lunes, 14 de mayo de 2007

Folleto

La idea de folleto, papeleta, sketchbook, es algo inapropiado, aunque conocido para la literatura. Va de la nación de utilizar materiales bajos, tal cual lo hacía Duchamp con sus objetos de descarte. Ahí juega el concepto de mirada estética, o mejor dicho, de mecanismo compositivo. La historia de la poesía, tal es el caso, está repleta de estos movimientos pendulares, entre lo bajo y lo alto, pero lo que importa es qué tipo de suceso creativo uno puede distribuir con esa idea. En "Zettel Traum", de Arno Schmidt, está la apoteósis de este mecanismo, donde el collage, el palimpsesto, la carátula y por supuesto el folleto, amplian el área del ojo y lo multiplica hacia diferentes direcciones.

Colocarse detrás del folleto, como una forma preexistente de un creador, es una manera de revelarse detrás del continente de la palabra. De esa manera, el texto-objeto, el texto salido del género para instalarse en otro, prevalece. Imagino los libros publicados, y los demás por publicar, como ese todo renunciado a la forma predeterminada. Elegir una forma de escribir sería permancer fiel a la forma preexistente. La idea no es respetar cualquier formato, sino perderse en la elección de una manera, respetarla hasta adulterarla, y por ende, manejarse en la apropiación, o expropiación, de lo instalado. ¿Será eso, en definitiva, una instalación?
Tal vez la instalación no sea eso, pero por eso mismo no deja de ser una escritura. Instalar como intervención del texto creativo en la forma predeterminada. Instalar es calzar un cuña y volver el alfabeto un microcosmo acaso cuneiforme. Habrá palabras, no frase, sino formas reconocibles en conceptos, apenas reconocibles. Imagino mi escritura, su forma es lo que no imagino.

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