sábado, 30 de agosto de 2008

Cárcel común

En distintas circunstancias, lo común, palabra subsidiaria de un territorio homogéneo, puede ser un estado de suspensión planetario. Lo menos común es que en un juicio democrático, donde se ponen a la parrilla ciudadana dos carnívoros confesos, el beneficio es parte de la condena. Contrastaba la palidez, el famelismo improbable de un Bussi llorón por conveniencia, con la columna de granito expresada para formar parte de un gag doloroso hallado en cualquier libro de Stephen King, en la intervención de Luciano Benjamín Menéndez. El llorón y el asesino psicótico. El llorón también es un asesino psicótico que, más allá de sus absesos y su disnea simulada, también cree que la más común de las fórmulas es seguir intercambiando ataques, acusar al ausente, que no es otro que un signo colectivo, llamado, en este caso, Guillermo Vargas Aignesse. Pero lo que aleja a estos bichos de su verdadero destino es lo que la mayoría de las personas debiera estar aguardando de ellos; no se trata de un "arrepentimiento sincero" porque, a razón de verdad, nadie espera semejante gesto y a esta altura, nadie creería tamaño intento de redención. Y porque en definitiva, ya no sirve, no importa, y tampoco sucederá, tal como vienen las cosas. No sé qué esperan los demás, yo espero una sola cosa de estas escorias jerárquicas; algo que los vincula con su trabajo sucio pero los hermana, años después, con el silencio: datos, yo quisiera que suministren datos, los necesarios para dar con el paradero de los desaparecidos. Mientras esos datos estén presentes entre nosotros como sospecha y en ellos como certeza, y al mismo tiempo único módulo clandestino que resguardar para prolongar aún más el dolor de las víctimas (y con ellas, sus familias), la idea de cárcel común será perfecta, porque funciona como un eslabón más para minar el mutismo que los agremia. La justicia tucumana tal vez entienda, quién sabe, que ningún carnicero de esta calaña merece nuevos privilegios. No saldrán, pero deberá, alguno de ellos, decir al menos una vez dónde, cómo, y cuándo. Nunca preguntés por qué. Eso no tiene respuesta.

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