sábado, 18 de julio de 2009

De nombre real: Cecil Ingram Connor III

"Pero apuesto que la luna esté llena
y estés perdiendo el tiempo".
Gram Parsons & Chris Hillman


1.
Es posible que Gram Parsons sea una leyenda antes que uno descubra que no todo el mundo lo será algún día. ¿Cuál será la operación por la que cada persona, cada atómo de la infancia pasando por la adolescencia hasta la adultez crea, y eso es parte del egocentrismo de crecimiento, en la posibilidad de "ser leyenda"? Ser leyenda, en ese sentido, es decir "ya fue", o mejor: estar muerto, con una obra detrás suyo. Sucede en la mayoría de los casos que casi nadie advierte una obra mientras dure la existencia del que, en forma inexorable, será en algún tiempo más, leyenda. Lo que debe ser leído, eso es una leyenda, y en el caso de Gram Parsons, lo que debe ser escuchado. Desde su época en los International Submarine Band pasando por los Flying Burrito Brothers y su etapa final solista, con Emmylou Harris y los Fallen Angels, hasta su muerte en 1973 (tenía sólo 27 años), la solidez de la propuesta de este renovador del folk y del country consigue que cada tema suyo sea un pedazo de psicología ambiental.
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2.
En cada canción de Parsons está presentado un testigo de la aporía del arte, y el dolor de llevarlo adelante. Lo sublime en Parsons es la imprevisión de lo indecible. Para ser leyenda, este cantante tuvo que entender que lo indecible se muestra como "turbación en la defección". Y la defección, que para muchos teóricos no se nos muestra sino como catástrofe moral, en otros (es el caso de Gram Parsons), es la dinamitación del espacio físico, empezando por el cuerpo, y terminado más tarde con él. Ser leyenda será estar a merced de una afección más antigua "que los datos de la naturaleza, y que ninguna imitación igualará en forma y figura", según dice Jean-François Lyotard en un artículo sobre la marca judía en la escritura. Que Parsons haya sido parcialmente incinerado por un grupo de amigos (Kaufmann y Martin) no sólo iguala el derrotero crucial del muerto, sino también ese objeto de leyenda que es el cuerpo inerte que recibe un "trato preferencial", por el sólo hecho de ser cultivo de posterioridades. Temas como Sin City, Christine's Tune, Hot Burrito #2 o Train Song, patentizan hasta dónde la influencia de un hombre sin programar su leyenda traza las perspectivas de una renovación.
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3. La vida de Gram Parsons muestra lo indispensable de elaborar una vida, es decir, una vida por demás creadora, más allá de límites formales, pero pertinaz desde el género (el folk, el country, o en otros, la literatura, o algo más atómico: la poesía) para convertirse en eso que muchos quieren, que es transformarse en una leyenda, una extensión del tiempo más allá de la finitud. Pero para eso hace falta trabajar sobre el borde de las posibilidades, y no morir en el intento, o mejor, quitarle a la vida propia la capacidad de sustancia en la permanencia. Cada vez que escucho a Gram Parsons, o Cecil Ingram Connor III, recreo esa existencia en el desierto pensada por Handke, traspasada por Sheppard, incluida anteriormente por Camus en esas pequeñas piezas de colección que son Bodas y El verano, y entiendo lo mucho que debe haber trabajado una persona que escribe para repensarse en una naturaleza ajena. En las canciones de Parsons eso no sucedía: él mismo era la naturaleza extendida en su voz alternativa del género. A Miles y a Piazzolla le ocurrió lo mismo. Escuchen a los Burrito, y al Parsons solista. Después me dicen.


The Flying Burrito Brothers, interpretando "Christine's Tune" (Devil in Disguise), 1969.

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