martes, 31 de marzo de 2009

Y antes que el olvido nos

Lo que quiero recordar es una calle. No sé ni para qué.
(Antonio Cisneros)

1. Enseguida me vino a la memoria. Con el "Canario" Coradazzi, transportando a mano un armario de chapa desde la planta baja de la facultad de Humanidades de La Plata hasta el segundo piso. El "Canario" me preguntaba sí podía sostenerla, porque en verdad pesaba una tonelada. Podía, dije, pero se me zafó, porque en verdad no podía, y atajé, instintivamente, el armario con la muñeca izquierda. Corte profundo, sangrado profuso. Me vendé con un pañuelo y seguimos. Usaba pañuelos de tela, aún no se estilaba utilizar los descartables. Colocamos el armario y nos quedamos mirando ese armatoste unos minutos, largos minutos, una paquete de tiempo que parecía un océano, precisamente porque queríamos que no se terminara. Era principio del 83, meses antes de las elecciones, y ese armario de chapa fue lo primero conformó el recuperado Centro de Estudiantes de Humanidades. Nos dimos la mano, un abrazo: él radical, yo peronista.
2. 8 de Junio de 1984. Se funda la agrupación Leopoldo Marechal, primer nucleamiento peronista estudiantil en La Plata después de la dictadura. Todos los partidos fueron a saludarnos y participaron del acto. Había protocolo democrático, pero también afecto de raíz por quienes hacíamos semejante acto de reparación y afirmación partidaria. Nunca ganamos una elección en Humanidades, por aquella época.
3. Un típico servicio entró al cuarto oscuro, durante una elección de centro de estudiantes de Humanidades: año 85. Tardaba cantidades. Cuando salió, lo frenamos entre tres. En nombre de las distintas agrupaciones, se le secuestró boletas. Había robado varias, y no sólo eso: las había roto. El servicio dejó la facultad. Perdón, expulsado.
4. Febrero 1982. Un grupo de 500 estudiantes de distintos partidos acampan frente al rectorado de la Universidad de La Plata, pidiendo que se derogue el arancelamiento. La manifestación estaba rodeada de miembros del Ejército. La noche completa, esperando lo de siempre: golpes, patadas, lacrimógenos. Se quitó el arancelamiento días después.
5. Bigadieres cruzan el patio central de Humanidades. Siete de la tarde, junio del 83. Un frío de aquellos. Los milicos pasan impávidos en medio de carteles políticos, panfletos y reclamos sobre detenidos-desaparecidos. Se dirigen a participar de una conferencia sobre Geopolítica, en un aula de la facultad de Derecho. Eran dos miembros de la Fuerza Aérea. Nosotros eramos cincuenta, por lo menos: peronistas, maoístas, independientes, radicales, reformistas, comunistas, trotzkistas, intransigentes, etc. El uniforme de ellos, impecable, fue barrido a escupitajos y gritos pelados: "Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar...". Miedo y semblante era la ecuación perfecta en los rostros de los mimebros de la fuerza.
6. Sufrí la victoria de Alfonsín en el 83, pero fue un alivio la democracia. Y más allá de esto, en esa época sucedía algo más visceral: fue un alivio caminar por las calles sin que te tomen por sospechoso. Nunca lo quise a Alfonsín, incluso cuando los argumentos le favorecieran. ¿Importa? (se preguntaba Osvaldo Lamborghini: ¿a quién le importa lo que importa?)
7. Cuando lo medular toma distancia del tiempo, se vuelve un apartado del pasado, un zócalo donde acumular el polvo que abandonamos, sólo porque nada peor se nos echará encima.
8. Decía: en el 83 la palabra era alivio, definitivamente. Y ahora que es sencillo tomar distancia, lo veo todo con cierta claridad, más no tanto. Alivio. Lo más cercano al agradecimiento.

sábado, 28 de marzo de 2009

José Kozer cumple 69

El maestro cumple años. Un ser maravilloso, bondadoso y generoso llega a los 69. A continuación, un poema recién recibido, inédito del excelente poeta cubano y después, un saludo-poema de un servidor, más un video de José leyendo alguno de sus textos. Disfruten de una buena lectura de poesía. En su carta, decía, "desde acá va el beso, rápido, que se me salta la lágrima retrechera". ¿No parecen palabras que solas se mastican?

DE SENECTUD


En efecto, la nariz caída, la punta enrojecida, moquera, y en
el traspatio, moquillo de las
gallinas picoteando sucia
verdolaga.

Cotidiano, el lapso mental constante, casi alegra ver surgir un
pensamiento (imagen) algo
que hacer, tarea a completar,
la vecina (¿cuál?): y lo que
dijo el rapado bajando juntos
en el ascensor a recoger el
correo, ah el correo, todo al
instante verlo baladí borrase:
conato, y nada: lo incoado,
nada.

El chiste que dice que si al despertar nada duele, señal que
has muerto. Nadie ríe.
Alguno que otro sonríe.
Papá, dicen por ahí, se
repite. Mamá le pide que
acabe de sorber la papilla.
Pide papá un vaso de
aguardiente, guisote de
res, ajo, papa, cebolla,
y de postre fabada: anda
ya, deja de guapear y
termina el sopicaldo, la
avena aguada, la manzana
asada, bájalo todo con agua.

El agua deteriorada del mediodía que ya a las seis de la mañana
mostraba al ojo del buen
cubero su piltrafa, la
herrumbre pasada por
agua del agua, la ósea
filtración de la madre
fallecida cuánto hace
a qué edad dónde (y
no en el certificado
de nacimiento) vino
al mundo: un eco
mental proclama
nuevo lapso mental,
queda en el aire
bailoteando un etc.,
entrecortado.

La cantina, hay que comer caliente, nos la deja un lazarillo en el
quicio (toca el timbre) de
la puerta (se esfumó): qué
impaciencia. Agacharse,
alzarla, olisquear, el plato
sobre la mesa, el juego
de cubiertos, el vaso
amarillento, bien calzada
(cerciorarse) la dentadura,
y a la carga: papa majada,
una chuleta de cordero,
ensaladilla rusa, casco de
guayaba o fruta bomba,
habría que aprender a
hacer tisanas combinando
tres o cuatro yerbas
medicinales. Remedios.
Cocimientos. La verde
actividad, nadir deshecho.

La última violencia, tilde sin letra. Ahí va, velocidad de un cohete,
por el espejo la veo olisquear
mi presencia encogida (¿de
hombros?): soy fácil de
olisquear, olor a viejo, ese
olor a nata olvidada en la
cazuela donde hirvió la
leche, entre agujeros:
cuajarón, caseína fétida,
aterido calostro que la
amarilla perra de largos
dientes cariados, de
nicotina estriados, reconoce:
gira, se me planta delante,
venia, brazada de calas, no
quiero, en bulto la deja caer
sobre mi regazo, ¿huelen?,
¿queman? Huele el espanto.
Ésta ha sido la última
violencia, qué duda cabe,
se aleja, me adormezco
(¿igual que los patriarcas
de Israel?): inscriben unas
palabras en las que falta
la tilde, falta de plástico la
cala que ha de ir en el pico
del ángel que anuncia mi
renuncia a estarme quieto.

José Kozer

Sesenta y nueve chirlos después, recibo la orden
en secreto y escribo: “Es un martirio no verlo otra vez”.
Entonces creo en los sometimientos, en la naturaleza
de lo sometimientos, en su ahorro de a tercios, de porcentuales
irrisorios, mezcla de plasmo e indo, supongo que mis líneas
llevarán un poco de calma, no me volveré cetáceo ni escupiré
mi reclamo por no haberle escrito antes. ¿Sabrá de sobra
cuánto, de sobra conocerá, al dedillo, conocerá el tipo de calor,
la muestra de sangre que elegimos compartir una vez
cruzados en vida? A este hombre se lo quiere porque quiere;
es decir, porque él necesita querer, y porque esa necesidad
también es nuestra; es decir, jamás fue nuestra hasta que nos
fue enseñada por él, y su amor a ellos, que somos nosotros,
es decir (again), su amor nos hace ellos, y nos vuelve nosotros
justo en el momento donde seríamos nada ante nadie. Sesenta
y nueve sopapos después, se lo quiere porque siempre
necesitaremos de él. Porque ganó tantas batallas sin que
supiéremos cómo confortarlo; porque su hogar es parte
de una misma tirada de hormigón. ¿Sabrá desde antes
de escribir cómo se lo necesita? Entonces habrá qué decírselo.
Se lo diré de una vez. No pasaré un día más sin decírselo.

M. A.


Kozer leyendo. 14 de Marzo de 2009

lunes, 23 de marzo de 2009

No matarás

Esta noche se precibe un temor visceral. Mi hija duerme y tengo un temor de aquellos (ninguna valentía cuando se trata de desacoples de superficie). Dije que siento porque es lo que me sucede, después de escuchar un programa donde la responsable de la Coalición Cívica comparó al matrimonio Kirchner con Ceausescu, y vaticinó que habría muertos debido al conflicto con el campo, ante la mirada aprobatoria -ni siquiera una repregunta- del periodista editor del diario La Nación. Lo cierto es que sentí el mismo terror que cuando una patrulla o un automovil sin identificación, se deslizaba por las calles platenses en busca de futuros desaparecidos. O también: entendí que ese temor tiene que ver con el miedo a perder la capacidad de construir alguna cosa, en su valor de amenaza; y aún más: siento ese desaliento a perder algo que valga la pena, que fuera tan importante para que el sueño nocturno de mi hija tenga cierto sentido. Despertar siempre merece la pena. El mismo temor, la misma noción de arena movediza cuando sucediera el alzamiento carapintada de Rico, o el de Seineldín, o los carcerolazos de medianoche durante la caída de De la Rúa: ese sonido inocultable de la masificación del pensamiento individual, como si eso fuera un patrimonio, un acervo en carbónico de la miseria humana cuando se ve rodeada de fantasmas reconocibles (Tarea 1: leer una vez más "Casa tomada" de Cortázar). Terminar como Ceasescu no es agradable. La señora que habla debiera saberlo. Lo sabe y no le interesa que existan consecuencias nefastas, con tal de privilegiar los términos de su resentimiento. En el caso de esa mujer, pareciera que la cosa anti-K funciona como una suerte de disparador a base de un profundo sentimiento de envidia. Quien siempre se quejó de que el pueblo no la acompañaba con el voto (porque "no entiende", "no está maduro" para comprender la lengua de la verdad revelada) ahora predice que "habrá muertos", y aún más, dijo:"Terminarán como Ceausescu". ¿Y todo por un conflicto de intereses, por una conflagración de una antigua mafia a la luz de una interna partidaria ídem? ¿No será será excesivo el castigo? No se entiende lo que se entiende. Y lo que se entiende no tiene sentido.

Pregunta: ¿No existe acaso un componente ideológico, brutal en lo ideológico, que convierte este conflicto de intereses en una vendetta de otra época? ¿Podrá salir la Señora de la Oposición de su encierro psicótico, de su hipnosis paramilitar, de su contrato amoral con las empresas que apuestan a la locura discursiva y no a la construcción sensata de una alternativa de gobierno? ¿Cuál es la prisa? Y refiero a mi hija porque la veo dormir, y porque alguna vez yo soñé sin salvavidas de plomo tanto como ella, con el convencimiento de un mundo que todo lo contenía, antes de hacerse añicos justo en el momento en que uno comenzaba a entender que siempre habrá momentos de conflicto. Pero esto ya es mucho. ¿En serio habrá que comparar a los K con Ceausescu? (cierto: el video es muy fuerte -como diría el súbdito de la Señora: Luis Majul-; pero valdrá la pena recordarlo, porque a ESE desenlace apunta la líder de la CC; no se trata de un chiste de Blanca Curi vaticinando las perspectivas del país en los primeros meses del año) A aquellos periodistas que "dejan pasar" esas comparaciones (Ceausescu y Sra - Kirchner y Sra), por favor, un llamado a la responsabilidad básica. No se puede desear la muerte así, alegremente, por TV, como si nadie estuviera sensibilizado, como si la defección como sociedad no tuviera su efecto de propagación criminal. No puede ser que la palabra de una anciana de la farándula -la que pidió que "el que mata tiene que morir"- valga tanto como la de la supuesta líder de la Oposición. Esta mujer (CC) se ha convertido en el Thomas Putnam de la obra de Arthur Miller, Las Brujas de Salem (Tarea 2: reelerla). Hay una confección muy atávica en las palabras de la responsable de la CC, como si estuviera en medio de una intervención de los albigenses, en busca de la pureza extrema y en rechazo de todo materialismo (en la época donde transcurre el drama de Miller, claro, el mal estaba encarnado por cierto materialismo de la Iglesia. Qué cosa, ¿no?). Y a todo esto, ¿si efectivamente se comete una desgracia, los periodistas que no repreguntan harán su mea culpa? Porque dejar hablar a una referente política de esa manera tan brutal es alentar lo que hace 33 años sucedía en este país. Algunos debieran saberlo. Hora de parar las antenas. Nena duerme feliz en su cama. Padre escribe. Padre mira. Padre no entiende (Tarea 3: releer "El llanto", de Aira. Sabrán por qué).

miércoles, 18 de marzo de 2009

Securitate

El rabino Sergio Bergman me recuerda a Hugo Mujica. Los dos son devotos de diferentes religiones. A los dos les interesa la seguridad ofrecida por los medios: uno, para referirse a todo lo que se mueve en cielo y tierra (sobre todo cielo) y ofrecer opiniones informales sobre hechos definitivos (la ola de asaltos, la democracia, el aborto, la paz en el mundo, el último concierto de Julio Bocca, el campo, el anegamiento de calles porteñas, el raquitismo tucumano, las empanadas de humita, el carácter de Barros Schelotto, el rol de la cultura en los medios de comunicación antes de la ley de Radiodifusión enviada por Cristina, el rol de la prensa, los conciertos de Mostruo! y Norma, el silencio de las verdulerías, cromañón, la stout y el plebiscito de Chávez); el otro, Hugo, sólo escribe. No era necesario hacerlo.
El rabino Bergman me recuerda a cualquier médico que se convierta de pronto en referente de alguna cosa, puede ser la comunidad toda, así de vago el término sucede. Los médicos sufren la tendencia de hablar sobre el mundo y la aldea, con la misma liviandad con que lo haría un panadero sobre inflación en los Balcanes. El rabino Bergman sabe un montón sobre pocas cosas, y como los médicos devenidos comunicadores o ministros, cree tener la seguridad de conocer el paño, y por eso habla. El rabino Bergman dice boludeces.
El rabino Bergman entiende que ser influyente es asegurar un relato contra lo que llama "el Poder", sin saber que él mismo hace militancia con ese Poder -desde tiempos inmemoriales-, porque de lo contrario no sería el rabino Bergman. El rabino Bergman denunció en Plaza de Mayo a ese Poder que él conoce a la perfección, y no llamó a la comunidad a reclamar justicia, sino a poner fin a una visión sobre los derechos humanos para colocar otra, más agresiva y basada en la inmediatez de las consecuencias lógicas del dolor.
El rabino Bergman quiere asegurarse de que su voto no sea tirado a la basura, y llama a la gente a derretir la voluntad popular y hacerse cargo del voto de los pobres, porque son utilizados. El rabino Bergman está convencido de ello y por eso quiere que voten otra cosa que no sea el oficialismo.
El rabino Bergman cree, en el fondo, que los pobres son todos unos pelotudos porque no dejan que otros los utilicen. El rabino Bergman entiende muy poco del tema, incluso sobre seguridad. Incluso sobre campo. El rabino Bergman apuesta a que exista diálogo, con la única condición de que al final del mismo, sus intereses sean preservados, comprendidos y, ante todo, aceptados.
El rabino Bergman dijo que el pedido por mayor seguridad no es privativo de la derecha. El rabino Bergman tiene razón, pero quien se ataja en el discurso ofrece como única perspectiva una reacción hacia ese discurso, es decir, a entender la contraria. El rabino Bergman sabe con certeza que la derecha está prendida de ese reclamo. El rabino Bergman tiene culpa por llevar adelante exigencias de derecha.
El rabino Bergman está contra "la caja". El rabino Bergman debe saber que esa "caja" es el colchón necesario para soportar la crisis, la fuga de capitales, la estabilidad monetaria y los subsidios a las escuelas religiosas, judías, católicas, o lo que fueran. El rabino Bergman es el Poder que intenta cuestionar. El rabino Bergman se cuestiona a sí mismo. El rabino Bergman es la Securitate de Nicolae Ceasescu: te señala con el dedo y te palmea con la mano. De las dos maneras, más temprano que tarde, te ejecutan. Ejecuta. El rabino Bergman ejecuta un plan muy conocido. El rabino Bergman no es un pelotudo: es un hombre inteligente que habló en voz alta. Pero habló boludeces, porque es el rabino de la farándula. El rabino que jamás conocerá el INADI.
El rabino Bergman es más banal que Hugo Mujica. Más silencioso que Mujica. Más peligroso que Mujica.
El rabino Sergio Bergman es el verdadero líder de la oposición.

jueves, 12 de marzo de 2009

Blanc

Muere en Lima la poeta peruana Blanca Varela

La poeta peruana Blanca Varela González, quien se destacó por su aportación al patrimonio cultural común a Iberoamérica y a España, a través de su poesía, falleció hoy a los 82 años de edad, en Lima.
Varela es considerada como una de las poetas más universales de Perú e Hispanoamérica, según señaló el Fondo de Cultura Económica, sello editorial donde ella trabajó durante más de veinte años.
Fue galardonada con los premios más importantes de la poesía en español, como el Premio Iberoamericano de Poesía y Ensayo Octavio Paz (2001), el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2006), y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007).
Varela publicó en 1959 su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones”.
En 1978 realizó su primera recopilación fundamental, titulada "Canto villano".
"Como Dios en la nada", es el título de la antología de su obra escrita entre 1949 y 1998.
POEMA

Hoy estás en los brazos
de mi feroz imaginación
brazos que han matado
brazos con que tapo mis ojos
con un gesto de lobo
para buscarte un hogar
un lento y suave infierno
donde todo calor
provenga
de una furtiva lágrima
oh líquido mundillo
oh jadeante fantasma
no eres
sino el ojo que estalla
y que deja caer
como si no ocurriera
sus mejores colores
en mi entraña
ojo que hociquea
que peino con la más pura saliva
aquí en mis brazos
entre mis torpes alas de mamífero
la muy compuesta y perdurable nada
para siempre te guarde
y el buen mal ojo salta
y se eleva en el oscuro cielo de mi lecho
y ese cielo
es el marco impreciso de una frente
que ya no reconozco
esa sombra ese objeto esa cosa
con boca con nariz y con oídos
Video-reportaje a Blanca Varela, en 1994 (al final lee un poema. Dice "Soy la isla que avanza sostenida por la muerte")

domingo, 8 de marzo de 2009

Perro con mascota

Gracias Ramón, por enviarme la foto! (M.A. y Scott)

1. Recuerda la parábola de Jabès (la de la vida de una persona…): que la vida de una persona puede contenerse en dos frases o en dos páginas (Nació en… Murió en…): “…murió en… Nació en…”. Sí, pero ¿entre el grito de la vida y el grito de la muerte? (y enseguida: “Ha sido incomprendido”… “Ha sido insultado sin merecerlo…”), para de inmediato comprobar que cualquier persona, como endecha de la historia, puede haber sido insultada sin merecerlo, incomprendida. Entre el grito de la vida y el grito de la muerte.

2. Y también recuerda los diálogos dándole la espalda al látigo que lo seduce y aquello de “quemar etapas” (-Quemar etapas. ¿Ya no te importa mi placer?), y enseguida se pregunta si no le importa su placer, porque antes se convenció de la necesidad de quemar etapas (-Quemar etapas. ¿Ya no te importa mi placer? Me decepcionas); antes de preguntarle por la ausencia de placer y con la antelación necesaria para sentirse decepcionada.

3. Aunque será más difícil pensar que un intento de asesinato cabe en la… (decía: “…cabe en la palma de una mano”) …en la palma de una mano, creyendo con eso en los malabares extraviados de las paradojas (…extraviados de las “Paradoxas and Oximorons) y algunas maniobras, sintáctico-contradictorias, venidas de un poema de John Ashbery (“Paradoxas and Oximorons”), pero lo cierto es que en la palma de una mano no cabe un asesinato, lo mismo que decir la historia del mundo concentrada en un haba. Es más difícil pensar (“creyendo con eso en los malabares…”) que creer en los malabares.

7. Dice Derrida: “…digo (esto, se calcula) esto, se calcula: semejante astucia no puede unirse en el cerebro (semejante astucia no puede) de un autor sencillamente a menos que se le sitúe (de un autor sencillamente a menos) como una araña algo perdida en un rincón de su tela apartada. La tela, muy pronto, (una araña algo perdida en un rincón de su tela apartada) le resulta indiferente al animal que muy bien puede morir (indiferente al animal) sin haber comprendido siquiera lo que ha pasado (muy bien puede morir).”

(Apenas unos breves textos de un librito a medio camino)

miércoles, 4 de marzo de 2009

Luz mala

Finalmente, en tiempos de sequía general, el que aminora el paso gana el andarivel y el que lo adelanta, cree verse delante, pero es un espejismo, una secuencia sin intervenciones, una apropiación de las prerrogativas del otro, siempre momentáneas. El gesto de la presidenta -de irrumpir y trabajar con el otro, el adversario sectorial, etc.- no hace sino comprender que de algunos errores aún puede volverse: negociar y sorprender son desempeños indispensables de cualquier operación política; por momentos, Cristina parece haber recordado los movimientos ancilares de Alberto Fernández, que son los movimientos de Néstor, es decir, dos construcciones de pronto reanimadas por la intervención de la Jefa de Estado, que apareció en su medida, como Jefa, y propuso un adelantamiento de debate (ideológico-técnico), y frenó, por momentos, la opereta de futuros cacerolazos, obligando a parte de la oposición a renovar su paquete de críticas. No está nada mal, después de varios meses de desnivel político, caídas indescriptibles y anuncios de fin de alguna que otra época.
Más tarde, lo escuchaba a Solá. Sin duda, un hombre muy inteligente pero apresurado en sus adherencias circunstanciales. El ex gobernador reflexionaba sobre su pasado, presente y futuro político, y lo hacía con un interrogante que sonaba más a justificativo personal: "¿Quién no fue alguna vez algo?", haciendo referencia a la cantidad de ismos con los que se definen volúmenes de políticos de turno. Felipe hablaba sobre la pertenencia, pero también sobre el valor momentáneo de la lealtad, y la caractéristica -a su juicio- que encierra esa pregunta (¿Quién no fue alguna vez algo?), como si estar y desaparecer de una estructura fuera una especie de DNI de cualquier política. Para Solá -y también para muchos- que cada tres o cuatro años se provoque cierta transferencia de ismos (alfonsinismos, menemismos, delarruismos, duhaldismos, kirchnerismos, etc.), es decir, ser otro en el puente levadizo-esquizo de la reproducción de funciones, es parte de la construcción política. Allí Solá equivoca fiero, si piensa que da lo mismo ser uno que otro, o peor: ser un otro siempre, nunca ser la persona que creyó ser, un cuerpo sin definición. Una jugada como la realizada por Cristina, es decir, llevada adelante por Cristina, deja a quienes trabajan desde la oposición la posibilidad de mostrarse vulnerables. Es cierto, todo político tuvo marcada a fuego su divisa política, o su militancia interna, y así seguirá canjeando su identidad hasta que eso importe, no dé lo mismo, que los menemistas quieran ser progresistas, la Bullrich una política sin pasado, y Macri un empresario devenido estadista, no implica el funcionamiento de ninguna nueva política, sino de nuevas maneras de saltar el cerco de la desmemoria general. Por eso el gesto de la presidenta hace funcionar lo mejor que tiene la política: sus operadores. La política gana cuando se muestra vulnerable, aunque esté en medio de una operación de vulnerar al adversario.
Sucede lo mismo con el ajedrez, y especialmente en la modalidad simultáneas, donde se debe pensar mucho -e instantáneo- los movimientos del rival, como si se estuviera en disputa la relación básica de las cosas, o cualquier situación que nos descentre. Así de rápida, inexplicable, fue la intervención de la jefa de Estado, según lo dicho por el inexpresivo Randazzo y los miembros de la Mesa de Enlace. Cristina no hizo nada extravagante, siquiera tuvo que leer a Von Clauzewitz para hacer semejante maniobra. Fue sencillo. Sorprender, pero con testigos, justo aquellos que tuvieron un rol determinante en el conflicto del campo. Apareció quien no se mostraba. Se dejó ver, para ejercer un poder que necesitaba corporizarse. Las cámaras lo registraron y sellaron ese acuerdo, pre acuerdo, o lo que fuera; una tregua, suponemos. Todo tan sorpresivo, sin disposición real pero palpable. Como la aparición de la luz mala, en los campos argentinos, ese fuego fatuo que causa terror, con el necesario convencimiento de que se trata del brillo de un alma en pena. Pero son sólo fosforescencias, lo sabemos, materia descompuesta, nada que temer. Animales muertos en tiempos de sequía.