domingo, 29 de junio de 2008

Tres poemas de un inédito llamado "Clásico-moderno"

6

Un cerrarse en banda, en apariencia. Al darme
cuenta me enrevesé. Alguien necesitado
de intérpretes, y muerto más tarde.
No siempre dueños del manejo avant-garde,
algo nos cambia limpiándonos de polvo.
“Los tipos como yo no somos herencia”,
aunque sí, cruzado por lados, calmos
desde un timón al silogismo, pero tratándose
del primer término de un razonamiento, qué tipo
de avance es el que se hereda. O dejamos.
Porque la herencia no tiene nada de transitivo,
y es mochila un enlozado, quebradizo.
Pero a riesgo de decirlo se dice. Hay una forma,
pudiera ser cuadrada, ú oval, manera velódromo.
La forma es necesaria, aunque en un cerrarse
en banda, poco se puede. Qué es una forma,
después del formato. Parece anterior, a riesgo
de perder la plasticidad con que un poema
atrae su poema.

Ahora, ¿desde cuándo la herencia no es suceso
transitivo? ¿No ocurre un pase, un pasaje?
Bueno, me enrevesé; un momento donde
una proposición saltó, quiso darse contenido,
pero semejante empresa -pequeña- hizo piso,
lo mismo que sapo en el asfalto.
Y si nada sigue, no hay para que avance.

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38

Las rutas, abarrotadas de coches.
Vi en uno de esos bordes remolques
dados vuelta, y una tumba con un casco
y una cruz. Más adelante, cantidad
de autos carbonizados.

Debiera tratarse de un mal sueño, pero
en el ojo de la tormenta lo único calmo
es el contorno de la catástrofe. En algunos
lugares el día es menos gris, poco frío,
todo está desierto. No obstante, una escena
semejante no prospera y aquello
por lo que soñamos se alimenta
de perros muertos. Así siempre
se vive asimilado a la autoexistencia.

Todos debiéramos estar retenidos.
La situación de alguien que se encuentra
en ese estado se describe como un episodio
psicótico. De una manera u otra, resulta
borrado lo anterior, conforme la influencia
normativa. “Estás a punto de cruzar el límite”.
“Ahora me acostaré aquí. Soy paciente”.
Quién sabe. Las personas se acostumbran
a la contigüidad: las colas bancarias,
los pedidos de trabajo, la asignación de viviendas.
Fácil de observar en sus rostros; pero elijo
no hacerlo. “¿De cuál lado estamos gritando
ahora? ¿Del muerto? Tomemos lo mejor de él
y sigamos adelante (Gordimer)”. Por qué
tengo que decir esto otra vez. Por qué
debo ser la excepción. En la realidad
hay un exceso de conflicto. Pero también
existe una sensibilidad para las palabras.
Un manchón oscuro en el rosicler. Un dicto
dispuesto para locus. Quién sabe si las personas
se acostumbran a la contigüidad.

En situaciones favorables el proyecto
es, por el contrario, una superación.
Cantidad de coches carbonizados.

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39

El derrumbe del cotillón en la fiesta de mi hija;
Olivia muerta de risa por el estrago del cotillón,
el maremoto sorpresivo de un inodoro-mochila,
un depósito de nada que ver con el dispensario
venéreo, ya mencionado. La caída de cualquier
personaje de Giovanni Papini no podrá amarillear
la ruina de estas celebraciones. ¿Qué todo salió
mal? ¿El tiro por la culata? ¿El revés por la trama?
¿La dinastía Tang hecha jugo, decenas de siglos
después? Parece la obra de un border, pero no
tanto. Que trague durante dos horas tiza en polvo,
si así lo quisieran. Y justo recuerdo las tizas
utilizadas por mi hija para tachar un insulto dirigido
a mí, por cuestiones que ahora, sin relevancia.

Era un insulto insoslayable. Una forma de referirse
a una de las abuelas (cuál, no sé), con el fin
de que no pasara inadvertido. ¿Y justo iba
a moler esas tizas, sólo para mantener una frase,
para nada verso? Mi hija está convencida
que fui el responsable de la caída del cotillón,
justo en su fiesta. De ahí el insulto, aunque
luego fue tachado, y más adelante sobrescrito;
de nuevo una palabra con rumbo amoroso.

Pero no escribió sobre lo impreso, sino tachó
y sumó lindante a la cancelación nueva palabra.
¿Cuál palabra? Ahora no es materia. Sin duda,
logró desmerecer esa noción de sketchbook
zanganeando tiempo en mi cabeza. Siquiera
notación. Consiguió familiarizar una frase,
luego invalidada con otra, de diferente.
Y las dos conviven, a su manera.
Lo tachado asimila en existencia.

jueves, 26 de junio de 2008

La forma natural también es un Estado

Cacciari dixit: "Que no haya una verdad; que no haya una constitución absoluta de las cosas, una cosa en sí: esto mismo es un nihilismo, más aún, es el nihilismo extremo". Lo decía con relación a Nietzsche, aunque su crítica de fondo subsumía la idea del Estado como totalidad. Para Cacciari el Estado tiende a concebir la propia forma como forma natural. Esto puede leerse entre las bambalinas de ese nihilismo extremo, que hoy podemos rescatar como una verdad a punto de revelarse: es decir, algo que aún no es válido, que transcurre en su certeza de validez, pero que si no llega a concretarse como verdad, no consigue ser un absoluto.
¿Y para qué se necesitan, a esta altura, los absolutos?
El Estado peronista de los 50 se montaba en un decálogo de "verdades" que fueron refutadas por una dinámica que el propio peronismo siquiera podía seguir al pie de la letra. En la actualidad, menos que menos. Que para un peronista no haya nada mejor que otro peronista (es decir, en la versión del 73: "para un argentino...) sugería la búsqueda del símil ejemplar, lo que equiparaba a un ciudadano corriente con un corriente de pensamiento, lo entiendan o no aquellos ciudadanos. Es decir: todos somos peronistas, o como apuntaba Massimo Cacciari, entender la propia forma como forma natural. Y esa naturalidad no critica las falsas pretensiones de la verdad, sino la verdad en sí, como ideal, tal lo apuntaría cualquier pensamiento proto-deleuziano.
Sin embargo, esa verdad que progresa, en el sentido cinético de la palabra, se basa en el reconocimiento de los contrarios, como una fórmula de progresión. Pero no basta tampoco con detener los contrarios antes de la síntesis que los reconciliaría (Blanchot), ni inclusive con dividir la sociedad argentina en una pluralidad de centros de dominio cuyo principio, aún sintético, sería la voluntad de poder. El tema es que la síntesis habrá que construirla, no buscarla como si fuese el tesoro perdido de un Crusoe traspasado por Coetzee. Cuando desde distintos medios de comunicación se habla de que cese la "confrontación", lo que se está pidiendo no es un canto a la unidad, sino que una de las miradas con la que se disputan requechos de poder (campo, gobierno), deje de ejecutar su punto de observación de la realidad. El escritor Martín Rodríguez se preguntaba en su blog si "la democracia no habría empezado por estos días", no como una manera de sincronizar los hechos de hoy para un futuro hipotético, sino como el entendimiento de una mecánica de conflicto constitutiva, y que está en la genética del país. En ese contexto, la idea de verdad inalterable del peronismo (sin duda, su punto más rebatible, porque lleva a desmoronar su matriz humanista y católica) cae como consecuencia del funcionamiento de un movimiento político que es todo un sistema de país en sí mismo. Las contradicciones forman parte de una manera de socializar al individuo; sin contradicciones, los sucesos se vuelven planos, unívocos, y por lo tanto, doblemente más peligrosos. Durante el menemato, ¿no existió en fila india una clase media, baja y alta, ocupada de un provenir tanto efímero como inmediatamente placentero, sólo porque una moneda parecía lo suficientemente fuerte para ampararnos? Después, qué importa del después, como dice el tango. En esa época, gobierno y clase media habían sellado una alianza natural de no confrontar hasta tanto "no existieran más pobres". Casi lo logran: porque la existencia de 30 por ciento de desocupación, lejos de amplificar una clase ya pauperizada, también estaba matando su contenido, creyendo que la pulverización de los absolutos traía aparejado uno mejor y más contemporáneo: el individualismo.
Por eso, en este conflicto que observamos entre cuatro agrupaciones agrarias y el gobierno, las contradicciones de un lado y del otro consiguen elaborar referencias cruzadas sobre qué es y qué cosa es lo que cada cual defiende. Me quedo con este fragmento de pensamiento nietzschiano, rescatado por Maurice Blanchot: "uno siempre se equivoca, mientras que la verdad comienza en dos: de allí la necesidad de la interpretación". En este caso, de la elección. O como diría Sergio Pángaro, en su canción: "Si me engañas, enfrenta y dime la verdad". Pero una verdad adulterada por la invalidez. ¿No es eso lo que estuvo sucediéndonos, creyendo que era una vida maravillosa?
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El platense Sergio Pángaro y Baccarat, interpretando Adivina, 2004.

sábado, 21 de junio de 2008

Una rata llamada MARCUSMILLER ("Famelic Rat", la saga de la rata, historieta de Raúl Arteca)


1: MARCUSMILLER: ¿rata famélica? ¿Envenenada?
2: Siempre con el engaño, la estratagema barata del muerto ficticio. Y tras una identidad emparchada por gafas de 3,50, se esconde uno de los planes macabros más impredecibles y escalofriantes. Que el destino nos guarde protección


3: El colmo: se esconde y hace burla. Infantil, maléfica. Una chanza entre silenciosa, cobarde y anticipatoria de un plan perfectamente orquestado desde las sombras. Asco.
4: No advierte nuestra cámara oculta: de espaldas, como operan los hipócritas, otea el horizonte y ataca sin piedad al círculo italiano del placer. Lo más revelador: se advierte su verdadero tamaño: un Godzilla de las cloacas.

5: Reventada de palmitos y panceta, se recompone y practica un ejercicio de inversión cercano al yoga. Nos toma el pelo y en seguida se saca la máscara: terrorismo en puerta.


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Portada de "Famelic Rat", historieta de Raúl Arteca. En próximas entregas, más.

viernes, 20 de junio de 2008

Rata II

(Segunda secuencia de Famelic Rat, por Raúl Arteca)
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La rata, aparentemente muerta, revive. El queso, ¿estaba envenenado? ¿Basta un mínimo de pócima para liquidar al roedor? ¿Y si la rata es inmune? ¿Y si la rata, derechizada por las circunstancias, consigue por influencias un antídoto que la resguarde? ¿La rata toma sol porque es coqueta, o porque se ríe de nosotros que la miramos pensando que otro veneno, esta vez más potente, finalmente la mate? Qué rata, la rata.
Dijo el autor: "Siempre con el engaño, la estratagema barata del muerto ficticio. Y tras una identidad emparchada por gafas de 3,50, se esconde uno de los planes macabros más impredecibles y escalofriantes. Que el destino nos guarde protección".
Así sea.

miércoles, 18 de junio de 2008

Rata

(Famelic Rat, historia corta de Raúl Arteca)
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Pongale nombre a la ratita. Firme su defunción. No llore por ella. Parece, pero nada tiene de simpática ¿No le resulta conocida? Es su hora. No basta con alegrarse, nada tiene de especial. Es sólo una rata. Esa misma rata. Repugnante.

lunes, 16 de junio de 2008

Lo que opina Masotta

Otra cosa es esa mirada que participa de lo mirado, ese platonismo al que Oscar Masotta le endilgaba a Güiraldes, en Don Segundo Sombra. Ver es participar, pero también integrarse, y no veo en los discursos de los dirigentes rurales, que a esta altura más bien son recursos de la retórica, otra cosa que la mirada integradora por posesión. Es evidente que los dirigentes, con la cabeza de De Angeli, justamente a la cabeza, observan la radicalización de su propio lock-out, como una situación paisajística en la que no se involucran, aunque aprendieron a soportarla. También entendieron que existe una realidad multiplicada, y que en ese accionar de la realidad, lo que antes estaba encapsulado (la problemática agraria ante la sociedad) ahora, gracias a la invaluable ayuda de algunos medios, es una multiplicidad (la horrible multiplicidad del fascismo, diría en clave de rizoma). Lo que demuestra esta particularidad del conflicto entre un sector productivo y el gobierno, es que la palabra está deslegitimizada: Carrió dice fascista al gobierno de Cristina. Carrió rompe con el ARI porque no la contenía, porque no era su proyecto; se une a Telermann, unilateralmente. De la misma manera, escapa, cuando no consigue ganar la elección contra Filmus y Macri. Ante la duda, disolución, rezaría (obviamente) el lema de Carrió. Después inventa la Coalición Cívica, un nueva Alianza, pero más berreta, e incluso, más liberal. Y allí propone que la rodeen, como Jesús en la Montaña, a una serie de Apóstoles con un historia de fracasos espantosos, y a un lazarillo predecible como es el diputado Adrián Pérez. Desde ese púlpito deslegitima: le habla a la cámara (en el programa de sus monaguillos: Nelson Castro, Luis Majul, Mariano Grondona, etc.), le habla al pueblo, y vaticina que las cosas empeorarán, que probablemente haya muertos, pero que después vendrá la alegría, la felicidad. Eso es la descripción de un deseo de que todo sea arrancado de raíz, es decir, el "neo que-se-vayan-todos" que también le cupo a Carrió, pero que ella misma birló con inteligencia el pedido general de transparencia utilizando la complicidad con los medios de comunicación. Y algo más: ¿por qué esta mujer no debate? (hace dos semanas atrás, en un programa de televisión y estando presente Edgardo Depetri, diputado kirchnerista, dijo que con Depetri no debate, que esas no eran las condiciones de la entrevista). Esta mujer, ¿realmente cree que es Hannah Arendt, o una intelectual cuyos interlocutores sean pensadores de primera línea? Un psiquiatria a la derecha. ¿Y no hay periodistas de supuesto renombre que discutan, por lo menos, que cuando se manifestan diferencias con un gobierno no se lo puede calificar espontáneamente de mafioso, fascista, o corrupto? ¿Todo eso, no es demasiado? Y ese chico de dieciocho, diecinueve años, en las inmediaciones de la quinta de Olivos, caceroleando, con un cartel que decía pocas y despreciables cosas sobre Montoneros, ese chico, ¿tendrá la más vaga idea de lo que hace? ¿Por qué tengo la obligación de pensar que es un golpista destituyente? ¿Y si sólo es un boludo? ¿Y si no es un boludo y es, lo que creo, un irresponsable que ejerció su voto por primera o segunda vez, y las instituciones les importa un bledo, y por lo que digo, mucho menos su voto? ¿Montoneros? El problema del país no son los montos, no podrían serlo nunca. Si hablara de la cantidad de gente al parecer progresista, socialdemócrata, que desea que a Cristina le suceda lo de Fernando de la Rúa, sólo por ver a un gobierno peronista barrido "por su propia medicina". ¿No serán personas incapaces de pensar más allá de su falta de audacia en imaginarse una vida diferente, sin rituales ni saltos más allá de amantes ocasionales? ¿Otra vez las derrotas personales quieren suplantar una vida sin (a)tributos por la solución mágica del aburrimiento? Tal como se ve, el 2001 dejó una enseñanza aún peor que el desmanejo de una crisis: que los gobiernos pueden caer por intereses particulares (lo del corralito, en definitiva, fue eso, no jodan) y que la oposición (no sólo la formalizada partidariamente) ahora se traviste como comunicadores otrora hiperdemocráticos (Castro, Magdalena, Lanata, etc.), pero que no ocultan su queja por la forma de hacer política de los Kirchner. ¿Qué si les tiene que gustar? No existe obligación, y por opinar diferente no merecen ser tildados de golpistas. Pero aquello del tono soberbio y autoritario que le endilgan a la Presidenta, ¿no le cabe también a Biolcatti, De Angeli, el manejable Buzzi? Y allí, cuando se pone este punto de igualdad (como si fueran contendientes equiparables los intereses agrarios y el gobierno), es cuando ocurre el nuevo descubrimiento democrático a nivel discursivo: "el gobierno es el que tiene la llave"; "el gobierno tiene la obligación de negociar, de hallar la paz interior" (Carrió, Gandhi). ¿Por qué? A ver, no me pregunto por qué tiene que existir "la paz interior", no se discute el tema de la paz; sólo digo, con esa pregunta, ¿nadie que no fuera el gobierno tiene la obligación de ceder posiciones? El discurso pseudo-democrático le otorga reconocimiento de poder al gobierno, al punto que lo socava. Porque aquellos que le piden el ejercicio del poder, no quieren que éste sea condición sine qua non de este Ejecutivo. De Angeli le pide a la presidenta que abra el diálogo, pero al mismo tiempo le pide el cambio del modelo económico, y segundos después, le habla de nuevo a Cristina a través de la cámara evangelista, y le pide un gesto de grandeza, que si ella lo hace, "el pueblo la acompañará". ¿El pueblo? ¿De Angeli es el pueblo? En otro blog se discutía que ya no existe, siquiera conceptualmente, el "campo popular". Coincido, pero este neo-pueblo conservador de la época del 30, al que apunta De Angeli y Buzzi cuando hablan de la "rebelión del interior", tampoco. Oscar Masotta, en aquel artículo llamado El platonismo de Güiraldes, que más de un periodista televisivo debiera leer, expande aquel concepto remanido pero real, sobre Don Segundo Sombra, al decir que el libro compone la figura del peón pero vista por el patrón. Masotta dice que eso es insuficiente: que la figura del peón es simplemente vista, mirada. Para Masotta ese texto es la contribución de la literatura gauchesca de velar por las relaciones de clases, lo cual convierte al propietario de bienes raíces en la imagen de un propietario de bienes raíces. ¿No es eso parte del problema? Justamente, porque en ese mirada pretendidamente laica de la democracia, quiere igualar al hombre de campo (es decir: el de "bienes raíces") con los peones y pequeños productores. ¿Se nota la diferencia? Los dirigentes rurales y parte de la oposición quieren que adquiramos una nueva versión de la democracia, donde todo es higiénico, los intereses son sólo los del pueblo, y las expresiones golpistas son manifestaciones espontáneas. No hay clientelismo en la derecha agraria: hay espontaneidad y naturalidad, lo mismo que los pastizales barridos por el viento campero. Para bucólico está bien, pero de allí a imaginarnos a Sarah Kay y la Familia Ingalls cortando rutas, es suficiente. Prat Gay, Patricia Bullrich, Miguens, Pinedo, Grondona, Castro, Cecilia Pando, Solanet, Enrique Olivera, Gerardo Morales, De Narváez, etc, tienen ese discurso homogéneo de la democracia agraria. No lo sé. Sí sé que son la Mesa de Enlace de la Oposición Partidaria, y una muestra patética de otra forma de hacer política, o de desarmar la política con fines supuestamente institucionales. Recordar el punto: no sustituir la democracia por la restauración. Entonces, ¿esta democracia funciona sólo con la imagen de quien ejerce el poder? Es decir, ¿quién gana las elecciones impulsa su manera de interpretar la democracia? No está mal, pero ¿quienes no están en el poder, pueden imponer su mirada sobre lo mirado? ¿La democracia no la construimos todos, o bien, se impone entre todos, o nada: no se impone? ¿Y con este concepto qué hacemos? Al querer igualar al peón de campo y los pequeños productores con los que manejan los pooles, este reclamo viste de una belleza moral a quienes antes eran despreciados y hoy no sólo son un capital político, sino algo peor y más revulsivo: se han convertido en las bases de esos pooles. Ese es el error cometido por el gobierno, dejar que se transforme un sonido en un reclamo, y que encima, parezca justo. Aun falta mucho. Será la hora de que Don Segundo Sombra fuese reescrito, pero al revés, como propuso Oscar Masotta. El peón no deberá ser el reflejo en el que el patrón se contemple, sino carne pura, para que el patrón se convierta en fantasma. ¿Qué imagen de pueblo acaba de reinventar la "Mesa de Enlace"? ¿Qué nueva forma de muerte de la democracia argentina se propugna ahora?

sábado, 14 de junio de 2008

Hard & Folk

Sea lo que fueren, los regalos no se devuelven. En este caso, dos joyitas improbables tratan de sacarnos de la crispación general. Los dos temas son para Horacio y Martín, indistintamente, para que funcione como rescate. O para que funcione, punto. Como me robé el regalito de Horacio para Martín (Wyatt, sillita, believer), les regreso dos. Los amigos de De Angeli, abstenerse.




Fotheringay interpretando el tema Gypsy Davey en 1970. Sandy Denny-vocals, Jerry Donahue-guitar(solo), Gerry Conway-drums, Pat Donaldson-bass, Trevor Lucas-guitar.

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Atomic Rooster interpetando Tomorrow night, 1971. Miembros: Chris Farlowe, Paul Hammond, Vicent Crane, Carl Palmer, Nick Graham.

martes, 10 de junio de 2008

Adjetivo

Estaba pensando en una frase de Alan Pauls, durante un coloquio en Grenoble, 2004, sobre el César; Aira, claro. Mientras pensaba la frase me corregía mentalmente, como si el esfuerzo de traducirme fuera lo único representado por la producción. La frase es una cita que Pauls recuerda de uno de los veinticinco mil libros editados por Aira (el número, exagerado, claro, pero en cualquier momento posible, por suerte), y se trata de un fragmento del Diario de la hepatititis. Bien, Pauls recuerda aquello de la "ondulación de la realidad", a la vez que niega el concepto, venido quién sabe de dónde, y dice, reafirma, Aira, decía Pauls, que la realidad es adjetivo, y como se sabe, el adjetivo es el HIV de la frase: la inocula, por no decir que la hiere mortalmente. Sucede en la narrativa, pero en la poesía sus aparición triplica los efectos nocivos, logrando lo más temido: la frase, el verso, cae; el esteticismo ocurre; el artificio, siempre necesario (porque si no no habría escritura) se vuelve pura afectación, revalúa la frase-verso hasta emparedarla y quitarle la última gota de oxígeno. Por supuesto, creer que los males de la literatura provienen de ese efecto providencial que es el adjetivo, es irrisorio; tanto como entender que sin el adjetivo, se planta sin atenuantes una literatura sin atributos, es decir, hiperreal. Tampoco. ¿Y bien? Es difícil comprender qué cosa dice el escritor con la ondulación de la realidad, porque más allá que Aira, así lo recuerda Pauls, trata a la realidad como un adjetivo, es claro que nuestro autor de Pringles tiene una idea sobre cualquier realidad, proporcional a su escritura. Y cuando hablamos de proporciones, hablamos de un todo. En el detalle está el todo, la totalidad, la supervivencia del estilo que es la simulación de un modelo. Ahí está el artificio. ¿Qué hace, escrituralmente hablando, Aira? Nos proporciona relatos donde existen vaivenes, ondulaciones, que están en directa relación con el plano discursivo. Se dirá que todo se da en el plano discursivo. No siempre. El discurso no modela el procedimiento; el procedimiento es anterior al discurso, a la escritura (para que se entienda), porque en difinitiva se trata de un estado mental. Ser escritor parece ser un estado mental previo a escribir. Semeja verdad de perogrullo, y francamente, no sé si puede leerse de otra manera. Pero es difícil transferir aquello que es pensado como procedimiento y volcado como escritura. Es un estado mental que hace que la palabra realidad, cuya cadena de sentido es la ondulación de la, provoque la pulsión adjetival. El efecto letal es estar leyendo un concepto de resolución rápida, efectista, que cae como anillo al dedo para quienes buscan sentencias que puedan repetir entre estudiantes de primer año de Letras, con lo que el escritor debiera romperse la cabeza y buscar alternativas a la frase-verso distintas al origen. Por eso, mientras se escribe se reescribe, o más bien se inventa una nueva génesis del procedimiento, y en ese mecanismo reside la base de cualquier estilo. Habrá que escribir, como si fuera verdad que la ficción es el misterio sin cumplir de las predilecciones. Cayó la frase.

sábado, 7 de junio de 2008

Fue

Justo el 7. Precisamente este día. No podía ser de otra manera. O podría haber sido, tal vez, y por eso mismo, fue, lo dispuso. Se acabó. Ni lugar para la alegría. Ni siquiera para exponerlo nuevamente entre los futuros blanco fijos de una sección dedicada a traidores a la patria, de un vieja revista Militancia, del Peronismo de Base. Por eso mismo, porque alguna vez deseé que le sucediera lo seguiré deseando a pesar de que todo ya está consumado. Que lo llore quien deba llorarlo; en un viejo casino de oficiales; en la fantasmagórica Plaza Malvinas, de La Plata, donde antes funcionara el Regimento 7 (sí, justo el 7) y donde fusilaran cuarenta y pico de años atrás a algunos militares nacionalistas contrarrevolucionarios del gobierno de Aramburu; tal vez lo extrañe una próxima protoplaza del : bien, expectoro. Nada cambia con su final, porque estaba acabado. No es recomendable sacar conclusiones cuando se pasa del orden filosófico al político, pero con él el liberalismo perdió una pata de anclaje para futuras generaciones de neo-empresarios que quieren al país. No alcanza, claro. Que no suceda más. Que nunca sea un adjetivo para encadenarlo al sustantivo más rancio. Qué alegría da, no? Será así? Estará mejor distanciarse del hecho fortuito que provoca el cese oportuno de una vida como esa? Qué tranquilidad, aunque sea efímera, naïf. No lo respeté, no lo quise, ni nada. Repulsión a secas. Jamás se puede respetar a una persona de esa calaña, porque eso sería tener una decisión a posteriori de comenzar a coincidir con él. Ahora me pongo a escuchar un tema furioso de una época furiosa de un automóvil a 240 km p/h por una carretera parisina. Ése es Miles Davis. Un artista, claro. El tiempo que escucho a Miles se integra al epitafio para aquél que sueño entre estas cuatro paredes. Uno menos. Ése podría ser un epitafio, o mejor, la marca rápida de un aerosol en las fachadas de las casas. Todo fugaz, de primera instancia, dejado por el primer pensamiento que cruza feliz por la cabeza.



Miles 1971. Con Miles Davis, Keith Jarrett, Chick Corea, Dave Holland, Jack DeJohnette, Airto Moreira y Gary Bartz.

viernes, 6 de junio de 2008

Me acordé de Libertella! *

El 7 de octubre de 2006 se conocía la noticia del deceso de Héctor Libertella, un escritor distinto, antifuncional, una persona que leyó y escribió sobre la superficie del discurso lógico, “organizado como la sintaxis que lo acarrea”, como diría Severo Sarduy en el prólogo a El paseo internacional del perverso, de Libertella. Pero ¿quién fue Héctor Libertella?
Algunos de sus libros –El camino de los hiperbóreos, Aventuras de los Miticistas, Personas en pose de combate, Cavernícolas, etc.- funcionan como la imagen especial de un fenómeno de desvío, y por ese mismo hecho, sólo atraen la acción sufrida sobre ciertas caras, o ciertas partes de la estructura ficcional.
Todos sus textos, incluso los específicamente críticos, se urden en un mecanismo si bien simple, no por ello simplista: 1) sustraer-seleccionar, 2) dividir y 3) elegir. La sustracción a la que siempre aludió Libertella se relaciona con aquel posicionamiento de Roland Barthes sobre la cultura: el creador es aquel que maquilla con mayor astucia una mercadería robada, para luego reinsertarla como nueva. En ese mecanismo ingresan las distintas maneras de intervenir sobre la construcción de un texto: desde la traducción hasta el pastiche; desde el collage al hipertexto; desde la retórica a la escritura ideogramática del Paseo internacional… Pero es en Libertella, precisamente, la búsqueda y la captura de un sublime visual lo que cristaliza su escritura. Ese sublime visual es el conjunto del tiempo. Lo dice Deleuze sobre Kant, pero con ojo fenomenológico. La apariencia, así, se vuelve en este escritor un acontecimiento real, porque se desliza en la superficie de la lengua. Y es también la inmensidad del futuro y del pasado, en tanto sucesos simultáneos, y que sólo son simultáneos en el conjunto del tiempo, lo que concierne en sus libros. En los tres relatos-nouvelle de Cavernícolas esto se observa más palmariamente. Allí Libertella reescribe los escritos de Antonio Pigafetta y los instala en una devenir inadecuado; o bien traspola la figura del artista Jorge Bonino (1935-1990) y la vincula con la del plástico y performer pop Alberto Greco (1965 died), para terminar en el relato Nínive, donde la arqueología foucaultiana se traduce en una prospectiva sexual, hundiéndose en las misma caverna platónica, tantas veces aludida.
En su texto Ensayos o pruebas sobre una red hermética, el movimiento acrítico no es extensivo, y se traduce como el desplazamiento de un móvil, un símbolo móvil. Pero hay otra cosa: tenemos el movimiento intensivo. La intensidad es un movimiento y, evidentemente, no es un desplazamiento en el espacio. En esas “intensidades”, que es la producción de sujetos camuflados por el lenguaje, se traza parte de la visión periférica de este escritor tan singular.
Y está también, finalmente, su palabra fetiche, que trazó los últimos textos, tanto ficcionales como críticos: patografía. Libertella intenta en esa distinción marcar una diferencia, sobre todo con algunos escritores. Están aquellos ligados al carácter, al pathos, donde coloca al colombiano García Márquez, no sin ciertas dudas sobre esta genealogía antojadiza; están aquellos a los que llama literatos, sometido a la ilusión de la literatura, como Borges, y claro, están los patógrafos, que serían esos escribas que emiten “señales intermitentes que se corresponde con cierto orden de la lengua”. Se trata de quienes saben deletrear su propia enfermedad, y cuyas obras son efectos parciales de una obra más completa, pero cuya lectura atrae un concepto sometido últimamente al mayor de los ataques: el verosímil. En esa “familia”, Héctor Libertella incluye, entre otros, al mexicano Salvador Elizondo, a los argentinos Osvaldo Lamborghini, Manuel Puig y César Aira, al cubano Lezama Lima, al chileno Enrique Lihn, en su versión narradora, etc. Lo verosímil entendido, en sus elementos iniciales, como la verticalidad del estilo y la horizontalidad de la lengua. El estilo como núcleo de la persona, y lo horizontal trabajaría sobre la lengua como formación social. Libertella conocía que la sola fusión de esos elementos era insuficiente, y apenas una alquimia perversa.
No siempre comprendido, pero muchas veces leído, Libertella debiera ser ahora reeditado, corregido, citado, con el fin de seguir verificando la secuela de una literatura surgida a fines de los sesenta, interrumpida pero no muerta en los setenta, y nacida de sus propias ruinas en los ochenta-noventa. Y bien, es posible seguirle los pasos a la escritura de Libertella; lo que no surge posible es marcar hasta dónde llegan los signos de su familia literaria. Hay nombres, y perspectivas. Y su distingo pareciera ser ese doble juego de espejos al que abrevó con tenacidad en sus libros: la desaparición de la imagen y la imagen de la desaparición. Sonido argentino.
RIP Libertella, Bahía Blanca 1945- Buenos Aires 2006. Continuará.
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*Editado en Tinta de radio, revista de Radio Universidad de La Plata, con el título "El paseo final del perverso".

Resultados de la encuesta "¿A qué ensayista y/o crítico literario jubilaría para siempre?"

Ricardo Piglia
3 (30%)
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Alan Pauls
2 (20%)
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Beatriz Sarlo
1 (10%)
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David Viñas
1 (10%)
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George Steiner
1 (10%)
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Alberto Giordano
1 (10%)
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Octavio Paz
1 (10%)
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Votos: 10
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  • Sin votos: Debord, Cippollini, Yépez, Dalmaroni, Deleuze, Cueto, Masotta, Verón, Porrúa, Armand y Kristeva.