El congelante, haciendo lo suyo,
es la suma de todas las alabanzas.
Un viejo bolero detenido en la boca
de una anciana, murmura obscenidades
jamás dichas; se calma, y es su furia
la de unas enaguas sospechadas
hasta la eternidad. ¿Qué hace que
así funcione el mundo de cualquier
joven una vez curado el silencio?
Pasado el tiempo, devuelve
esas carnes pensadas para demolición.
Ahora soy ese hombre que camina
hacia el espejo, no para juntar
pedazos de una metáfora remanida,
sino para creer que aquello
que se dirige hacia él, se quita
justo del camino, antes de estrellarse.
viernes, 4 de enero de 2008
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