jueves, 13 de mayo de 2010

La esfera no es sólo un objeto

Imagínense que por determinado motivo, una esfera posada en el centro de una mesa, de pronto se mueve, pero hacia el centro. ¿Alguien podría afirmar que ese objeto se desplaza? Tiene su dificultad, ¿verdad? Salvo que al retirar dicha esfera encontrásemos una marca, un bajorrelieve donde antes había una lisura perfecta, no habrá otra explicación que ese movimiento depreciado. La gravedad explica muchas cosas, aunque no todo es hermenéutica pura. Si esa esfera no se desplaza hacia los costados, no corre por la superficie llana, es porque esa esfera se ha rebelado, o el mundo está particularmente medido con plomada y todo se ha vuelto un equilibrio sin desniveles. Sabemos que eso no es así. Podemos mover la esfera (a esta altura, no sé, una pelota de ping pong, aunque maciza) juntando el pulgar con el índice y después de contener nuestra fuerza darle todo el poder al dedo indicador para que haga de las suyas y rompa el maleficio de la quietud. Pero quién tendría allí el poder, el índice o el pulgar? El pulgar es un hallazgo de la evolución, mientras que el índice mantiene para la humanidad esa interferencia inquisitoria que nos vuelve, la mayor de las veces, soldados invisibles de la delación. Romper una rebelión con estas dos falanges es perturbar la paz de las revoluciones. Dejemos esa esfera haciendo lo suyo, soñemos con otros desplazamientos, unos que de tan invisibles, sigilosos, soporten lo suficiente para perforar cualquier superficie sin que fuerzas ocultas puedan advertirlo. ¿Será esa la nueva música de las esferas? Y digo esto cuando me duele un kilómetro la mano izquierda (un mal movimiento, la PC, la almohada entre mi cabeza y la mano, y todo porque cada año me copio mi manera de dormir como el bebé que fui -me sonó Libertella,no?) y quisiera tener la fuerza necesaria para sacar de mi vista una esfera así, en este caso una manzana deliciosa, roja, con raspones amarillos, que está frente mío, y no puedo. No puedo y me duele esa Moncada silenciosa.

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