miércoles, 3 de septiembre de 2008

Los fronterantes, de Ariel Williams *

Ariel Williams nació en Trelew, Chubut, el 14 de Marzo de 1967. Cursó la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Es profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, desde 1999. Tras el nacimiento de su hijo Ioan, en el 2000, se trasladó a Puerto Madryn, donde aún reside. Publicó “Viaje al anverso” (Ediciones del Desierto, Trelew, 1997), “Lomasombra” (Terraza Libros, Bs. As., 2003), y “Conurbano sur” (Editorial Limón, Neuquén, 2005). Además se publicaron textos suyos en antologías virtuales y en las antologías impresas “Insurgentes”, de Editorial Limón, Neuquén (edición a cargo de Enriqueta Morillas de Ventura), y “Antología de poesía de la Patagonia”, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, España. Williams gusta de la poesía experimental, arriesgada: "(...) Eso intento hacer yo". Se trata d uno de los poetas argentinos que más riesgo toma a la hora de escribir, basta repasar "Conurbano sur", donde el cocoliche, y una media lengua devenida de César Bruto al sefaradí, ocupan la página como un estallido sólo comparable a Girondo o los experimentos del grupo Paralengua. Pienso en "Oral", de Carlos Estévez. Williams hace suya la proximidad con estéticas diferentes entre sí, como la de Sergio Raimondi, Martin Gambarotta, Carlos Battilana, Roberta Iannamico, Martín Rodríguez, u Osvaldo Aguirre, entre otros escritores. Además, entiende que en la aparente naturalidad del lenguaje de muchos poetas actuales, "hay cuestiones socio-políticas por pensar". Si aún no lo han leído, lo de siempre: busquen por internet, hay varias cosas de él, para que se vayan haciendo una idea. Por lo menos, recomiendo dos sitios: http://www.terrazared.com.ar/web_es/libros/loma.html, donde está completo su segundo libro, "Lomasombra", y en http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com.



Boda

1
estos hombres con caras devoradas por el viento
lunar
que no llegaron a tiempo a la casa
- se cansaron -
extienden su carne y hueso en el pasto,
gruñen como si no tuvieran ojos;
tienen el gusano parado por los sueños
en los que están metidos
envueltos en frazadas llenas de tierra

saben que la casa está lejos, a través
de un campo largo con mosquitos
pero están ya junto al fuego rojo
- una señora -

2
los sombreros negros bárbaros, cortos,
no los cubrieron de la luz del cielo; los caballos
gordos macetudos como lámparas
quisieron llegar igual al sur
- rifles rápidos tosiendo, liebres detenidas
en pleno vuelo, un carro con cueros -
a que aquellos de allá arriba
levantaran tierra, descabalgaran sucios,
mostraran sus frentes pálidas en reverencia
- hongos negros en las manos -
como si le sacaran la costra oscura
a una papa
para saludar a una muchacha

3
los cuerpos toscos en el agua
- un pedazo de cielo helando -
la muchacha con la luz espera
a que salgan: el sol no mira
las vergüenzas; la muchacha
tiene veinte frazadas gruesas, secas,
hechas con alas de liebre
- lepus lepus mariposa -
cazadas en la zona de los barros

ella solamente va a mirar
un cuerpo que se hizo de sus ojos
el día que llegaron los caballos

4
una mesa extendida junto a la alameda,
cinco chanchos entrando en paz:
la carne blanca cura la esquizofrenia
- cuchillo, sangre blanda, ojos al cielo -

varias muchachas con vestidos negros
hacen volar un mantel sobre las tablas,
otras mujeres fuman cigarros en los tamariscos

no hay hombres – sangre, caras queridas



5
las mujeres de manos viejas llevan carne
a la mesa, deben ser esas manos que tocan
las cosas
ya con uñas amarillas;
un cubo de carne a cada uno, su salsa
enrojecida en el fuego de tres noches
y hongos
- el farol, las viejas aguantando el frío
y los mosquitos, las mariposas que muerden
en silencio desde la penumbra, la enorme
señora
revuelve la olla hasta las cuatro -

después,
que la más vieja se vaya a donde no hay luz

6
la chica mira el cielo, bamboleante
hoy entramos en Llanura Quemada
y vi dos liebres rojas, volaban, él les disparó:
sangre, tierra, cuerpos finos quebrados,
muertes iguales en el silencio del llano,
siento que vamos hacia atrás, comemos
cosas con sangre viva, sin fuego:
el esposo, con el cuchillo grande
saca los huesos delgados, rosados,
casi blandos
espero que te sientas mejor en unos días,
querida,
ésta es tierra difícil,
dejamos atrás las casas con sábanas



7
los cielos secos con fibras blancas
se mueven, se deslizan unos sobre otros,
a poca altura de los pastizales,
ésa es mi sensación, como si él
me trajera a vivir esta barbarie
de un cielo que se mueve, vive
sus oscuros colores, yo sé
que hay un ojo adentro de la tierra,
y que él mirará esto que pasa

estoy encinta, el ojo lo sabe, anoche
ha hurgado mis entrañas con su mirada
roma

8
liebres – silencio, pastizales rojos
la carreta da barquinazos, en ella
la mujer panzona sostiene sus costados
con las manos
Las Villas, pueblo de barro, los chicos
sucios
nos siguen hasta el edificio bajo
y largo,
velones chorreados sobre las mesas,
la mujer – agua, cara buena, baldes húmedos
calientes:
su rostro – paz en el centro del silencio negro,
voces tímidas en el cansancio:
afuera hay una brisa que mueve las luces

9
el esposo comercia con hombres de trajes
arrugados
que varias tardes escupen al suelo, se van
gritando, vuelven
escucho hace días las voces de esos trajes,
puro viento a través de las camisas blancas;
anoche cayó un traje al suelo, no paraba
de boquear una palabra:
pureso, pureso, pureso, tres horas de palabra

hablan
Lengua
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* Anticipo de "Los fronterantes", que obtuvo una mención especial en el Concurso de Poesía Olga Orozco. El libro de Ariel saldrá a la luz en estos meses por la sello El Suri Porfiado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no sabría qué adjetivo, si lo hubiera, podría definir la poesía de Ariel.sorprende mi mente y mis sentidos.gracias por publicar este retazo maravilloso.