sábado, 19 de septiembre de 2009

Fora de lloc (sobre "Gato Barcino"-Lumen, Barcelona-, de Eduardo Rezzano)

1. Existe un concepto nada descabellado, que quisiera compartir, y es ese que afirma que “en el fondo, cualquier unidad rítmica de los sentidos, sólo puede descubrirse superando el organismo”. El tono deleuziano que esta afirmación intenta decir, o bien mostrar, es un diagrama que propugna un primer plano, allí donde debieran erigirse los trazos representativos de un trabajo articulado. No siempre ocurre esto. Superar al organismo es desacelerar el momento donde finalmente sucede cualquier accidente. Pero todo choque es verdadero por la materialidad del lenguaje, que permanece virtual hasta que descubrimos el suspenso que lo constituye.

2. Así, Gato Barcino es una obra donde lo absoluto es imperfecto, inacabado, y a la vez desconcertante. Para eso, Eduardo Rezzano (La Plata, 1968) elabora un delicado equilibrio entre la distancia y lo lejano, donde se establece una aceleración absoluta en el franqueo del espacio mediante la estructura misma del verso. Estructuras mínimas, pero amplificadas por el acontecimiento que provoca la atracción del significado. En un poema de Gato Barcino se concentra esta estrategia: en la que Eduardo Rezzano pone a circular la estructura congelada del suceso poético. El poema se titula “Mamut” y coloca al yo en un lugar microscópico, que asume la vuelta al detalle en el centro del descongelamiento de la mole, como la única manera de recobrar posiciones en la vertebración del sentido. Ese poema trabaja una suerte de metamorfosis, la del poeta-narrador que encuentra “razones huidizas” en la pesadez de una nueva carcasa. Además nos dice mucho sobre la mirada de quien escribe, que se vuelve silenciosa, y al mismo tiempo transformada en un ser – un mamut- cuya estructura se desplaza con paciencia monumental, pero que tiene el espacio necesario para permitirse escuchar, sobre todo aquellas palabras que habían perdido su significado. Tal vez se trate de una parábola global del escritor, ausente de su sitio original, recuperando su capacidad de regenerar la palabra, después de un largo hiato, del que sólo asistimos al detritus del mismo.

3. Estos poemas de Rezzano buscan en el relato la supresión de toda sincronía. El tiempo, parecen decir los textos de Gato Barcino, está incluido en el poema como fórmula de camuflaje; es decir, donde debiera haber erosión y deterioro hay disfraz y máscara. Y ese doblez del tiempo narrativo en el poema hace que el centro del pasado de Rezzano, hecho recuerdo, lo sea a partir de la elección del tono, más bien de un color (como dice el poema "De madrugada") y luego ese color se transforma en la casa del poeta, en el meollo de un texto con grandes reminiscencias al pulso visionario de Jacobo Fijman. Claro que la diferencia primordial entre Fijman y Rezzano es la dirección del poema: en Fijman se da en forma vertical, pura ascensión, donde lo mítico encuentra refugio en el posicionamiento votivo de la palabra; en Rezzano, este movimiento es horizontal, proponiendo una superficie donde la lengua revoque la suspensión del énfasis. Los poemas de Gato Barcino vuelven democrática una lengua marcada por la jerarquía de la sintaxis.

4. Los poemas de Gato Barcino no trabajan contra la historia, sino que se montan sobre la historia, al tiempo que la pliega, exhibiendo sus hilachas, o bien los cortes de un antiguo esquema de ficción. En ese aspecto, el libro de Eduardo Rezzano parece ser deudor del montaje cinematográfico. En ese reducto de la metonimia que es Gato Barcino, se nos cuenta el acontecimiento de percibir en la soledad la membresía de un panóptico, una totalidad desalojada por el tono, que es molecular, porque contiene un mínimo de precisión allí donde otros esparcen sin relación el artificio. Por ese motivo, si alguien creyese que Gato Barcino se sostiene sólo por los datos visibles de una atmósfera minimal, tal vez desee leer otro texto.

5. En la serie Confesiones sobre la degradación y la pérdida de la belleza, uno de los puntos más altos de este libro, Rezzano se pone el traje de un William Blake inmigrante. Se trata de siete textos sobre extrañamiento, la disolución del tiempo presente, y el asombro que provoca el pormenor de la vida cotidiana en una gran urbe europea, como lo es Barcelona. Rezzano describe la amenaza interior de estar descentrado, donde prevalece la superficie metafísica de un movimiento pendular. El poeta escucha debajo de la cama lo que pareciera ser un desenlace violento. Son movimientos exteriores, que no lo incluyen, salvo cuando algunos versos más adelante lo involucra de lleno en una acción. Allí el poeta narra dentro del baúl de un automóvil, lo que parece ser una escena calcada del film Después de hora, de Martin Scorsese, donde la bola de nieve de las situaciones absurdas fagocita la capacidad de incorporarse y salir a flote del propio protagonista. Estos textos también recuerdan a un poema del escritor cubano Luis Rogelio Nogueras, llamado "El último caso del inspector", aunque la diferencia sustancial con ese trabajo es que el poema del cubano se muestra deudor del relato de Julio Cortazar, "Continuidad de los parques". También hay una fórmula narrativa en la mayoría de los poemas de Gato Barcino, pero sin entrar en resoluciones prosaicas, porque en ellos la poesía problematiza el recurso mismo del relato y lo muestra fragmentado, o mejor, facetado.

6. La poesía también se construye en base a la variación de los objetos. El objeto-mesa cumple su papel en esta obra. Y no de menor importancia. Todo lo que cuenta es ese objeto, que nunca es ni principio ni final, porque siempre está en el medio. En ese poema de los domingos, "Diumenges", donde el gato barcino se sube al pedestal de una mesa vacía, donde minutos antes, alguien derramó vino, en medio del murmullo de personas que no consiguen encontrarse. Esa alegoría barcelonesa del gato, en ese movimiento deseoso, perturbador en lo pasivo, de la palabra, hace de los textos de Rezzano una paradoja insustituible: en el momento donde dos almas solitarias debieran fundirse, sucede ese grado o nivel cero del desencuentro. Pero ese destino, en Diumenges, no hace más que amplificar el punto donde los personajes de Rezzano actúan a destiempo, se vuelven artefactos aislados en una ciudad que descalcifica cualquier anécdota nutritiva, digna de ser recordada.

7. Podemos decir, también que, a su manera, Rezzano apuesta por la “involución” de la palabra, en el sentido bien delimitado que habilita un concepto –ya tan familiar- como el del rizoma. Los textos de Gato Barcino son ese devenir que siempre consiste en involucionar, porque parten de la pirámide invertida del lenguaje, y con eso proporcionan una nueva jerarquía, sólo admisible en una construcción poética tan arriesgada como lógica. Tan socializada por la formación residual de un lenguaje que no pierde fluidez a base de pura economía.

8. En Gato Barcino, escribir depende de las fuerzas que se apoderan de la escritura. Mientras nuestro lenguaje está ocupado por fuerzas reactivas, hay que confesar que siempre resulta arduo escribir. Así, la escritura poética, puesta en funcionamiento en el libro de Eduardo Rezzano, tiene sus propias formas de ser activa. Cierto pensamiento asegura que las ficciones por las que triunfan las fuerzas reactivas constituyen lo más “bajo” en la disposición de cualquier poética. Pero la escritura de un libro de poesía se funda en ese posicionamiento de fuerzas, y es la genética de la escritura su descentramiento del habla. Por eso es poesía. Porque donde parece cristalizarse una contradicción, se instala una progresión, y no hay movimientos en serie que no reproduzcan la naturaleza de una estructura.

9. El libro de Eduardo Rezzano apuntala con su economía las bases de una poética, que se apoya en el trazo plástico de su escritura. Todo en Gato Barcino está sostenido por la esclusa de la fluidez; cuando se abre esa esclusa, los textos reconvierten en una sinusoide cualquier teoría del derrame. Las palabras, cuando estallan, contaminan la obra de Rezzano con imágenes por momentos fantásticas, nacidas de una mecánica Dadá, donde todo lo que semeja absurdo no lo es, porque es arte inexplicable. Y allí, en ese empalme de procedimientos, siempre habrá alguien que comience a hablar, aunque no necesariamente se manifieste. Los poemas de Gato Barcino refieren a aquello que habla, porque designa al nivel de significaciones, la superficie del acontecimiento.

10.
Por último: no es fácil, ni siquiera en el nivel de la mera escritura, y del lenguaje, pensar la matriz de un libro como Gato Barcino. Sólo encuentro semejanzas entre las convulsiones ralentizadas de los primeros libros de Héctor Viel Temperley, y también en algunas intervenciones lumínicas, afiebradas, desperdigando sin locus cualquier lógica del relato, de la obra de ese otro gran poeta que es Miguel Ángel Bustos. En ese aspecto, Rezzano se muestra permeable al catalán, pero entabla un diálogo de sordos (o mejor: de solos) en función de la situación lingüística de los inmigrantes latinos en Barcelona.
Por otra parte, Gato Barcino construye su dispositivo de guerra contra la música de tonalidad ajena. Como Nietzsche, que se sentía polaco frente al alemán, Rezzano se siente argentino frente al castellano, primero, y al catalán, después. Gato Barcino es la síntesis de esa lucha territorial que no termina nunca, y sólo porque la tierra no es propiedad de nadie, encuentra un lugar acogedor en lo que Eduardo Rezzano entiende como desierto: un lugar donde irse a vivir, sin rumbo fijo, como los gitanos.
Dos poemas de Gato Barcino


Mamut

La imagen del descongelamiento
del mamut
era un pensamiento que
se me había hecho recurrente
pero no obsesivo

Unas veces se me presentaba
como un volver a la vida

-lo veía sacudiéndose la
escarcha del pelaje escrutándolo
todo con sus ojos negros
o pardos-

y otras asistía
al desmoronamiento de sus carnes
a la gelatinización de sus jugos

como si toda su muerte
hubiera permanecido enquistada
o atrapada en una botella

Así y sin darme cuenta
fui adquiriendo maneras
de elefante
mi andar se hizo más pesado
mis razones más huidizas

Opté por el silencio en
la mirada y
un balanceo lento y
armonioso de mi trompa

Permití que se me hablara
al oído
y me transformé en el
gran escucha

porque sabía que las palabras
habían perdido su significado
que la tierra volvía a
no ser de nadie




Diumenges

El gato barcino
movió su cola y saltó
sobre la mesa

La mesa estaba vacía
-sólo un charco de vino
había sido abandonado
a la absorción de la
madera-

y se escuchaban las
despedidas y las promesas
de repetir el convite

las risas que se prolongaban
por la escalera hasta la calle

hasta el nivel cero del
desencuentro

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Más textos de Eduardo Rezzano en http://eduardorezzano.blogspot.com/
Las fotografías fueron tomadas por Carolina, el día de la presentación de Gato Barcino, en el Centro Cultural Islas Malvinas, el 28 de agosto pasado. El texto publicado fue leído en la presentación.
En las fotos, Eduardo Rezzano, Norma Etcheverry y este administrador de blog.
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Lo que sigue: un poema de Nogueras.

Rezzano
El último caso del inspector

El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.

El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.

La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.

El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.

El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.

Luis Rogelio Nogueras (1945-86)

1 comentario:

Eduardo Rezzano dijo...

Hola Mario, mil gracias y un abrazo fuerte.