jueves, 19 de abril de 2007

Döblinplatz

"En Berlín la gente se ríe mucho. En Dobrin, en la esquina de la Kaiser-Wilhelm Strasse, hay tres sentados a una mesa, un patán gordo, que es un gracioso, y su chiquita, una cosa redondita, si no chillase tanto al reirse, y luego otro, que es amigo suyo, de quien no hay nada que decir, el gordo paga por él, y él se limita a escuchar y a reírse por obligación".




En LaPlataplatz la gente se ríe sola. Ofrece sus dentaduras al carreño primero que se cruce; pero se trata de un acto de pauperación sonora: las risas son estruendosas y por lo general no están precedidas de un relato que las justifique. Cuál es la comicidad espontánea que rige en La Plata? Si alguna cosa nos exime de seguir riéndonos, esa es la certeza de conocer a fondo las leyes de la incontinencia. Para reirse no hace falta motivo, aunque tampoco sirve detonar una carcajada en el rostro de las personas, sólo porque alguna vez ocurrió la risa de forma espontánea. En "Berlin Alexanderplatz" nadie reía a cantidades, sin embargo la mínima y descabellada apoteósis de una mueca, hacía que las personas fueran tildadas de sujetos paranoicos y esquizodependientes de su soledad. Döblin escribió esa novela antes de la segunda guerra. Cuál tendremos nosotros?


"Va un cazador por el bosque, y se encuentra una señorita y se encuentra y le dice: 'Señorita, ¿quiere usted que cacemos juntos?, ella dice, "No estoy cazando, sólo estoy tirando".

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