
2. Si algo dice el ultrasónico discurso de Nanni Moretti en Piazza Navona, en 2002 (ver el video al final del texto), es que la autocrítica nunca llega a destiempo, por más dolorosa que fuese. Pero la autocrítica, en este caso después de la derrota del oficialismo en las legislativas, no debe venir de la mano de los recursos críticos de los adversarios o de los que no votaron al gobierno (no tienen por qué ser adversarios), porque ahí estaríamos sugiriendo que la forma afecta la gobernabilidad; es decir, el modo, eso a lo que siempre se le criticó a la presidenta: la soberbia, la altanería (lo mismo se le decía a Alfonsín, pero ya no importa: está en su bronce) cuando a Menem siquiera se le censuraba su frivolidad, salvo excepciones. Y el problema no es sólo la forma, sino la lectura radial que se haga del signo ausente, que es la idea naturalizada de un poder (después de 2001), que fuera reconstructor de códigos perdidos en los años 90' y principio de 2000, pero sin avanzar sobre la noción clásica de "tolerancia" y "consenso", ahora reestablecida por una oposición no sólo heterogénea, sino sin límites a la hora de mostrarse como una alternancia eficaz. El error es haber creído en la ley de proporcionalidad peronista, que asegura que a mayor capacidad de acumulación, igual número de sufragios. Para que esa ecuación funcione hace falta un adversario externo al partido, porque dos contendientes de la misma lógica terminan fagocitándose. Lo dirigentes peronistas debieran, a esta altura, manejar ese detalle -no menor- que ahora parece conocer todo el mundo. Y es el peronismo quien entendió com nadie los efectos de estos cruces internos: uno, en 1983, y otro, en mayor medida, en 1999. No sólo es el electorado quien recuerda el menemismo, sino que algunos olvidan las causas de sus derrotas. En fin, qué cosa.
3. Deciamos: Piazza Navona, 2002, Moretti (no el cantante de Estelares). Habrá que sacudir el discurso sin empobrecer el lenguaje. Ahora resulta sencillo determinar que la licuación del kirchnerismo (porque es así, hasta acá llegamos. Una vez, volvimos. Ahora, ¿fuimos?) responde a una errática manera de resolver un conflicto sectorial, como el del campo. Lo importante de volver a empezar es ubicar el punto donde terminó la última batalla. De otra manera, no reconociéndolo, haremos de la política la sobremesa de una tertulia repasada sólo para viejitos piolas, y de memoria. Y no queremos semejante cuadro para nuestras vidas.
Marquemos al menos tres: 1) revisión y puesta en su justo lugar de la memoria reciente (juicio a represores, instalación y valoración de la experiencia de las luchas sociales y políticas de los 70'); 2) la inclusión en el mapa de la Nación de una previsibilidad institucional (cambio de la Corte menemista), y 3) la recuperación de la idea de Estado, basada en la dinamización del campo laboral -paritarias, convenios colectivos, aumento de salario, etc.-, además de la solidez de la solidez de las cuentas públicas y la rejerarquización de un modelo redistributivo. Todos estos tópicos versus el modelo completo de la Argentina neo-reaganiana de los 90', son -of course- antagónicos. Hasta Olivia, mi hija de 9 años, lo sabe al dedillo. Sin embargo aquello que ganó terreno este domingo 28, es lo que se mantuvo congelado en la memoria pragmática de cierto sector de la población, y que no toleró la revisión permanente del comportamiento global de una sociedad imprevisible. Si algo debe aprenderse de esta etapa, es que no se puede soportar mucho tiempo ser señalado. Lo que finalmente ocurrió es que el pretendido "golpe institucional" del renunciamiento de Menem a la segunda vuelta, terminó en la reconversión de los tópicos menemistas. Se puede leer en el arquetipo de cualquier film del género de terror: a los muertos insepultos hay que clavarles una estaca en el corazón de su sistema, de otra manera regresan, se vuelven inmunes. Y cuando más atrás se dice señalado, esto también le cabe a ciertos sectores progresistas (Solanas, Ripoll, Zamora, etc.) de la política nacional, que prefirieron dar la espalda a este gobierno,
a pesar de levantar banderas muy caras de cualquier izquierda -léase salarios, empleo, o defensa de los derechos humanos-, sólo porque su sector no ejercía el poder para llevarlas adelante. Para ellos, su pedacito de triunfo de la centro-destra. No digo con esto que debieran reverenciar a los gobiernos K, pero por lo menos no ser tan políticamente mezquinos. Quienes tienen edad suficiente, comprenden en su totalidad cómo les debe haber costado a las Madres y Abuelas tener la confianza suficiente para apoyar cualquier proyecto de gobierno.
es luminosa por sí misma, salta desde su poder de enojo al deber de enchastarles en pleno rostro, lo que piensa de su propia dirigencia. Moretti interpela el corazón mismo de la burocracia de la izquierda italiana, pero también sacude la vanguardia ideológico-política que llegó tarde al reparto de sustituciones. Y Nanni Moretti lo puede hacer porque grita. Nosotros aún no nos enojamos siquiera como sociedad, porque en parte, nos damos vergüenza. Sí, que se vayan todos, y la sociedad decidió irse al mazo. El problema sigue siendo nuestro. Si parafraseáramos a Moretti diremos que "lamentablemente, ahora que la caricatura se ha convertido en realidad, no debemos buscar excusas o razones que no estén en la velocidad con que en las últimas semanas no nos hemos movido". Y todo esto, ¿no se parece en mucho al comienzo de El Fiord?













