martes, 13 de enero de 2009

El pronóstico de oscuridad (IV)


“Es posible imaginar el resto de las aves” (Ch. S.)

a los antiguos compañeros

Así lo decía: lo pequeño se vuelve grande,
pero la excelencia persevera.

En medio de un silencio mayor el día se construye sereno. Después de las imprecaciones, los truenos, la salva dada por el círculo antediluvial de las aves.

I. Es posible pensar el silencio como una forma de traición. II. Nadie vio la misma ciudad que yo, su crueldad a la hora de remover las cenizas.

1. Difícil obtener la absolución. No la acepto. Nadie vio la espera en fila en medio de la luz comando de una vitrina de retirados, borrando culpas por sus declaraciones.

III. Vi el fuego en la ciudad, y una anarquía de viruta en tilo, “encuentro solaz en el dolor punzante de la añoranza” (Zagajewski), donde caen arañas inspiradas por una trova de pájaros.

No sé cuántos crímenes imagino cometer, pero no es necesario que lo sepan. Aquí no hay criaturas así.
2. Es peligroso recordar cosas de esa índole, salvo aquellas que no serán sencillo reconstruir.

La generación que iba desapareciendo en el pasado tomaba una sola clase de té.
Et orbis

I. La respuesta debe ser la siguiente: niebla sobre los párpados. El horizonte crece, hay más aire, el rocío se desploma sobre el césped de los jardines. Las piedras miran indiferentes los vehículos en novedad. II. ¿El tiempo es asunto pretérito?
III. Los verbos perfectivos no disponen compasión a los vivos.

Hasta donde sé este deseo me abandona, y sin embargo un chorro de agua consigue enderezarse. Por un momento fue primo-hermano del río caudaloso.

1. ¿Quién no sintió alguna vez cierta incapacidad para el repudio? En la ciudad, a veces era lo único que contaba.
2. Las digo igual. Son cosas que no suelen decirse.

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