2. De los hechos más traumáticos de la historia política argentina reciente: la presunta expulsión de la organización Montoneros de la Plaza de Mayo, el primero de ídem del 74, por parte del líder del peronismo, es decir, Perón. Se sabe que a partir de esta diáspora, la Argentina no volvió a ser la misma. No sólo el joven fue expuesto como un ser desguarnecido, sino que se autopropulsó como un fragmento de la sociedad que se manifestaba en clandestinidad, es decir, algo escondido y secreto. Y este cóctel fue letal, en esos años y en los posteriores. Aún hoy. En aquella época se decía: "Pasamos a la clandestinidad y los que estábamos en la superficie quedamos pegados". Obviemos el sentido político-militar de la noción de superficie, que es más bien una circunstancia toponímica operacional. "Los que estábamos en la superficie quedamos pegados", repito, repetían. Dudo que en la historia de la política argentina un segmento de la sociedad haya sido denunciado de esa manera, por parte de quien ejerciera el poder de entonces. Denunciar implica, ante todo, rodear un objeto y señalarlo. El sentido final es la advertencia; el sentido primero, puede ser muchos. La univocidad del sentido de denuncia capta al lenguaje en su sistema completo, por lo que el que expresa esa dirección del lenguaje (Perón) se vuelve total para el destinatario de la expresión (imberbes, estúpidos); de allí que el acontecimiento se vuelva, por interpósita denuncia, una concurrencia clandestina. Se disuelve 3. Para salir de la clandestinidad (si es que se formulara una salida como código básico de supervivencia) hay que habitar otro lenguaje. En ese aspecto, existieron, como se sabe muy bien, algunas marcas durante la segunda mitad de la dictadura militar; de una escolástica menor en la poesía nacional: el neo-romanticismo (Nosferatu, Último Reino), el cóctel de romanticismo, creacionismo, concretismo y poesía visual (Xul, el grupo Paralengua) y el neobarroco. Después vendrán Diario de Poesía, Libros de Tierra Firme, Último Reino, ésta preferentemente en su rol editorial que de órgano de difusión lírica, etc. El neobarroco construye su máquina de guerra cundo carga contra el habla anterior y, desde ya, la oralidad castrense de entonces. A fuerza de indeterminación (es decir, el movimiento de zigzag de los significantes y el “despliegue de los pliegues” deleuzianos de la época) se transmite bajo el código de un renovado lenguaje corporal algo que nunca se había escuchado: Perlongher.






