martes, 24 de agosto de 2010

Un relato

Acabo de escuchar a Jorge Fontevecchia, dialogando con Ernesto Tenembaum y Marcelo Szlogtowiazda, justo en el momento en que el CEO de Perfil dice una frase aterradora: "Si pudieran, todos los políticos serían dictadores". No cabe caer en el simplismo aquel que asegura que este tipo de frase es una extensión del deseo inconsciente, y que por ende quien critica se define al mismo tiempo. Ha corrido demasiada teoría del espejo para volver a mirarse a la cara, son demasiadas consecuencias. Esa frase intenta definir al poder como una enfermedad; o peor: a la disputa ´política como una enfermedad que, de desarrollarse, se lleva puesto todo. En verdad, Fontevecchia reacciona con efecto retardado -porque la entrevista es del lunes, anticipándose- y lo que muestra es un prejuicio desmesurado por ciertos mecanismos de la democracia. Y esos mecanismos no son necesariamente una referencia institucional, sino que se trata del mantenimiento en el tiempo de un discurso que no desproporciona la anécdota, sino que la restituye a una estructura de facturación de presente. Cuando Van der Kooy y Blank, en el último programa de Código Político, se divierten con la idea de asistir a la puesta de un relato oficial con relación a Papel Prensa, montan otro prejuicio aún peor que tomarse en joda "la democracia", y es creer que la invención y la adulteración de la verdad, es la misma cara de un poder oculto en el Gobierno Nacional. Blank decía: "Se va ainventar un relato. Se dieron cuenta que tenían que inventar uno..." Y allí reside el problema: necesariamente había que inventar un relato. Para decir algunas exactitudes se debe armar, urdir un trama sensible allí donde sólo existe la dureza del testimonio. El trabajo sobre Papel Prensa es una ficción tan compleja como del Nunca Más, lo que no significa que se esté mintiendo, sino que se está registrando la posibilidad de ofrecer un catálogo de información, que incluya una de las formas de verdad. Al mofarse, Blank posibilita una respuesta. Lo que no tolera el llamado Grupo A, y cierta plana de la oposición, es la tarea de utilizar la invención para sostrener un relato que ni ellos mismos creen. Por eso, en este día 24 de agosto, como nunca tiene mayor sentido el trabajo sobre Papel Prensa, porque estas son las bases por las que algunos abogaron -con consciencia o sin ella- después de acabada la dictadura. Por eso, salen a hablar, y Fontevecchia a dialogar con estos dos periodistas y desmentir lo que todos conocen: que fue un editor y periodista que respaldó el Proceso, por más que él lo haya negado en la entrevista, y tampoco se lo hayan mencionado. Es así: la democracia, después de 27 años, reabsorbió algunos personajes nefastos del periodismo y los puso a orbitar, legitimados desde unos cuantos medios; y también mostró que en el progresismo alfonsinista hubo, como construcción, cierto nivel de tolerancia en lo discursivo, pero cuando ese recurso se agota se empieza a hablar con la voz de otros, porque el guión se acaba alguna vez y más tarde aflora lo que estaba debajo de la superficie, como un cadáver en el río, en algún momento aparece como testigo mudo por màs que haya estado en las profundidades.

jueves, 19 de agosto de 2010

Bulnes 326

Sábado 14, en La Usina, leyendo este poema de Arno Wołica. Nadie pudo advertirlo. Pasó totalmente desapercibido. Lo mismo su presencia.

Una noche en La Usina
(Noc w Elektrowni)

Temimos no saber nunca más
de él en representación de otros
Y para no perder mis gestos
mencionaré nada más un detalle:
"Todo fue perfecto", y segundos
después: "Punto, y enseguida
seguido".

Así el peso de los años
y los días Así cualquier
verdad sea inefable
La palabra apenas puede
apuntar en una dirección
siempre que querramos
Por eso el lenguaje logra
desvincularnos de los hechos.

(La película que ahora
se estaba rodando parecía
ser la de un aficionado
)

A. W.

Arno Wołica en su casa de Koszalin, sin sombrero y afeitado, haciendo los quehaceres. Fotografía actual.

lunes, 16 de agosto de 2010

Los mundos de Arno Wołica (9)

Hay momentos inexplicables, situaciones que llaman por sí solo a confusión. ¿Puede ser que en la lectura tan cálida de ayer en La Usina, Bulnes 326, Almagro, ninguno de los presentes haya advertido la presencia de Arno Wołica? Es verdad que el recital de los Traveling Wilburys fue de alto impacto, pero de allí a no advertir la presencia de uno de los poetas más relevantes de Europa, es al menos llamativo. Uno de los registros fotográficos de Natalia Molina es determinante (ver foto), se lo ve a Arno junto a Horacio Fiebelkorn, dialogando en cirílico (es sabido lo del viaje de Horacio a la URSS en 1989 y su entrevista a Yeltsin), así que las sospechas sobre la presencia de Arno Wołica en La Usina, quedarían prácticamente despejadas. Desde ya, no es sencillo de elaborar una teoría sobre los motivos de Wołica para estar en nuestro país (se habla de una invitación de Osvaldo Aguirre y Helder al Festival de Rosario de este año, pero eso es una asociación extremadamente libre), pero existen algunos indicios que podríamos desarrollar. Eso sí, tres de los Traveling podrían encontrar respuesta a sus interrogantes. Rodolfo Edwards dijo: ¿Quién es este chabón? No entiendo lo que dice. Parece sufrir un terrible impedimento"; Desiderio dixit: "No le gusta que lo filmen. Parece esos aborígenes que se tapan el rostro ante la cámara fotográfica, por esa superstición de la captura del alma"; mientras que el amigo Morfes fue más explícito: "¡Qué cara de muerto de hambre tiene este tipo! De dónde lo sacaste? ¿Por qué no le comprás un alfajor de maizena?", le preguntó a un Fiebelkorn incómodo, balbuceando argumentos. "Sgrrrchhs!", dijo el bilardista. Más allá del registro fotográfico, Fiebelkorn tuvo la deferencia de pasarnos uno de los últimos textos de este escritor notable. Disfruten su poesía, como nosotros disfrutamos ayer con la buena gente de La Usina. Gracias.
Me arrancaron el piercing

A fin de dejar espacio
para las lágrimas
el ghetto se vio afligido
por un gran pesar Parecía
un personaje menor
del Bayaceto Los oídos
todavía quedaron doloridos
y absueltos por la perforación
Poco a poco dejó de escuchar
y se ocupó más tarde
de sus piernas Y tras un golpe
fuerte se desprendió de suyo
la palabra Turquía Así nadie
volverá a dirigirse descalzo
de este lado del mundo
La oreja sangra a volúmenes
cuando un perro aumenta
los ladridos delante de un joven
cuyo perfil es la cubierta
de un libro de Walesa
La prueba irrefutable. Arno dialogando en ruso con Fiebelkorn, el sábado último, en La Usina. No tiene gollete que el platense siga negando su intervención en este tema. (Foto: Natalia Molina)

lunes, 9 de agosto de 2010

Trasnoche

Tuve pesadillas de todos los tenores, pero una de las peores resultó ser esta: caminaba sin rumbo fijo por una calle de La Plata. Parecía ser la calle 58, a la altura de 14, cerca del club vasco, sin embargo no podría afirmar que era esa misma zona, donde años atrás solíamos caminar con mi amigo Sergio Amar, mientras estudiábamos museología. Año 79, 80, aprox. De pronto sentí hambre y quise comerme una cazuela de mariscos. No pude. En el momento en que me sentaba en la mesa, un mozo muy parecido a Pedro Dizán se me acercó, y como el barman que atiende a Jack Nicholson en "El resplandor", me pidió que lo siguiera (ahora que lo pienso, el barman no pidió nada, sólo le daba de beber al beodo de Jack). Lo seguí a Pedro Dizán hasta un apartado de lo que seguramente era el Euzko Etxea, pero de pronto todo se convirtió en el Kenia Sharp Club. Lloré a mares, me emocioné como un abanderado (no, tampoco; es el escolta quien se emociona, por dos motivos: porque está enojado con el abanderado -cuestión de celos profesionales-, o porque no cree aún el haber sido elegido para alguna cosa. El escolta siempre es el relleno del símbolo. El abanderado también, pero cumple con la función de sostenerlo (al símbolo)); bien; estaba emocionado, realmente. Trabajar con Pedro Dizán era todo lo que quería hacer en ese sueño. Dizán me hizo sentar frente a una cámara de televisión, y de inmediato comenzó la trasnoche. Pero la trasnoche Aurora Grundig!! En ese momento me di cuenta que mientras Pedro Dizán comenzaba el Kenia Sharp Club, yo empezaba, o mejor, balbuceaba, la trasnoche Aurora Grundig. Yo también era Pedro Dizán, qué honor. Mientras presentaba una ficha con los actores del film "The Thing with Two Heads", de 1972, Dizán presentaba "The Trip", de Roger Corman, de 1967. Hay que tener mala suerte, incluso en los sueños. Y lo peor de todo: Pedro Dizán descontaba una cazuela de mariscos, y tenía de invitados a mi amigo Horacio y al grupo Procol Harum, cantando A Salty Dog, mientras yo comía un espantoso pastel de amarettis. Qué necesidad. Qué calamidad. Por mi grandísima culpa.