jueves, 7 de abril de 2011

Kelper


Verlo así, no sé si da pena. Al mediodía había estado dando uno de esos discursos que disuelven la atención incluso del más fundamentalista, del que soporta los embates inquebrantables del sopor con tal de asegurarse un futuro mediato. Porque ese hombre que habla, con aire mendocino, era su futuro. Hizo anuncios que no correspondían, como proponer un programa habitacional, justo él que tiene menos poder que la Policía Metropolitana, y en nombre de qué estructura. "Me hubiese gustado enterarme por él", dice Daniel Katz, ex intendente de Mar del Plata, otrora K, desilusionado como si encontrara a una novia impoluta en los brazos del galán inesperado. Bajó de su discurso, bajó después que su partido le dijera, con el lenguaje del afiliado, que su doble negación tiene una consecuencia, que a la tercera traición canta el gallo de la negación. Y entendió ahora, si, que decir NO se pronuncia sin eufemismos, jamás como una afirmación denegada. Tuvo su momento, pero nunca supo cuál era el instante de hacerlo un grito colectivo. No se puede poner en marcha una lógica de la presuposición, sin que se defina qué hacer con esa lógica, y menos en política. La política no presupone, sino que acciona mediante posicionamientos, y para eso hay que tomar el toro por las astas, o cualquier animal que nos embiste. "Me han cerrado una puerta, en estas condiciones no voy a ser candidato. Me siento un kelper", dijo sin pestañear, sin inmutarse, creyendo que eludiendo cualquier rastro de autocrítica, puede recuperar esa imagen de dirigente golpeado por el poder, cercado por una militancia que no lo registra como líder. Tal vez deba regresar a su momento único e indivisible, cuando supo darle al monosílabo más poderoso por antonomasia, su característica menos reconocible: la negación de la afirmación. Para jugar a dos puntas se debe elegir una y pivotear; no se puede estar preparado para integrar el equipo de solteros y casados al mismo tiempo. Lo que terminó de destruir a este personaje titubeante es la certeza que en política no se puede ser tan taxativo en sus movimientos y no tener consecuencias. No se trata de un kelper, sino de Cobos. Fin de la historia. Mandato cumplido.

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