO ASI


La impenetrabilidad: no les importa. La impenetrabilidad no les importa: es un punto más. La dureza de la piel, de los ojos, es simple: como si siempre hubieran estado ahí. Es a partir de ahí que hablo; desde ahí, todo se ve más simple. Es eso lo que escucho. Todas las cosas resbalan, caen como una sola gota, de arriba abajo, una pasión discreta. Todas las cosas, bellas o no, quedan pegadas a la superficie, de arriba abajo, mientras caen. No hay diferencias, todas son iguales . Pienso: qué es lo que tendrían que hacer las cosas para no ser iguales? Las cosas son cosas, son así. La superficie es impenetrable: el hecho de no ser impenetrable es impenetrable. La crítica a la impenetrabilidad es impenetrable. La superación, de una vez y para siempre, de la impenetrabilidad, es impenetrable. Cuando se dice: ahora he cambiado: ahora ya no soy más así, no se puede ser impenetrable, todos lo sabemos, la impenetrabilidad brilla aún más fuerte,´ para siempre. En el fraseo, en la distensión, en eso que se llama “vida”, durante el tiempo en que los músculos se aflojan y la mirada parece iluminarse con el descubrimiento de una zona de la existencia, aún no transitada, y se habla lento, con una sonrisa que dura tal vez mucho tiempo, el sentimiento de lo impenetrable hace cambiar de tema. En la misma escena, el espacio, las líneas del diálogo, los tonos, la disposición a permanecer de pie, la contemplación del salón como un paisaje: no se puede. Hay instantes como éste, sin embargo, en que se disuelven: si se miran a los ojos, directamente, como si nada hubiera pasado nunca y la impenetrabilidad no les importara: por ahí empiezo.


Es la voz de tu conciencia la que te habla
Y te dice: no has de sufrir.
Has de pensar en ti sobre todas las cosas,
Es decir en mí: sin distraerte
Con las ansiedades y los sentimientos de pérdida
Que te acechan a cada paso. Escucha:
Es la voz de tu conciencia la que te pide
Concentración y seriedad
Para pensar en tu vida.
Ésta es la voz de tu conciencia que te exige,
Desde ahora,
Escribir un poema por día.
Un poema.
No es una broma
Ni una exageración: un poema por día
Te ayudará a limpiar tu espíritu
Para no sufrir. Repito: no has de sufrir
Por problemas amorosos, sino
Amar a ese poema que escribirás
Para no sufrir. La voz de tu conciencia
Vuelve a hablar: escúchame: no te pierdas
En los trajines del día. No duermas tanto.
No vayas al cine
Sólo por pasar el rato.
Debí haber hablado antes. Debí
Haberte prevenido contra todo esto,
Pero esperaba que actuaras
Por ti mismo. De modo
Que me mantuve en silencio. Hoy,
Con una voz ronca, tal vez por el desuso,
Pero fuerte,
He decidido hablar, y por eso me estás escuchando,
¿me estás escuchando?
Hablo con una voz pausada, serena, para decirte

Que te quedes así,

Sentado, si es posible, en actitud de cumplir

Estrictamente mis palabras: es en presente,

Es en imperativo, que te digo que te concentres,

Que te mantengas alejado del alcohol
Y de las malas compañías; que estés solo,
Profundamente solo,
Aun en presencia de los otros,
Que no harán sino molestarte
Con textos imprecisos, torpes, mal puntuados,
La expresión indirecta y borrosa de sus almas;
La voz de tu conciencia te dice que no los escuches,
Que limpies tus oídos,
Que te pongas de una vez
A escribir el poema. Ése es el llamado.
El poema permanece en ti como una fuerza invisible,
El ritmo de un contrabajo que va y viene
Sobre las inclinaciones de tu espíritu, hasta el otro día,
En que escribirás otro poema,
Como si nunca hubieras escrito antes:
Con una pose ingenua ante la salida libre,
Indómita, de tus palabras. Yo las guiaré, yo,
La voz de tu conciencia, capaz de ver el dolor
Y la imperfección en lo que has hecho.
Me dirás que es tu vida, pero es también la mía;
Tengo derecho, por tanto, a decirte que te calles.
La voz de tu conciencia exige, perentoria,
El respeto del silencio,
Del ejercicio espiritual
De un poema por día, y lo seguirás aun cuando
Los demás te indiquen otro camino:
Serás un hombre si puedes desoírlos y hacer
Solamente lo que te estoy diciendo:
no pienses en otra cosa ; sobre todo,
No pienses en eso. La voz de tu conciencia
Piensa por ti
para que no confundas el ritmo de tu vida
con el de tu corazón. Te lo dice, sólo por hoy,
esta voz, que advierte el desorden
en el uso inútil, operático,
de la fantasía, de la memoria,
de la ensoñación.
Deja que tu pasado,
a menudo abrumado por el dolor,
por la incertidumbre ,
por la entrega absoluta a causas imposibles,
por la lenta pero implacable corrosión de tu orgullo,
se evapore. Por eso te dice nuevamente
la voz de tu conciencia que te quedes así, quieto,
y no sufras. Escribe tu poema, firme, sólido,
impasible, galvanizado en tu soledad, y estarás bien.
Ahora, con un gesto desprendido y generoso,
con una sonrisa de aceptación, sin otra cosa que tu propia fuerza,
escribe lo que te dictaré. Empieza así:

Poemas de Roberto Appratto (4)

ARTE POETICA

Un acto de desprendimiento:
Sacarse las ideas de la cabeza, sobre todo
Ésas que están subrayadas, marcadas
Como absolutamente propias:
ésas que se desplazan mansamente
de un verso al otro. Sacarse la palabra punto:
la palabra apenas. La palabra momento. La palabra
uno. La palabra otro.
Es un acto de lucidez en contra, para ponerse
En el centro y pensar en el absoluto vacío
Que viene después:
Sopla el viento en un espacio desierto,
La doncella envuelta en tules avanza hacia la cámara
Con aire desafiante. Una vez que se disuelve,
Una vez que la imagen toca el borde de su fin,
Y el coro que entonaba una vaga melodía
Se convierte en susurro,
Sacarse la palabra silencio. Cuando no hay nada,
Sacarse la palabra vacío. Cuando no hay nada,
Salvo el índice que apunta a la noche
Desde la noche: la agitación,
La fuerza que llega a la superficie
No dice nada. Entonces
Respiro


\\\


Cómo se sostiene el amor
cómo se transparenta una imagen en otra
cómo la insistencia deja unas gotas de sudor
cuando me distraigo, y sin embargo
cuando se miran las fotos que marcan un instante
desconocido para mí, en cuya perfección detecto
lo que está vivo: de este lado
y del otro. No hay ansiedad sino un fervor
delicado
que va del recuerdo al futuro. De lo que sé
a lo que quiero. Cómo es
ese aire de familia,
cómo no se pierde un solo detalle.
Se sostiene.
Como un pianista que toca escalas todo el día y para
solamente para empezar de nuevo.
Lo que se escucha es exactamente lo mismo que al principio
pero hay una leve diferencia de acentos: él,
sin mirar el teclado
siente los dedos cada vez más firmes .


\\\



A menudo, muy a menudo en realidad
Casi todo el tiempo,
Como una obsesión que me acompaña con calma,
Y se extiende, de sentido en sentido,
A todas las sensaciones del día,
Pienso en Juancho,
En Mora,
En Micaela. Pienso
Quiere decir que me los imagino:
Un toque en sus rostros,
Uno por vez,
Nada en especial: ellos
Mirando algo, agachándose
Para ponerse los zapatos,
Riéndose de golpe con una voz
Diferente: como una película
Con la pantalla dividida
En que aparecen varios cuadros simultáneos.
El presente, desde el presente. Es como un sueño
Por medio del cual me comunico sin decir nada.
Pienso
Quiere decir borrar,
Porque no hay más remedio,
La distancia real que va
De un tiempo al otro, cuando el frío y el calor
Eran los mismos
Y yo estiraba la mano para tocar
Los rostros que imagino ahora.
Micaela, Mora, Juancho,
La idea de “hijos”, la imagen
De “hijos”: los nombres de los hijos,
Los tres, cada uno en una dimensión concreta,
En sí misma, pero abstracta
Si la veo desde acá:
Están en presente sólo
Cuando confío en el sentimiento
Que se desborda, que late, y deja ver
Punto por punto lo que están mirando:
Por ejemplo cuando vuelven a casa por la noche
O si se distraen en medio de una conversación.
Sólo si me concentro en lo que sé
Lo cual ocurre a menudo, muy a menudo en realidad
Casi todo el tiempo del día.




Micaela mora juan luis mora
Micaela juan luis mora juan luis
Mora juan luis micaela: juan luis
Juan luis mora micaela, en cualquier
Orden, los hermanos, hijos,
Son los hijos, tres, parecidos, son hermanos,
Entre sí, mi
Caela, luis juan, mira, mormicjuan
Cho micaela mor
A juan luis, el hijo varón, varón, las nenas
Mora y micaela, mo, mi¨:
Las nenas, parecidas, una más grande, mi,
Mo juancho el chico, el mellizo de mora,
Que nació antes, que nacieron, después,
Ahí, mis hijitos, mora juancho mic, micki,
Miki, miqui, morita, juanchito, chito: moraleja,
Moraima, moral, moralina, mi micaela, la primera,
El diecisiete de setiembre del 80, al mediodía,
Doce y cuarto, una gordita: gordita, morita, gordito,
Juanchito, lindos pesos para mellizos, quince y cuarenta
Y tres y quince y cuarenta y cinco, los dos juntos, los nenes,
Micaela ya estaba, mirando, a los seis años, añitos mirando,
Sola, a los hermanitos, dos, morita y juancho, el niño,
La niña, el chino pedro, el chinito, del veinte
De octubre del 86, seis años de miki, micaela la que va
A la escuela, la niña, la más niña, grandota ahora la niña,
Igual que mora: tres nenes, tres, ya no tan nenes, uno
Atrás del otro, los que están ahí, viviendo, míos, ellos,
Diferentes entre sí y sin embargo
Algo los une, un signo de identidad, una manera
Suya y tierna de ser que reconozco en la seriedad súbita
De micaela antes de decir cualquier cosa, en la cabeza infantil
De juancho, la sabiduría parlanchina de mora, los tres
Instalados en sí mismos, lejos y cerca al mismo tiempo:
Hago un silencio para que los tres estén aquí, para que
Sigan siendo mis hijos, mi orgullo, mi maravilla, mis
Amores para siempre y sean para siempre
Quienes quieran ser y me quieran así como yo sé

Poemas de Roberto Appratto (3)

Después de haber terminado.
Al comienzo de una pausa que no tiene límites,
Cuando los sonidos son otros y los gestos
Se vuelven exactos. Las imágenes, una sola:
El pasaje por asuntos diversos,
Como cuando se pasan rápido las páginas de un libro
Y se imagina lo que ha pasado sin pensar mucho:
Como el aleteo breve de un viento.
En realidad, nada: el cansancio se retira,
Deja unos espasmos en la piel. Sin embargo,
Ahí está la noche, la escena de la noche
Recortada por las luces,
En suspenso hacia no se sabe dónde. Así que
El presente brilla solo, ahora,
Sin palabras: ésta es la pausa donde el pensamiento,
Recién llegado, cae
Y se apoya en el viernes para ver lo que pasa

Después de haber terminado.
Al comienzo de una pausa que no tiene límites,
Cuando los sonidos son otros y los gestos
Se vuelven exactos. Las imágenes, una sola:
El pasaje por asuntos diversos,
Como cuando se pasan rápido las páginas de un libro
Y se imagina lo que ha pasado sin pensar mucho:
Como el aleteo breve de un viento.
En realidad, nada: el cansancio se retira,
Deja unos espasmos en la piel. Sin embargo,
Ahí está la noche, la escena de la noche
Recortada por las luces,
En suspenso hacia no se sabe dónde. Así que
El presente brilla solo, ahora,
Sin palabras: ésta es la pausa donde el pensamiento,
Recién llegado, cae
Y se apoya en el viernes para ver lo que pasa

\\\


RESPUESTAS DE UN MAESTRO CHINO A LA PREGUNTA
QUÉ ES LA VIDA?



Silencio
Una extensión soleada
Eso es absolutamente
Instantáneo
Es un éxtasis
Como si en este mismo momento alguien dijera
Oigamos este canto
Una voz metálica
Para una expresión discreta
Un mínimo ruido de saliva
Es el momento de pasar el umbral

Mírame a los ojos
Es el medio de la noche
Entre tanto
Como si nunca lo hubieras visto
Eso
No significa lo que significa
Lo que se descubre debajo
Está en mi pasado


En lo más elevado
La escritura sobre un lienzo de papel finísimo
Cuando no hay más nada que decir
Inclinándose de pronto, casi sin pensarlo



Silencio
Un tiempo, sólo un tiempo después
En el crepúsculo
La muerte de los dioses
Este pequeño peso
En un dístico apenas perfumado
El susurro de las hojas se disuelve

Quiero ser claro
El sentimiento de que todo
Sale de una bolsa de papel
Cabe en un puño
Ese lento desperezarse del gato
La línea que marca la salida del sol entre los árboles
Es la vida
Pero no es el sentido de la vida


Un segundo
Has venido a mí con una pregunta

La acanaladura en el borde de la imagen de un sueño
Cuando el tintineo de las llaves
El erizamiento de los pelos del brazo
La niñez insólita que en su mirada asoma

Déjame respirar un instante

Cuando se lame
Después de un año de lunas sucesivas
Lo mismo
Con un encogimiento de hombros ante la desolación absoluta
En tanto que de rosa y azucena

En el momento en que una nube
Sobre las hierbas y la arena
Aunque desaparezca para siempre
Eso que se llama “perturbación”
Cuando hayas terminado de hablar

Sobre aquel muro, a la distancia
El mediodía se prolonga en un rayo vertical
Ligeramente igual


Palpa lo que yace bajo la luna nueva
En capas sucesivas

Blanca es la tez de la mañana
Montañas son montañas
Con la vejez lo aprenderás
El silencio es brevísimo
Las mandarinas

Me asombra el mundo:
Vuelve mañana por la respuesta




Creo que lo que me mantiene joven
Lo que detiene el paso del tiempo de una
Manera casi mágica
Es el odio: qué bien que hace
Bajar unos centímetros el umbral de la paciencia,
La calma, ese sentimiento uruguayo que tolera
En nombre de que todo está bien,
Para soltarse, en apariencia
De golpe, en realidad
En un proceso muy trabajado, durante el cual
El tiempo acumulado en el cuerpo se sacude,
A putear, a refinar el concepto de insulto:
Toda la inteligencia al servicio de ese avance
Luminoso, cada vez más cálido y sólido,
Casi crocante,
Contra todo lo que se odia en este mundo:
Contra esas cosas,esos nombres, esos temas,
Esas maneras de hablar que aparecen,
Con aire atlético, distendido, a exhibir
Plenamente su miseria.
Una petulancia que se mueve y queda ahí,
En el centro de sí misma.
A veces me callo,y todo el tiempo del odio
Va por un túnel atravesado, de tanto en tanto,
Por destellos: carraspeo, cruzo la pierna
Sin que sea en absoluto necesario. Pero si no,
La furia se precipita con alegría, como si viera
Sólo eso, en toda su luz; por atrás,
Unas marquesinas que no permiten errarle.
Un aire de libertad recorre el cuerpo mientras las palabras
Salen, una por una,
En una sucesión implacable
Y exacta. Es así.
Después , con la mirada despejada
De quien rozó por un instante la verdad,
Me siento afuera, a descansar un rato.
Pero algo ha cambiado.

Poemas de Roberto Appratto (2)

soy el hombre de acero.

el contacto con el aire me dio inmensos poderes.

al llegar aquí, de inmediato

vi con más claridad. mi pecho

adquirió proporciones infinitas y con un solo dedo

pude mover un ómnibus enorme.

eso no fue todo: tuve ideas luminosas

que aún me acompañan. Volé

a enorme velocidad de un polo al otro

para después volver: soy el hombre de acero

gracias a este aire.

el brillo de mi traje recibió aquí

el poder de expandir mi pensamiento

a partir de un impulso de mi pecho

que descubro al abrirme la camisa

cuando nadie me ve. por otra parte

soy invulnerable. desde hace un tiempo

he desarrollado una luz interior

que me sigue mientras vuelo a la inmensidad del ártico,

y tarareo una canción del viejo planeta

con un puño hacia adelante. sé que voy solo,

pero soy invulnerable. la estela que dejo a mi paso

testimonia la dureza que me protege del dolor:

esa serenidad que se dibuja en mis músculos;

la evidencia de un daño sentimental

que dejo pasar. atravieso cualquier superficie,

cambio cosas de lugar, destruyo un edificio entero

de una mirada: cientos de actos

que multiplico sin sentido, locuras,

momentos de desesperación

en que me pongo a prueba, solamente

para aguantar un día más. por ahora

sigo siendo el hombre de acero. no es fácil

ser quien soy, pienso

mientras recorro distancias siderales

con la capa agitada,

sin salir de aquí. una sola imagen

me contempla desde el fondo,

a kilómetros de distancia,

y tiemblo y transpiro copiosamente

sin que se note. sólo yo sé

que este aire, terrible,

aumenta mis poderes. permanezco solo,

acorazado contra mi pena.


\\\





Nada, no es nada.
O bien sí,
Puede ser.
Una sensación de vacío.
Un panorama desolado, como
Un desierto interminable
Y por encima una selva espesa,
Oscura, sin salida: así.
Una especie de ahogo, como
Si faltaran las palabras, pero
También el aire, y el cuerpo se doblara,
Derrotado: es probable. O
La inmovilidad absoluta, cerrada,
En la cual prospera la imaginación
Por espasmos, y se representan escenas mudas
Que no suceden en ningún sitio: puede ser.
O la reducción del universo
A esas escenas. Como un infierno
Que se proyecta por atrás de los ojos,
Sin que se pueda describirlo: no sé.
Del mismo modo, esa manera tan peculiar
Y fina del hundimiento de uno en uno
Mismo: ese peso de los colores, esa densidad
Que cae despacio sobre la superficie de las cosas,
Y asume la forma máxima
del aburrimiento. Tal vez.
la inmensidad de todo lo que se vio,
nota por nota,
pero en silencio: como si toda la belleza
quedara congelada, y se partiera en pedacitos
sin perder su figura, que permanece para recordar
lo que se ha perdido: eso. Cuando las mezquindades,
los deseos sin objeto, la repetición de gestos
petulantes, el olvido de todo, caen
con un sonido metálico sobre la conciencia:
tal vez. El reconocimiento, en un verso implacable,
de una verdad profunda, poco complaciente, pero
profunda, sobre nuestro destino. El sentimiento
de que todo se ha terminado, o por lo menos
carece de sentido. Pero sólo eso. No es nada,
no te preocupes.
Nada, no es nada.
O bien sí,
Puede ser.
Una sensación de vacío.
Un panorama desolado, como
Un desierto interminable
Y por encima una selva espesa,
Oscura, sin salida: así.
Una especie de ahogo, como
Si faltaran las palabras, pero
También el aire, y el cuerpo se doblara,
Derrotado: es probable. O
La inmovilidad absoluta, cerrada,
En la cual prospera la imaginación
Por espasmos, y se representan escenas mudas
Que no suceden en ningún sitio: puede ser.
O la reducción del universo
A esas escenas. Como un infierno
Que se proyecta por atrás de los ojos,
Sin que se pueda describirlo: no sé.
Del mismo modo, esa manera tan peculiar
Y fina del hundimiento de uno en uno
Mismo: ese peso de los colores, esa densidad
Que cae despacio sobre la superficie de las cosas,
Y asume la forma máxima
del aburrimiento. Tal vez.
la inmensidad de todo lo que se vio,
nota por nota,
pero en silencio: como si toda la belleza
quedara congelada, y se partiera en pedacitos
sin perder su figura, que permanece para recordar
lo que se ha perdido: eso. Cuando las mezquindades,
los deseos sin objeto, la repetición de gestos
petulantes, el olvido de todo, caen
con un sonido metálico sobre la conciencia:
tal vez. El reconocimiento, en un verso implacable,
de una verdad profunda, poco complaciente, pero
profunda, sobre nuestro destino. El sentimiento
de que todo se ha terminado, o por lo menos
carece de sentido. Pero sólo eso. No es nada,
no te preocupes.

\\\


Yo soy el testimonio de lo que se perdió.
Yo soy el que sabe lo que había,
de lo que dejó de estar
justo en ese momento.
Yo soy el que tiene conciencia:
a mí me tienen que preguntar.
De eso me acuerdo.
De eso también.
Yo sé todo lo que se decía.
Vengo con todo lo que sé. Yo estaba ahí.
Yo tenía algunas ideas,
me emocionaba, sentía una gran felicidad
sólo por saber lo que había.
yo estaba en el momento en que se cantaba
y se había dejado de decir otras cosas.
Yo soy el testimonio viviente
de ese tiempo en que empezó todo.
Yo lo vi, me parecía natural.
Yo me acuerdo de cuando se decía
“ya no es como antes. Antes”.
Yo sentía un deseo de hablar. Yo sé
todas las historias que se contaban:
empezaban ahí
y terminaban ahí. Necesito un poco de silencio:
si me concentro aparece todo como si estuviera aquí.
Yo soy la razón de que esté aquí.
Yo soy el testimonio de que sí
algo hubo. No puedo permitir
que se diga otra cosa.
De otra manera yo no sería explicable.
No habría un vestigio, un rastro, una huella
de esa manera de hablar
sobre todo de pronunciar algunos nombres.
No en un sentido lineal: por ejemplo
me acuerdo del olor de ciertos momentos del día,
cuando ya se habían hecho algunas cosas.
¿A quién se podría consultar que no fuera yo?
¿Quién podría tener esta lucidez?
Yo soy el testimonio de una vida
estrictamente más atrás: estrictamente
más atrás. El sonido de unas líneas
que se cruzan, muy lentamente.
Es ahora que las veo
porque estoy concentrado. Gracias.
No me pregunten hasta que yo les diga.
En este momento estoy mirando
algo que estaba antes de esas líneas
cuando todavía no había empezado nada.
Acuérdense: yo soy la resistencia
para que no se escape nada,
ni una palabra. Algunas cosas
casi no se ven, como briznas de polvo
que flotan un instante
y luego vuelven a la tierra:
yo recuerdo el ruido que hacían
cuando aún estaban en el aire .
Eso es lo que vengo a decir :
el ruido, perfecto, es lo que me mantiene aquí
para decir que soy el testimonio
de lo que se perdió y soy el que mejor
vio todo. La realidad
no puede evitar su fuerza de presente.
Yo no puedo soportar que se diga una sola tontería
Una sola. Es decir que tienen que escucharme
Y pensar que si lo que estoy diciendo es cierto
Están absolutamente perdidos.

Poemas de Roberto Appratto (1)

Poco se conoce de este gran poeta uruguayo, nacido en 1950, en Montevideo. Ahí va alguna muestra de lo bueno que escribe este hombre. Mezcla de objetivismo duro,
Algunas de sus obras: "Bien mirada", ""Cambio de palabra", "Mirada circusntancial a un cielo sin nubes", "Cuerpos en pose", "Velocidad controlada", "Levemente ondulado", "Íntima", "La brisa" y "Después", etc.


\\\


Una fascinación secreta, subterránea,
Indudable: ésa que ocurre por atrás de la historia,
Como si no importara nada en qué está uno,
Cuál es el punto que orienta la vida, qué se ha pensado
Un minuto antes, o ayer. La presencia, en silencio,
De una verdad que brilla en otra dirección. Al rato,
Es lo que es: he escrito sobre eso. La sombra
De un cuerpo sobre el otro, que el lenguaje
No tiene que aclarar. Un murmullo, bien interior,
Señala que de nada sirve darse cuenta: va a pasar,
Como si el objeto que lo provoca no fuera sino la ocasión,
Ésa y no otra, de expresar lo que conoce con el nombre
De encanto. En eso, en esa suspensión de los sentidos
Para que se detengan, las palabras se abren, dejan un lugar,
Una capa más abajo, para cada detalle. Todo de golpe.
Que sea imposible decirlo no impide que se vea, a cierta altura,
Una niebla que de un modo muy familiar confirma la extrañeza
Del regreso a un punto en el cual se puede, tal vez,
Escribir. Pero no es necesario: las palabaras, el lugar, el cuerpo,
Tienen la solidez de una canción que de golpe se recuerda,
Y en cuya letra, y en los impulsos del estribillo, hay algo
Intocable. Como si no se pudiera abusar, y en ese diálogo
Silencioso se creara algo así como una patria del sentimiento. Es eso.
Antes de que se desvanezca y se haga la noche sobre lo posible,
La densidad de la niebla trae de vuelta algunas escenas, algunas frases,
No todas; ésas que por un plano inclinado envían la situación,
Tal como está, al universo. Sé que eso ya ha pasado. Sé que es
La exactitud de una experiencia en la cual, sin hacer nada,
Se toca la perfección. Y se sigue de largo, en una misteriosa continuidad
De lo que ha pasado no sé dónde. Es algo personal. Es algo
Estrictamente personal.


\\\

Indiferencia, indiferencia, indiferencia, indiferencia, apariencia, superficie, por detrás de una superficie, un plano, plano, ésa es la clave. Superficie. Oídos sordos , no hay percepción del espacio exterior: se hacen oídos sordos. El ritmo de la vida parece eterno, se desliza. Lo casual toca los límites y vuelve. En cierto sentido, es el infierno. El tono de la voz: el infierno. Las cosas atraviesan el espacio previamente delimitado: el infierno. Las palabras son las palabras. La repetición es lo de menos. Los acentos en ciertos puntos, no en otros: el destino marcado. Un héroe es la foto de un héroe. Permanentemente, no es eso. Permanentemente, de manera permanente. La imaginación toca un borde y lo nombra, lo nombra. Otros lo nombrarán. Las cosas se ordenan de acuerdo: habrá una manera de hablar. Todo eso asedia el sentido del humor, asedia el juicio, asedia el criterio de valoración: es el infierno.
Como si no estuviéramos aquí: no nos entendemos. Lo imposible planea por encima del pensamiento, sin bajar nunca. Son planes . Un deseo de seriedad endereza el cuerpo, aparenta limpiar el aire de alrededor de manera definitiva. Un tema, un tema, un tema, ése, al fin. Otro. La necesidad de tenerlo claro es la razón de probar con otra cosa, que después queda. Todo queda. El conocimiento? El conocimiento. La noticia? Sí. Ahora parece que es así. En este momento, en el mundo, a esta altura, después. Por eso, la indiferencia : el infierno. El calor súbito, que sin embargo se conoce. Tener en cuenta lo que hay, todo lo que hay: la especialización en lo que hay. Las palabras se precipitan, se multiplican, se dispersan: hablar de la dispersión, de la multiplicación, de la precipitación: una piel dura, resistente, ocupada en otras cosas, en no dejarse sorprender. El tiempo no nos sorprende. La vida ya la conozco. Los libros también, son el testimonio de lo real.
Piel dura: impenetrable.
Piel impenetrable: aún después de la muerte.
Piel que impide pensar en la piel. El infierno , oscuro, en letra manuscrita, con cuidado, despacito. El infierno, natural. El infierno de las recapitulaciones, con una foto en la tapa, con un texto . Por detrás, ni un solo gesto. El endurecimiento produce una sonrisa ligera: voy para ahí. Año tras año, lo que puede ser deja de ser . La belleza ocupa un lugar casi invisible, sin modificación alguna. Está pero no está. Todo accidente rebota contra la piel: indiferencia, el infierno de la variedad visitada con elegancia. Son posiciones: todo arranque de cólera , todo arranque de alegría, se deposita en la superficie. Es así.
El lugar es lo que se concede después de un tiempo.
El énfasis en una línea punteada, desde una pared
hasta el recuerdo que quedó sobre una mesa,
a esa altura. Los brillos de una conversación
cuando ya se ha agotado el tema pero queda en el aire
entre dos movimientos del brazo. La mirada menor,
distraída, elige lo que estará en el centro del espacio
por un tiempo. El presente se expande desde ahí,
como un sonido de respiración en cuarto cerrado.
Entonces la continuidad de la vida se deposita en el lugar,
el límite físico para un pensamiento: sólo así,
sin precipitarse. Figuras o sombras contra la puerta.
La voz dice algo, no sé qué: es la voz de los acontecimientos,
el siseo de una lámina cuando se frota contra otra. El lugar,
en todo caso, escucha cómo hablan solas sobre la historia.
Es el gusto por eso que sucede aquí, por la disposición de los objetos
sólidos en la noche. Algo: una claridad pálida en el fondo de todo;
el fondo musical no se escucha.
Ciertas maneras de comprender, en forma de símbolo,
ya no tienen sentido pero circulan, se dan el aire
de no estar: como quien extiende las manos sobre la mesa,
displicente. Esa actitud desde la cual contemplo
una sonrisa ausente, luminosa.
Las circunstancias eran ésas, y el lugar las une
como si ya supiera, con el tono definitivo que cristaliza
lo que apenas es. Cientos de escenas se proyectan
y quedan aquí, entre la pared
y la pared , en un vértigo que ninguna poesía decide.
Ésta es la vida después de un tiempo,
cuando las resonancias en espacio cerrado brillan
pero hay un lugar que las contiene. Es éste, cuando se abre la noche
y una cosa remite a otra: a otra: el espacio vacío
conversa consigo mismo como si las palabras no pudieran el encierro
y giraran alrededor de otras figuras musicales: es éste.
No es otro.

Sketchbook of Antonio Saura

Estoy de acuerdo: un creador cuya obra
me atrajo desde chico, cuando me lo descubrió
a través de una espléndida
entrevista en Radio Popular.

Después, coincidí durante la celebración
de varios eventos culturales. En la ciudad del Júcar
recuerdo haberlo visto, vestido de negro, ascendiendo
despacio por una cuesta llena de nieve, en una tarde de otoño.

Una mancha caprichosa de tinta china sobre el lienzo.
Luego, leyendo sus artículos, sus libros y algunos otros sobre él.
"Escritura como pintura", todavía anda por aquí, a mi lado
mientras escribo, por si tengo necesidad de insuflarme algo de lucidez.

En los textos que lo conforman, destacó la importancia
que el surrealismo en su trayectoria como creador, además
de evidenciar los lazos de unión y pervivencia
de características relacionadas con los mecanismos,
de automatismo psíquico.
Al leer tu texto, la memoria se ha puesto a funcionar,
a emborracharme con sus flashes y chinazos,
como me emborrachó la belleza, ante sus lienzos ,
un día de hace ya mucho tiempo, en Fuendetodos.

domingo, 24 de diciembre de 2006

LA ROSA CUBISTA DE JOSÉ KOZER

La escritura de José Kozer (La Habana, 1940) constituye un origami, un sujeto geométrico expandido, que su vez funciona en una perenne agramaticalidad.

No se trata de desvalorizar la sintaxis castellana, sino de lograr un funcionamiento asimétrico de los puentes, que une el habla con el decir poético.

Esta agramaticalidad no concibe necesariamente el alcance de otra lengua: la construcción de Kozer es una edificación suprasintáctica, cuyos cimientos son reconstrucciones en sí mismas, partículas devueltas al uso corriente de la lengua ya erradicadas al holocausto.

En el momento de ingerirse esta poética (y aquí esa ingesta es válida, porque la escritura de nuestro autor cubano es tan comestible como una planta silvestre) el lector se constituye comensal de una serie de movimientos orgánicos, por instantes bien imperceptibles, que imbrican las palabras en una receta inconsciente, atomizadora de las variables más elementales de la llamada poesía en mayúscula.

Hay abluciones, hay desperdicio, hay porosidad, hay sudación-exudación: existe un poema y su organismo vivo, digestivo, se tienta y muestra su mejor carta a la carta.

Intervenir, con la técnica de “desarmar”, sobre los poemas de Kozer, como si fuese un juego de encastrar piezas (manteniendo la ilusión de colocar nuevamente las mismas en su lugar), sería conveniente, pero sólo en el caso de que esa operación se diese en el plano de la especulación pre-escritural, y no en la especulación grafómana, directa hacia el papel. ¿Por qué?

Si tuviéramos la oportunidad de desacomodar esos versos y acondicionarlos a una lógica narrativa (del relato, tal vez), se obtendría una secuencia finita de sentido, en un plano formal y a un simple paneo, seguramente sin grandes diferencias entre una disposición u otra, es decir, la presentación de lo narrativo con relación a distribución lírica.

Así, los textos de Kozer, inmersos en ese soporte prosaico del que semejan suspenderse, deben ser tomados desde otro ángulo, para avisorar con más certeza que su dificultad es su inmanencia.

No creo encontrar otra definición más aproximada de la poesía de Kozer, que no fuese en términos tan conceptuales.

Inmanencia como cosa constitutiva, inherente, relacional, aunque también, acercando a nuestro favor la sinonimia, agregado, anexo.

La poesía de Kozer como un adicional permanente que surge del texto cuando éste parece definirse y concluir.

Plana, y también horzontal, otro punto de ataque de la poesía del escritor cubano: su sintaxis catastral, planimétrica.

PLANIMÉTRICO. Lo que piensa uno después del “Sangrado” de Reynaldo Jiménez

Zoster. Corrijo: las influencias no se “sufren”, sino que se instalan en quien escribe de acuerdo a las lecturas que realiza, tanto de otros poetas como de uno.

\\\

Escritores que rondan por mi cabeza a la hora de escribir son Lezama Lima, Perlongher, y por supuesto John Ashbery, un escritor secreto, huidizo, que resuelve su estética entre lo coloquial, lo teatral, lo antiépico. Su poesía podría definirse como deconstructiva, a lo Derrida, pero con un toque de John Cage, más cierta influencia del action painting y de la pintura pop. Juan Gelman también ha sido muy importante en un tramo de mi escritura, y en algún aspecto, aún sigue siendo importante. Me interesan además algunos momentos de Seamus Heaney, Tomas Tranströmer, Derek Walcott, Joseph Brodsky, Vasko Popa, Robert Lowell, Ted Hughes, Zbigniew Herbert, o los latinoamericanos Jorge Eduardo Eielson, José Emilio Pacheco, Octavio Armand, Carlos Germán Belli, Eduardo Mitre, Antonio Cisneros, etc. Todos poetas bien diferentes, pero alguna expresión de ellos siempre sigue sonando.

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Escojo pareja:

1) “Carece de causa” y “AAA1144”, de José Kozer; 2) “Satura” y “Las ocasiones”, de Eugenio Montale; 3) “Autorretrato en espejo convexo” y “Una ola”, de John Ashbery; 4) “Hebras de sol” y “El meridiano”, de Paul Celan; 5) “Norte” y “Viendo visiones”, de Seamus Heaney; 6) “Omeros” y “El testamento de Arkansas”, de Derek Walcott; 7) “La siesta del Fauno” y “Herodías”, de Stèphane Mallarmé; 8) “Los poemas de Sidney West” y “Fábulas”, de Juan Gelman; 9) “The Dolphin” y “The Thirties”, de Robert Lowell; 10) “A Lume Spento” y “The Cantos”, de Ezra Pound; 11) “Decir es Abisinia” y “Mansión Mabuse”, de Víctor Sosa; 12) “Llegada de un jaguar a la tranquera” y “País Garza Real”, de Francisco Madariaga; 13) “César en Dyrrachium” y “Una batalla”, de Aldo Oliva; 14) “Parque Lezama” y “Alambres”, de Néstor Perlongher; 15) “El aliento del dragón” y “El pez volador”, de Octavio Armand; 16) “No vendrá el diluvio tras nosotros (antología poética)” y “Partes de la oración”, de Joseph Brodsky; 17) “La caída de América” y “Aullido”, de Allen Ginsberg; 18) “Canto ceremonial contra un oso hormiguero” y “El libro de Dios y de los húngaros”, de Antonio Cisneros; 19) “Mansalva” y “Grosso modo”, de Gerardo Deniz; 20) “Sal lobuna” y “Campo sin sosiego”, de Vasko Popa; 21) “Distancias” y “Ova completa”, de Susana Thénon; 22) “Trilce” y “Poemas humanos”, de César Vallejo; 23) “Jardín zoológico” y “Mar paraguayo”, de Wilson Bueno; 24) “Animalaccio” y “Atlántico Casino”, de Roberto Echavarren”; 25) “Homenaje a los indios americanos” y “El estrecho dudoso”, de Ernesto Cardenal; 26) “Artaud le Mômo” y “Para terminar con el juicio de dios”, de Antonin Artaud; 27) “La curva del eco” y “Musgo”, de Reynaldo Jiménez, y 28) “Cuervo” y “Cartas de cumpleaños”, de Ted Hughes.

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Más parejitas, más, en la próxima. Lo sé, faltan mujeres. Muchas más. Hay algo de más, ¿no?

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Efecto Rilke. Me enfrento a mí mismo joven y me pregunto boberías prosódicas. Contesto: - Que lean mucho y tupido; que escriban con la misma frecuencia con que lo hacen con la lectura. No importa si no se encuentra el estilo, porque éste es la suma de muchos intentos. Que no confíen en la iluminación de la palabra, ni en lo sagrado: la poesía está fuera de ese absoluto. Que la poesía es relativa, es intento, es escape, es diseminación. Rizoma.

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¿Afinidades? En Argentina, con Reynaldo Jiménez, aunque es peruano pero hace años que reside en nuestro país. También siento afinidad con los argentinos Sergio Raimondi, con Aníbal Cristobo, Santiago Llach, Andrés Kurfirst, Ariel Williams, Rubén Gómez, Guillermo Daghero, etc., que son más jóvenes.
De los no tan, o que partieron: Madaraiaga, Viel Temperley, Calveyra. Lo de Bustriazo Ortiz, Escudero, Horacio Castillo, son escrituras sin referencia, sin madre conocida, y si la hubiese, qué importancia.

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De otros países, los uruguayos Víctor Sosa, Roberto Echavarren o Eduardo Espina, con el peruano Enrique Verástegui, con el chileno Andrés Ajens, con el dominicano León Félix Batista, con los brasileños Wilson Bueno y Claudio Daniel, los mexicanos Heriberto Yépez, Gabriel Bernal Granados, etc.
Algunas zonas de la poesía de los platenses Roxana Páez, Carlos Eguía y Horacio Fiebelkorn me son cercanas, sobre todo en esos chispazos de impudicia que pululan en sus imágenes, a pesar de compartir estéticas diferentes.

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Más allá de la pulsión de muerte, el boliviano Jaime Sáenz (1921-1986). Más allá, un poeta extraordinario con un ritmo infernal, es decir, salido de los mismos infiernos de un Altiplano del que ni siquiera Virgilio podría hallar atajo mejor. Un poema: “Unos ojos miran con fijeza, el olvido amanece / en la penumbra. // Un ruido de muerte se escucha allá, en el hilo / de la luz. // -en la penumbra, // ni una palabra. // Es la respuesta que guardabas tú.”

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The question: la forma de publicarse y vender la poesía. En Argentina, este género tiene poca prensa y cuesta construir lectores afines. La poesía es compleja por definición, pero sin lectores, es aún más insondable. Habrá que entrenar a los hipotéticos lectores en la lectura de poesía. Pero esto todavía es utópico. Las grandes editoriales y los suplementos culturales publican aquello que más rédito les ofrece a la brevedad. La poesía es un género de digestión lenta, y nadie quiere tomarse el tiempo para el paladeo.

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La poesía tiene un lugar de culto, por momentos elitista. Eso no es culpa de la poesía sino de quiénes manejan la política cultural en los países.

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Absolutamente. A pesar de que se ha repetido en alguno de sus libros, textos como “Los poemas de Sidney West” o “Fábulas” comprueban que la poesía, al igual que la narrativa, puede construir un estilo desde una posición incómoda del escritor. Gelman termina con la poesía de los sesenta, con la oralidad neotanguera y gratuita de algunas escrituras. Su poesía elabora una cornisa que habría que transitar: tomar el funcionamiento de lo oral y hacerlo pivotear en la sintaxis hasta licuarlo, volverlo intraducible, y luego trazar con ello una nueva cosmogonía del verso.

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No entiendo eso de “romper por romper”. Las rupturas que se han dado en la poesía (Mallarmé, los dadaístas, Artaud, Pound, Eliot, Vallejo, Girondo, Celan, Lezama, etc) muestran que gracias a algunos poetas que arriesgaron con su escritura la poesía pudo aggiornarse, oxigenar la sintaxis, y por momentos desmentirla.

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No. Existen hilachas del objetivismo de la llamada Escuela de Nueva York, con Ashbery, Frank O’Hara y David Shapiro, o la nueva revisión de la voz corrida del sajón de Yeats en la poesía irlandesa, con Heaney, Montague o Eavan Boland. El neobarroquismo de Sarduy, Lezama, Perlongher, Jiménez, Espina, Carrera, Kozer, o el erotismo social en Chile, con Gonzalo Rojas, Teiller, Alexis Figueroa, o el joven Carrasco: todas son expresiones comunes de un estilo poético determinado, pero no forman escuela alguna.

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No creo en ese “estado de poesía”, como si hablásemos de sujetos extáticos, en plena contemplación, absortos por el poder supraterrenal concedido, que consigue inigualarlo como persona. El poeta, como el narrador, piensa permanentemente en su obra y en las que vendrán, pero eso es parte del trabajo diario. El trabajo diario, ¿no es el principal logro de quien escribe poesía? Obvio: “inigualarlo”, no existe. Ni neologismo ni burrada, un gusto.

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Puede que funcione de esa manera, aunque no hablaría de esas proporciones. Todo depende de lo que un escritor privilegie en su vida.

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Y no. La poesía es un medio más de expresión artística, como la música, la escultura, la pintura. El lenguaje está en todas partes. Que se emplee la palabra como medio, no significa que estemos ante un género excepcional.

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La realidad interna del país, el día a día, los compromisos fuera de mis horarios de escritura. Por un momento inhiben, pero después se superan.

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La impresión es que escribo para sentirme más entero, y con la posibilidad de crear una noción de belleza propia, de construirme como lector de mis textos. Lo de “belleza” parece excesivo, y lo es, porque no encuentro otra manera de categorizar los sentidos. ¿Y si no se puede?

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¿Qué hacemos con Duchamp? ¿Otro inodoro? ¿O el poema biografemático de Augusto de Campos, publicado en la revista Espiral?
Tachar la respuesta.

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El hipotético sentido de la poesía debiera ser el de acercarnos lo máximo posible al primer asombro, incluso cuando leemos, cuando vivimos en pareja, cuando escuchamos las primeras palabras de nuestros hijos. Intentar sentirse nuevamente sacudidos, conmovidos, aunque fuera por una segunda vez, es decir, una primera vez después de la sacudida. Tal vez eso sería parte de una estrategia poética.

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No sé si la palabra es vacilación, podría ser tensión, que es un sentido aproximado aunque no exacto. Tampoco sé si se trata de sentido. ¿Quién dice que la poesía deber privilegiar el sentido? Hay otras palabras que pueden ser equivalentes en poesía: movimiento, digresión, eficacia, palimpsesto. El sentido a veces es fónico, depende de cuánto arresiguemos en la escritura. Es un salto al vacío, pero vivimos cayendo, quiérase o no, ¿no?

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El riesgo de no parecerse a sí mismo. De no semejarse a la moda de cualquier escuela poética. Ir hacia delante, sin red, para definirse sólo en la escritura.

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No tengo la menor idea. Parece una pregunta destinada más a la narrativa que a la poesía. La lírica funciona dentro de una espacialidad y temporalidad sin fines de lucro, es indefinible.

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Expresiones que alimentan mi escritura. Me nutro de ellas para intentar construir algo así como artefactos poéticos.

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No necesariamente. El amor y la muerte son dos polos complejos de atravesar en la vida misma. La poesía puede hablar sobre estos temas, pero siempre los construye lateralmente.

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Por supuesto, contesto a quien pregunta, y no convoco al Malfario de Montale. La poesía de Ashbery siempre es un ejemplo de cuánto el desajuste sintáctico hizo progresar a la poesía. No necesariamente vanguardista, pero sí desajustada.

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Todo depende de la construcción mental del escritor frente a la página. No todo es poesía, pero debe existir cierta tensión para que ésta suceda. Y ante todo, detesto a los poetas que admiran su desgarramiento, como si les sucediera algo tan trascendente que tuvieran que ponerlo en palabras, sin el tamiz del trabajo de escritura.

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Creo que la literatura, la poesía en este caso, construye su propia realidad, con leyes que le son afines y con un diccionario singular, distribuido por el escritor. En ese sentido los términos de la pregunta se funden, se contestan a sí mismos.

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Creo que eso no funcionará. El narcisista, por lo general, es un pésimo poeta, al creer que su experiencia personal merece volcarse al papel. La poesía es un hecho artístico más, y no debería tomársela tan a la ligera.

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Me da la impresión de que se trata de aportes mutuos: Freud, a su manera, también hizo manifiesto en sus libros una escritura poética. La noción de inconsciente, de exploración monologal de la consciencia, es tan moderna como conocida: Joyce y Eliot echaron mano a esa idea y la han puesto a funcionar. Y no habrá que olvidarse de los logros del surrealismo en esa materia, cuando cargaba con la experiencia representativa de lo onírico, un material del que tampoco no es ajeno el psicoanálisis, como se sabe.

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(…) No lo sé. Parece una pregunta de los sesenta. Si existe un compromiso, éste se daría en la escritura, y de allí todo lo que rodea cualquier proceso creativo. Por otra parte, la sociedad no carece de idealismo porque se trata de un todo colectivo que se expresa como puede. Que la poesía no llegue como uno quiere a la gente no significa que exista una sociedad que le dé la espalda a los creadores. Terreno a ganar: el de la instalación de los libros de poesía en los círculos de comunicación más pertinentes: librerías, suplementos de cultura, etc.

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Un artesano, sin duda. Privilegio la noción de trabajo poético por sobre todas las cosas que pueda unir la poesía.

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En cualquier momento podría ser un evasor, en el sentido impositivo del término. ¿Habrá sentido segundo, tiempo, confiscación del tamaño?

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Podría hablarse de obsesión y pasión. Obsesión por prepotencia al trabajo en la escritura, el pulido, las correcciones, la búsqueda de una forma adecuada a la voz que se quiere expresar. Y la pasión es consustancial con el poeta, algo así como su ADN.

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Un error implícito. Para algunos lectores (que incluso son escritores) un texto que no lo conmueva (que no tenga osadía, pongamos) no tiene por qué ser un mero objeto estético. Esas son concepciones superficiales y aleatorias al poema; tiene que ver más con afinidades estéticas que con la certeza crítica.

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El poder de síntesis es inherente a la historia de la poesía, incluso en aquella que aparenta ser excesiva, como la de Walcott. Me da la impresión que la poesía contemporánea se podría definir por su manera de atravesar los discursos, de igualar los géneros, y básicamente, de descomponer la ideología implícita en la oración, o en este caso, el verso.

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No se trata de destruir por destruir, sino de conformar una voz que escape de la inevitable decodificación del sentido. La poesía debe ser sentida, no comprendida. Lo contemporáneo vendría por ese lado; no hace falta anular el sentido, sino correrlo de centro. Lookin’ back to Galileo.

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No al nonsense, pero sí a otra forma de experiencia con el lenguaje. El nonsense sigue ofreciendo pasto fértil para la hermenéutica. Si la piedra Rosetta fue desclasificada, por qué la poesía debiera ser más críptica y enigmática. La carrera de Letras serializa (cerealiza, también) distintas versiones de un mismo Champollión, quien necesitó inventar para descubrir cierto lenguaje que tenía al alcance de la mano.

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No sé qué es el caos. Es decir, comprendo a qué cosa refieren pero evito hablar en esos términos. Pero digo: no creo que un poeta se defina por lo que recibe (“bondades estéticas y musicales del caos”), sino por lo que es capaz de construir a partir de una sensibilidad que lo determina. Arriesguemos definición. El poeta no es músico, porque no conoce el sonido. Tampoco es escultor, ya que ignora darle forma a materiales más tenaces que él. El poeta puede imponerse como impostor, aunque en definitiva elije decir una verdad que no conoce. El poeta es la suma de su desconocimiento, y porque no compromete su ignorancia, habla, cuando está persuadido de que alguien le dicta versos, y luego escribe, creyéndose él mismo el co-protagonista de una fantástica visión. La utilidad de algunas obras no se discuten, se rechazan.


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No existen elementos para ser optimistas. Sin embargo, no me defino como pesimista. Digámoslo así: construir la felicidad es complejo, pero se debe insistir a pesar del mundo.

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Vivir después del desastre es un ejercicio de convivencia con la realidad. Qué hubiese sido de la poesía de Seamus Heaney si era derrotado por el profundo conflicto en Irlanda del Norte. Un poeta novel, in aeternum.

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El planeta se corroe, lo mismo que si le hubiesen arrojado ácido muriático.

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No sé qué observan “los poetas”. Yo, que escribo poesía, no describo la caída, sino la reconstrucción de una voz propia en medio de una catástrofe muy subjetiva. Quien observa el mundo no tiene por qué ofrecer su propia axiología, sino que traduce lo más fiel posible, primeras impresiones.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Una carta-bosquejo de Eduardo Espina, diciembre 2001

Esta carta me fue escrita por el gran Eduardo Espina (Uruguay, 1954), un día después de la caída del hombre-mofa, Fernando de la Rúa. 22 de diciembre de 2001. Explicar lo escrito es inapropiado; podría decir, en cambio, que esa vaca de la que habla Espina estaba bien muerta, pero "bien muerta", y que era de las pocas cosas que uno podía imaginarse que jamás reviviría. Vale como recuerdo a 5 años y tantos cadáveres:

"... Cosas grandes dices Mario sobre todo en estos dias en
que anduve leyéndote mientras la plaza de la
presidencia ardia en odio hacia el fracaso de los
politicos yo en cambio te veo a la luz de la poesia
total la que se construye sin necesidad de
justificarse (...) me sorprende lo de los small faces
pues somos de los pocos apegados a la musica que estuvo
antes pero supo esperarnos me conmueve lo que decís
de mi poesia pues te veo como un surgimiento entre la maleza
de residuos epocales que va dejando la poesia del presente siglo
creo que te distancias pues al llegar ya estabas lejos
lo que yo llamo sobre abundancia por falta de deficit
por cierto sali por la carretera en bicicleta con tu
libro en un canasto de hierro seguramente anduve por
cinco horas y en un momento vi una vaca dormida pero
me acerque y estaba mas muerta que ella la habia
atropellado un enorme omnibus pero cuando fui a
decirle algo estaba totalmente quieta
Un abrazo
Un abrazo"