DEL HORNO DE MARIO ARTECA UNA RESTA TILDADA COMO SUMA
Un espacio cuadrado, todos lo conocemos, se denomina página, y desde Mallarmé, página en blanco.
A prudencial distancia agarro en la mano una granada, tiro de la espoleta, la lanzo a ese espacio cuadrado: estalla. Las esquirlas salen disparadas en distintas direcciones, desde un centro: esas esquirlas son el ambivalente, polivalente lenguaje de Mario Arteca, sus cambios rápidos de tono, sus elucubraciones a punto de ser elucubraciones, justo el punto en que las desbarata.
Nada tiene acendrada realidad. Nada posee firmeza ni fijeza. Nada es conocimiento afirmado y seguro. En verdad, todo al pasar por el horno se vuelve ceniza, desrealización, resta que se tilda de suma o, implícito, dictum que se tilda de desconocimiento.
El camino, aporía. En el sentido etimológico del término. Poesía verdadera no es camino, es caminar (a tientas, palos de ciego. ¿Por dónde?: selva salvaje; salve): poesía verdadera no es sendero fijo, sino aporía no fija, desfijado camino.
Virginia Woolf decía que una característica a menudo implícita en una gran literatura era la rapidez durante el acto de creación. No siempre, claro está (Flaubert no opera así: a Góngora lo imagino lento en sus Soledades, acelerado en poemas del tipo “Hermana Marica”): pero sí en casos de la altura de Shakespeare, Sterne, Diderot, Stendhal, y muchos de los poetas románticos a quienes imagino acelerados durante el proceso de creación: no concibo a Wordsworth ni a Keats midiendo largamente cada paso (estallido) del acto creador: por el contrario, celeridad. Instantaneidad. Cambio. Así, Arteca: rapidez, cambio de lenguaje, de tono, de registro, de información que es desinformación (iba la poesía a dedicarse a informar, sería el colmo).
Una rapidez que al acercarse a un fulcro, gira, se desplaza, desaparece, reaparece: continuidad deshaciendo la propia continuidad. Idiomas que se entrecruzan, se funden, desfundiendo materia, materiales. Y todo ello en un espacio de estructura convencional. Gran simulación la del poeta Arteca que parece decir que no está diciendo apenas nada, haciendo casi nada: miren, nos dice, un espacio cualquiera, convencional, incluso deleznable; aquí no hay nada, nos dice el prestidigitador funambulesco Arteca en el breve birlibirloque de un (apenas) poema: un poema donde no prolongar demasiado el lenguaje, un poema antes de irse a comer con Fernanda, dormir siesta: o no, fumar. Raído. Desbaratado. Enfermo. Madre mía, dice Arteca, si estoy en el fondo muerto ya.
Casi.
“Un mórbido deseo de desaparecer” (Edmond Jabés). ¿Cómo contarlo o cantarlo, soltar, alzar las manos, darse media vuelta, desaparecer? En efecto, desaparecer. Surge en HORNO una estrategia, surge del inconsciente Arteca, del fenómeno poético Arteca, de base granítica haciéndose polvo. Base desrealizadora. Base que parte de la base del desconocimiento (no hay mayor baza). Mayor porosidad.
Esa estrategia contrapuntea lo general y lo concreto. A punto de irse por peteneras, recula: un asidero; y ahí, algo “real” Así, la leche. Leche es seno, o vaso, o cuajada. Y se come leche. El asidero. Nutrituvo. Da vida. El desastre de momento está paliado o contenido o al menos exorcizado unos instantes. Se puede respirar. El enfermo puede respirar. Es decir, escribir. Dejar salir letra por los poros. Hacer poemas. Fumar. Y entonces la espiral se devuelve a sí misma su polaridad general: fumar es “llaga de un resto impronun/ciable, im/previsible-” El cigarrillo entre los dedos, la leche a punto de entrar en la boca, se vuelven luego (seres) concretos que el desbarajuste general (el naufragio general de la muerte de que nos habla Kierkegäard) contrapuntea. El resultado de este continuo estado de contrariedad lo constituye el rastro de poemas horneado en este libro, rastro casi, rastro apenas, antifuga, ambivalencia. Resultando entonces que “la danza familiar se quemó”. De lo contrario (¿qué quieren?) no habría HORNO.
Se quiere una bufanda de Bosnia, por qué no, y de inmediato el lenguaje socava la bufanda (“por decir alguna”) y con la bufanda a Bosnia (tan socavada).
Se quiere un hecho real: “mi/ cuñada Naomi Grant” ¿Se quiere dato más concreto? Mas, Naomi Grant es relieve. Estatua universitaria, quizás de iglesia, vitral quizás. Y sin duda un pulido “más allá del aquí/soplos de nitritos”. ¿Se quiere nada más desolador? Mi cuñada es estatua, hueso, muerte, sombra, dermis: desbarajuste, a la Nada.
Ah Arteca: lo que hace, deshace.
¿Fijar? ¿Será ésa su función, la función del poeta? Más bien semifijar. Así, un poema es “flujo sérrimo,” Y bien, asimismo es poema, cristalización: lo cual no implica que deje de fluir. Y bien, hay que firmar el poema, que es afirmar (autor) (texto): y se firma, claro está. Yo, Arteca, hice este poema, doy fe, día siete, mes de septiembre, en año conocido. Ah. Conocido por Dios, o por el Desconocedor. Por el lector, ya eso es otra cosa. El año, Arteca, por favor, el año, que los críticos luego se ponen a despotricar. Falta de información, desinformación, aducirán.
Juguetón. En efecto, pero su ludismo es para teología, que es para metafísica, que es ese gato en un cuarto oscuro que no existe: ni el gato ni el cuarto ni la oscuridad. Y entonces el juegueteo (a veces en alemán; a veces en inglés: incrustaciones del más allá del lenguaje cotidiano) es para hablar del extremo (Canadá, extremo de la Argentina): la muerte. Hablar de la dolencia, el cáncer, la metafísica del ADN, lo moderno arcaizado, lo arcaico traído de las orejas al espacio cuadrado de la página “moderna”. De la mano de nuestro poeta “demodé” Mario Arteca. Sencillo, lejano. Sencillo, silencioso. No se le ve. Mas, está “entretejido en las raíces de un cigarro”. Hebra Arteca.
Jugueteo. Elucubración. Y afinca lenguaje, prístino, decidor: y afincándolo, recula, marcha atrás, a un lado, dejar pasar por su lado a todo galope el corcel multiplicador de versos y más versos: toreó. Y toreado el poema, ¿qué queda? Queda “lengua de la detención”. Bravo. Ya es algo. Mas añade: “aunque menos.”
Hay que andar al paso de esta voz nueva en las letras de América Latina, oírlo, sacarlo de su refugio para oírlo. Tiene son, tiene voz, está alucinado. No de sí (sabe demasiado como para perder el tiempo en chorradas ególatras) sino de lenguaje. Y de su alucinación (leedlo) surge su “criadero de poemas”.
¿Podrá decirse ya que Arteca los cría y ellos a su mansalva se juntan?
HORNO: “humo de la especie.”
HORNO: “Estamos en la bruma.”
HORNO: Fernanda teja la bufanda de Penélope.
HORNO: “un lunes medieval.”
El libro de poemas HORNO de Mario Arteca dice del hojaldre, del pan húmedo, de las moreras, del buey de “cauces duros” y dice lumbre, dedos, entretela (teje para destejer; desteje para tejer): decir de uno de los libros más arriesgados que he leído en bastante tiempo en lengua ay española.
JOSÉ KOZER
Hallandale, Estados Unidos, 2001
Un espacio cuadrado, todos lo conocemos, se denomina página, y desde Mallarmé, página en blanco.
A prudencial distancia agarro en la mano una granada, tiro de la espoleta, la lanzo a ese espacio cuadrado: estalla. Las esquirlas salen disparadas en distintas direcciones, desde un centro: esas esquirlas son el ambivalente, polivalente lenguaje de Mario Arteca, sus cambios rápidos de tono, sus elucubraciones a punto de ser elucubraciones, justo el punto en que las desbarata.
Nada tiene acendrada realidad. Nada posee firmeza ni fijeza. Nada es conocimiento afirmado y seguro. En verdad, todo al pasar por el horno se vuelve ceniza, desrealización, resta que se tilda de suma o, implícito, dictum que se tilda de desconocimiento.
El camino, aporía. En el sentido etimológico del término. Poesía verdadera no es camino, es caminar (a tientas, palos de ciego. ¿Por dónde?: selva salvaje; salve): poesía verdadera no es sendero fijo, sino aporía no fija, desfijado camino.
Virginia Woolf decía que una característica a menudo implícita en una gran literatura era la rapidez durante el acto de creación. No siempre, claro está (Flaubert no opera así: a Góngora lo imagino lento en sus Soledades, acelerado en poemas del tipo “Hermana Marica”): pero sí en casos de la altura de Shakespeare, Sterne, Diderot, Stendhal, y muchos de los poetas románticos a quienes imagino acelerados durante el proceso de creación: no concibo a Wordsworth ni a Keats midiendo largamente cada paso (estallido) del acto creador: por el contrario, celeridad. Instantaneidad. Cambio. Así, Arteca: rapidez, cambio de lenguaje, de tono, de registro, de información que es desinformación (iba la poesía a dedicarse a informar, sería el colmo).
Una rapidez que al acercarse a un fulcro, gira, se desplaza, desaparece, reaparece: continuidad deshaciendo la propia continuidad. Idiomas que se entrecruzan, se funden, desfundiendo materia, materiales. Y todo ello en un espacio de estructura convencional. Gran simulación la del poeta Arteca que parece decir que no está diciendo apenas nada, haciendo casi nada: miren, nos dice, un espacio cualquiera, convencional, incluso deleznable; aquí no hay nada, nos dice el prestidigitador funambulesco Arteca en el breve birlibirloque de un (apenas) poema: un poema donde no prolongar demasiado el lenguaje, un poema antes de irse a comer con Fernanda, dormir siesta: o no, fumar. Raído. Desbaratado. Enfermo. Madre mía, dice Arteca, si estoy en el fondo muerto ya.
Casi.
“Un mórbido deseo de desaparecer” (Edmond Jabés). ¿Cómo contarlo o cantarlo, soltar, alzar las manos, darse media vuelta, desaparecer? En efecto, desaparecer. Surge en HORNO una estrategia, surge del inconsciente Arteca, del fenómeno poético Arteca, de base granítica haciéndose polvo. Base desrealizadora. Base que parte de la base del desconocimiento (no hay mayor baza). Mayor porosidad.
Esa estrategia contrapuntea lo general y lo concreto. A punto de irse por peteneras, recula: un asidero; y ahí, algo “real” Así, la leche. Leche es seno, o vaso, o cuajada. Y se come leche. El asidero. Nutrituvo. Da vida. El desastre de momento está paliado o contenido o al menos exorcizado unos instantes. Se puede respirar. El enfermo puede respirar. Es decir, escribir. Dejar salir letra por los poros. Hacer poemas. Fumar. Y entonces la espiral se devuelve a sí misma su polaridad general: fumar es “llaga de un resto impronun/ciable, im/previsible-” El cigarrillo entre los dedos, la leche a punto de entrar en la boca, se vuelven luego (seres) concretos que el desbarajuste general (el naufragio general de la muerte de que nos habla Kierkegäard) contrapuntea. El resultado de este continuo estado de contrariedad lo constituye el rastro de poemas horneado en este libro, rastro casi, rastro apenas, antifuga, ambivalencia. Resultando entonces que “la danza familiar se quemó”. De lo contrario (¿qué quieren?) no habría HORNO.
Se quiere una bufanda de Bosnia, por qué no, y de inmediato el lenguaje socava la bufanda (“por decir alguna”) y con la bufanda a Bosnia (tan socavada).
Se quiere un hecho real: “mi/ cuñada Naomi Grant” ¿Se quiere dato más concreto? Mas, Naomi Grant es relieve. Estatua universitaria, quizás de iglesia, vitral quizás. Y sin duda un pulido “más allá del aquí/soplos de nitritos”. ¿Se quiere nada más desolador? Mi cuñada es estatua, hueso, muerte, sombra, dermis: desbarajuste, a la Nada.
Ah Arteca: lo que hace, deshace.
¿Fijar? ¿Será ésa su función, la función del poeta? Más bien semifijar. Así, un poema es “flujo sérrimo,” Y bien, asimismo es poema, cristalización: lo cual no implica que deje de fluir. Y bien, hay que firmar el poema, que es afirmar (autor) (texto): y se firma, claro está. Yo, Arteca, hice este poema, doy fe, día siete, mes de septiembre, en año conocido. Ah. Conocido por Dios, o por el Desconocedor. Por el lector, ya eso es otra cosa. El año, Arteca, por favor, el año, que los críticos luego se ponen a despotricar. Falta de información, desinformación, aducirán.
Juguetón. En efecto, pero su ludismo es para teología, que es para metafísica, que es ese gato en un cuarto oscuro que no existe: ni el gato ni el cuarto ni la oscuridad. Y entonces el juegueteo (a veces en alemán; a veces en inglés: incrustaciones del más allá del lenguaje cotidiano) es para hablar del extremo (Canadá, extremo de la Argentina): la muerte. Hablar de la dolencia, el cáncer, la metafísica del ADN, lo moderno arcaizado, lo arcaico traído de las orejas al espacio cuadrado de la página “moderna”. De la mano de nuestro poeta “demodé” Mario Arteca. Sencillo, lejano. Sencillo, silencioso. No se le ve. Mas, está “entretejido en las raíces de un cigarro”. Hebra Arteca.
Jugueteo. Elucubración. Y afinca lenguaje, prístino, decidor: y afincándolo, recula, marcha atrás, a un lado, dejar pasar por su lado a todo galope el corcel multiplicador de versos y más versos: toreó. Y toreado el poema, ¿qué queda? Queda “lengua de la detención”. Bravo. Ya es algo. Mas añade: “aunque menos.”
Hay que andar al paso de esta voz nueva en las letras de América Latina, oírlo, sacarlo de su refugio para oírlo. Tiene son, tiene voz, está alucinado. No de sí (sabe demasiado como para perder el tiempo en chorradas ególatras) sino de lenguaje. Y de su alucinación (leedlo) surge su “criadero de poemas”.
¿Podrá decirse ya que Arteca los cría y ellos a su mansalva se juntan?
HORNO: “humo de la especie.”
HORNO: “Estamos en la bruma.”
HORNO: Fernanda teja la bufanda de Penélope.
HORNO: “un lunes medieval.”
El libro de poemas HORNO de Mario Arteca dice del hojaldre, del pan húmedo, de las moreras, del buey de “cauces duros” y dice lumbre, dedos, entretela (teje para destejer; desteje para tejer): decir de uno de los libros más arriesgados que he leído en bastante tiempo en lengua ay española.
JOSÉ KOZER
Hallandale, Estados Unidos, 2001
____________________________________
No podría llamarse
una certeza:
más bien,
un mórbido deseo de desaparecer.
Edmond Jabès
No podría llamarse
una certeza:
más bien,
un mórbido deseo de desaparecer.
Edmond Jabès
Tus ojos en el brazo,
separados uno del otro por el fuego,
continúan meciéndote,
en volantes sombras
de corazón, a tí.
¿Dónde?
Apaga el lugar, apaga la palabra.
Paul Celan
_______________________
UNO
1
Dónde comiste tu leche-
la sangría es una espuma de hojas revueltas
por un viento sin tiempo:
el cuerpo pide de morir
y especula sobre el hombre que se reclina con fatiga
a la presión de aire que abreva en los pulmones
Los pulmones son el síntoma dejado de lado-
la espuma de las hojas revueltas,
una cabellera que vacía sus impulsos
en los dedos novicios
Donde comiste esa leche
ahora el tiempo insiste en tu rostro como una epidemia;
los platos a la mesa azuzan la carne y todo abandono
es por el niño (que ya interesa a los ojos de los padres
su mirada ordinaria)
Es realidad: aquella voz como tu relieve extendido y su extensión
es opinión sobre el derrumbe-
ah las marcas de una vida sin pronóstico;
oh el pulso íntegro de sangre en el sosiego fibrilar de un beso;
cápsulas de bebé de peso mínimo
que no conoce deseo en la sobrevida.
2
LLAGA
de un resto impronun-
ciable, im.
previsible- La placa está anexada
de pus y medianoche: húmeda
bisagra en una crisis de esternón-
es el hermano fumando su salida y la prisa
del mosaico ( tú tensado en el frío): es la orden,
llego a casa -raspado- silbándole el pecho
sin mejorar
...sigamos. De esa raza de pechos en hondonada
alguien volvía de fingir. Y el estallido recto
del relincho del agua
en la cabeza, es esfera mía
que alfabetiza los sentidos.
Y la danza familiar se quemó
en aquél, único vicio.
Se destiñe la sangre
y ninguno alterna, pronunciable,
ahora; pliegues insisten
hacia el golpe
y es la aprobación del aire, es la paleta
indicada.
Fundas de negación, por el suelo romo
del pequeño. Y sólo era el terror,
mañana.
3
La tuve -por un momento,
a la piel de oro que se agrieta en
la carne; la carne,
gramos de corredor del siglo
y una bufanda de Bosnia,
por decir alguna.
A veces vos llovés con los mundos
(deseos en la tijera oculta del
dormido, sacuden un espasmo
-llenito- de verrugas):
la cubrí -se desprendió-
un ojal del cuero de mi sangre
repudre de sí mismo.
Y esto es parte del poema
que no me convido, Saskatoon.
Sudbury, los virgos de Ellen Melian
cruzados
como obispos en tiradores de yeso.
4
En la Université Laurentienne, mi
cuñada Naomi Grant, en relieve
pule más allá del aquí
soplos de nitritos.
Su mort en fou, en la dermis
que se aloja
y yo desperezo el aire con la sombra
de un terreno de huesos.
5
Esquirlas, qué dulce.
Como una lluvia de medusas
en la arena, de ronca migración
apenas se insta;
a leche de vos bebida
sabe en la merienda-
und...am Herzhang,
morgen. Esta dicho.
Saludo a todos los dormidos
por un poema convencido de ser un buen
poema.
Pero no más no parte
tampoco: es sólo flujo sérrimo,
nacido a siete días del mes de septiembre;
en año conocido.
________________
DOS
1
Para la fecha, amplias secas
del retrovirus.
Peinan ya los coros
en un de profundis que aún agita.
Necesidad de repetir siete-ocho.
El holandés Resenbrink calzado
en los lienzos de Brueghel, el Viejo
(paños de torsión, cuando el balón
tensó la pifia de un madero);
el retrovirus se impedía, si cabe; “...tramito
al ras de mi vida la ráfaga infinita
y el pudo ser de la muerte”. Algo se dijo;
necesidad de repetir: siete-ocho:
Camaïeu. Ontario a la burra.
Se echa cuatro por los tímpanos,
en la madera las dolencias.
La chica aparta los senos y se complica.
Desde el lago sur-mer
la casita de Gus es declive, empoza
los humos de su vida con la palabra
por coro. La pequeña Ellen publica
sus gritos en las páginas amarillas-
estoy entretejido en las raíces de un cigarro.
La señora (a las madres no
la ancianidad) viaja de sur-a-norte.
Su rostro -a la exhalación- duerme un sueño de pastillas.
…Canadá se parece a un promontorio;
se aproxima, muy, a esa estatura:
en restos de hojas (es un parco
alfabeto, ya nacido, ese deseo).
Y para qué la sospecha entre un camino
y otro (a Cambaceres la tripa;
lo reduce el asco
de un rocío frenado por lagañas).
Shit!!… del color de las arenas.
2
La estela del día, que se aplaca
y es comienzo.
El rastro- sólo hacia la huella
se desmarca y es piso
del dolor, retardo... que apenas.
Y a veces,
con los fríos de un grifo tan mal
es estallido; atracción portátil,
atracción;
una mirada sin crédito en el año
de la polución
es la resta tildada como suma
y es la mise en scène
del pespunte de unos ojos,
acaso; entonces... Nunca en el rigor
vació su genio:
-wardada bajo
la vista grossa, de lo ausente.
3
Ceden, por la marcha sin espasmo
del pie en su bacilo, que se marcha
de opciones;
la arruga fluye rubí, en tiempos
como ceros de polvo que barren
a la tierra.
Es detención. El barro, por un paso,
es detención.
Y vos tornás toda demora
en reloj,
como un espacio aún
en la faceta del error
y un gemido de antemano.
4
En un mínimo de luz se explica
muy, a la pasada; se completa (en la versión
naif del Pájaro de Fuego).
Ya es previa la estación sin rumbo
que escozora nuestros pies
y sigues:
en dijes, de una pulpa sin aire
aun sin echar -en las fundas
de la sangre, un resplandor vacío de ocre
:temperatura ciega-
ahí; en el texto por el tú de mi lesión,
es precio:
vínculo leonino-
y todo es lengua de la detención
aunque menos.
5
Cuántas veces el páramo. Digo:
esa palabra -en voces como alergia
de otras- corre en kajak hacia
el distingo de un rubor de páginas
que se disecan.
Dice también sentidos, siempre
amplio, a cada uno el regusto
de la fiesta de los ojos y es inversión.
Parece que decirse, sola, repara
el criadero de poemas que apenas
física, son el azar de tu atracción.
Las veces que escribiste,
al por menor, -dicen-:
como esos airecillos de mar
y-que-dicen- raspan el recurso.
También así, pero antes: allí.
_______________________
Para la fecha, amplias secas
del retrovirus.
Peinan ya los coros
en un de profundis que aún agita.
Necesidad de repetir siete-ocho.
El holandés Resenbrink calzado
en los lienzos de Brueghel, el Viejo
(paños de torsión, cuando el balón
tensó la pifia de un madero);
el retrovirus se impedía, si cabe; “...tramito
al ras de mi vida la ráfaga infinita
y el pudo ser de la muerte”. Algo se dijo;
necesidad de repetir: siete-ocho:
Camaïeu. Ontario a la burra.
Se echa cuatro por los tímpanos,
en la madera las dolencias.
La chica aparta los senos y se complica.
Desde el lago sur-mer
la casita de Gus es declive, empoza
los humos de su vida con la palabra
por coro. La pequeña Ellen publica
sus gritos en las páginas amarillas-
estoy entretejido en las raíces de un cigarro.
La señora (a las madres no
la ancianidad) viaja de sur-a-norte.
Su rostro -a la exhalación- duerme un sueño de pastillas.
…Canadá se parece a un promontorio;
se aproxima, muy, a esa estatura:
en restos de hojas (es un parco
alfabeto, ya nacido, ese deseo).
Y para qué la sospecha entre un camino
y otro (a Cambaceres la tripa;
lo reduce el asco
de un rocío frenado por lagañas).
Shit!!… del color de las arenas.
2
La estela del día, que se aplaca
y es comienzo.
El rastro- sólo hacia la huella
se desmarca y es piso
del dolor, retardo... que apenas.
Y a veces,
con los fríos de un grifo tan mal
es estallido; atracción portátil,
atracción;
una mirada sin crédito en el año
de la polución
es la resta tildada como suma
y es la mise en scène
del pespunte de unos ojos,
acaso; entonces... Nunca en el rigor
vació su genio:
-wardada bajo
la vista grossa, de lo ausente.
3
Ceden, por la marcha sin espasmo
del pie en su bacilo, que se marcha
de opciones;
la arruga fluye rubí, en tiempos
como ceros de polvo que barren
a la tierra.
Es detención. El barro, por un paso,
es detención.
Y vos tornás toda demora
en reloj,
como un espacio aún
en la faceta del error
y un gemido de antemano.
4
En un mínimo de luz se explica
muy, a la pasada; se completa (en la versión
naif del Pájaro de Fuego).
Ya es previa la estación sin rumbo
que escozora nuestros pies
y sigues:
en dijes, de una pulpa sin aire
aun sin echar -en las fundas
de la sangre, un resplandor vacío de ocre
:temperatura ciega-
ahí; en el texto por el tú de mi lesión,
es precio:
vínculo leonino-
y todo es lengua de la detención
aunque menos.
5
Cuántas veces el páramo. Digo:
esa palabra -en voces como alergia
de otras- corre en kajak hacia
el distingo de un rubor de páginas
que se disecan.
Dice también sentidos, siempre
amplio, a cada uno el regusto
de la fiesta de los ojos y es inversión.
Parece que decirse, sola, repara
el criadero de poemas que apenas
física, son el azar de tu atracción.
Las veces que escribiste,
al por menor, -dicen-:
como esos airecillos de mar
y-que-dicen- raspan el recurso.
También así, pero antes: allí.
_______________________
TRES
1
Ich. Los plenos de luz
masacrados por el agua.
Son péndulos del pudor
de uno a uno, en la flotación
de la noche; más, y muy por lo pronto
nocturnos.
Weiss. Un descansar salido
del robo descendente de un canto
invertido; ropas, como hilachas
de una rasgadura: -secas
debitadas por el humo de la especie;
sonnen. El niño yerra
en el peñón vacío
de-una-mirada-a-la-cal,
se cita por su espejo
“...¿y qué día sabremos, en el
rip de clase en el atavío de sucesos?”.
Kein name. Esas ofertas.
De cuerpo del racimo en las uñas;
de un rincón ese jaspe
estilo es la tuya, que ya acomoda
sus filos: de versiones en versión.
2
En fasces se prende,
el tiempo de morir.
Una zona de espejos estira
en lupa sus partículas -en el precio
está la lágrima, re-viva, hacia
la paranoica decepción: en la conversa.
-acaso sea cierto
que embiste la palabra
una tortura picada-por-tamaños.
Que se parta la sangría del escualo
en término, es rotura
y gracia en la inhalación de los fluidos.
-rancios en la cepa de piel
de contraseñas
la naríz arrastra su posesión
de olfato. Es chile y toda la tierra
centrada en una batata, con la venda en cruz
que rema de un gancho flojo, en alientos.
-directo a la válvula de los ojos,
tú, menos possible –que otras.
3
La tierra despeja las huellas
anteriores. Neblina en hábito de fundas
(al vapor) en la pira del
deseo; rastros de una presión de dedos
que cortan el sulfuro de aliento en las marmitas.
Si un film fijara el ojo de quien
pulveriza el mundo: zonda en las narices:
los líquidos vitales se aligeran.
Un film oscuro; la asperidad de Caligari
bajo velos en el maquillaje de la insignia;
la tierra, húmeda besa el tiempo de la muerte
y los costados de una vida
son ganglios por si arrasa la fiebre.
Se encima la memoria
de un racimo de huesos en la espesura
de una mueca.
Ha comenzado el baile del pie dormido
en el soporte; -a la diestra, signo del instante,
la edad de la pupila rechina de estupor.
Hemos, sin duda hecho cosas
-horribles; a la fecha.
4
Estamos en la bruma. Siquiera
en medio existe el meollo
del desastre.
Derrumbe en posesión
que suena, de derivas. Estar sobre
los fuegos preciosos del cuerpo
en desatención. Arriba el humo ocupa
indócil el cero de la palabra
y la batalla está en ninguna parte.
:hoy percibí el vibrato físico
de la memoria. Otro músculo
bajó la oscuridad- no se escucha más
el top-ten del diccionario de lenguas:
el terror y la mecánica-armada
cubre ya la víctima
en esas luces
ahora-líquidas; te embebes
íntegro en un vino misal.
5
Al tacto de un fotograma.
Como detrás de los relámpagos
lucen en quinina: el rostro de dos hombres
hacen la V de volver a ver
(en Devoto giran los grumos
del refugio en cálidos belgas-
rociador de planos es la tansa de 100
metros de Bruselas; al bicornio
de lata en el balero de la muchacha).
Y todo se extingue en la boca
con la lentitud del gofio: palabras
que se escarchan en la demora, irregular.
Hacer de la puntería la virtud
del centímetro: 42 delegados de 26
organizaciones de periodistas-trabajadores
de la región. Cerca de 800 mujeres cobran
por tejer: la bufanda de Fernanda, allí,
es una lengua púrpura del sueño.
-ídems en la mordida
del instante-
los linchamientos son un lunes medieval;
y el pasto sin control te mastica
casi antes; forever.
_____________________
CUATRO
1
En la cepa del refugio,
nada.
-aparte restan líquidos
del testeo; ese cuerpo;
rictus del temblor del cuenco
vacío. Amplifica en la ranura:
intacta ella;
los huesos calizos en señales
que reptan en un tiempo de los mil-
demonios.
También allá los rasgos sin temple
aumentan su cultura
en ojos de muchacha.
Se inquietan, como corchos se ofrecen
a la gravedad del vapor-; el estilo
es dividir esos síntomas
que agregaron nuestra ausencia;
así se aplican en alocado
puntillismo: de quién
los modos a la cara.
2
Coronel Dorrego, ese premio:
yilé estampada
en la penumbra gaseosa.
Caes en un fino de estatura
a la inmediación;
el pensad de un instante corre
en ruina por el pozo de unos huesos.
Te quedas y en sentencia
mesas con sordera
cada hilo mío de piel
para siempre- :
¿a qué le temes, si la punta
de tu mentón siega el perímetro del misterio?
Elegir no ser ahora
el veneno de ojos sin información.
Este entonces de fugas
en el síncope del pulso-:
hachas-
dinastía, en su lastimado fiúuu se aceptan;
un allá, en el lecho del tú
cuando seríamos.
3
Sal, en una espuma de horarios
encadena siempre la pulpa
destacada a la acechanza.
Es repetición esta palabra, es coro
de un sinónimo de estopas
que tienes por volumen.
No es acaso óbice
el martirio de hilván entre mis uñas,
veces que postra este número
esa resta de vos que te prometes:
-hecho, y ya no: me agita
el ave de cien plumas su aire
de contrición- como cestos
de carne, calla la traición unimembre!;
a la madre la tetera le supura:
al hijo, le surca un pistilo de emoción;
tiene hermanos, dos, y uno que es sólo
parte de sí mismo, en la zona
siamesa del infarto. Ninguno-
late en el vacío cuando sus grumos
se adelantan; a la inclinación
le sigue una esquirla de iodo.
Pulcra aceptación, la ciudad
nítida en sus “eses” de elegancia
reclina hasta morir. Brujas. Francfort.
Fundas de nombres
sin-sentido en el nonsense, bajan
diciendo hasta la frente
en conversación:
-Banfield, en su hueco 77, de nuevo
retoma la insignia anterior.
-Olimpo, de crestas de bateador en las bolas:
es un arte picado la electricidad.
-En las cárceles cantan en re menor los ardores;
tiempos cosidos al esplendor, inhalan
borbotones: es caldo de fluido.
Encima de la costra en párpados
de días, vienes. Allá
por la máquina tus puntos blancos
que situaron el martirio; quedaron
los huecos en ripio de rituales
(insert de frases
sobre grietas...ahora muertas)
-para un limbo de opinión.
4
En la pérdida-maggiore
te vuelves en elusión:
Un fade astilla la expectación
de un peso más hondo que
el desborde sobre mí; tú,
en el sí de su minutero
afinas, instada,
hacia una provocación de nenitas:
cuando oprimas
antes de allí su pestaña en el beso
de natillas-
ese calco que se quita del rocío
marchará en franelas, hacia atrás
y polisémicas: ...es casi incidir
en tu rango que se atonta; espesa
ahora, en su centro de virósica
atracción
(te soportas como un gato
en las aguas de escarchas prenatales:
muchachos
en contrarias O
de a poco incandescentes,
se salpican de ausencia
por alguna manera;
aún hacia dónde, en qué de mí
secando sombras) ...casi.
La canción de la mímica
en parloteo constante,
repara en el callar.
5
Horno, carbón
de luz en el hojaldre
de la memoria. La metáfora
del pan húmedo retira su apoyo:
el niño y el niño
imprimen lento sus tiempos de nacido
-sólo un quilo y medio
y habría de jugar eterno
en las moreras-
vaciar el criptograma de su
rostro -azul, azul- menos dicho
en el estatuto del tallo
del agobio. Es realidad.
Pero inútil es el círculo
del agua que deja en grumos
pronunciar la violación
de la piedra-: igual de blanda
hacia los pasos que la afirman;
esa extensión que raya
de un solo buey los cauces
duros del sector.
Es tierra muerta lo que se
detiene en tus dedos-
la entretela de esa lumbre
del país, nadie, por parcelas
de humo; en ningún lugar ello señala
hacia mí.
-“para que el pan viejo
reviva”, en la traición segunda
está tu parte;
con el rociador de fuego, seca,
la tierra agrega:
en ningún lugar ello señala hacia mí,
en ningún lugar ello señala hacia mí,
mañana.
______________________
Horno, carbón
de luz en el hojaldre
de la memoria. La metáfora
del pan húmedo retira su apoyo:
el niño y el niño
imprimen lento sus tiempos de nacido
-sólo un quilo y medio
y habría de jugar eterno
en las moreras-
vaciar el criptograma de su
rostro -azul, azul- menos dicho
en el estatuto del tallo
del agobio. Es realidad.
Pero inútil es el círculo
del agua que deja en grumos
pronunciar la violación
de la piedra-: igual de blanda
hacia los pasos que la afirman;
esa extensión que raya
de un solo buey los cauces
duros del sector.
Es tierra muerta lo que se
detiene en tus dedos-
la entretela de esa lumbre
del país, nadie, por parcelas
de humo; en ningún lugar ello señala
hacia mí.
-“para que el pan viejo
reviva”, en la traición segunda
está tu parte;
con el rociador de fuego, seca,
la tierra agrega:
en ningún lugar ello señala hacia mí,
en ningún lugar ello señala hacia mí,
mañana.
______________________
FINAL
CORAZON DE MADRE
1.
-que dure cien (existe el sí
sin pena -ya menos que ángel-
sobre tu rostro y no es ley
eterna...).
Mira, un momento; es tu criterio en despojo;
estás de pie y no se desposa hacia nada
en adelante
este error:
ahora es momento... Ahora no.
Eso que destella es prisión mía
-menor que la tuya.
Meiner Mutter Herz
de pan para la cena: es sentido-
el rumbo a seguir.
Y cada tú, hasta
el descuido, va cediendo. Limas los párpados
bajo un shhh loco -postizo-
de palabras que nacieron
por encargo...
Así.
En punto justo-: ebulle lindo
(se derrama), y sin más.
2.
No. El tono de la agitación
es tiempo; rocío
y habita en las lonjas
del goteo.
La mirada escande una corona
arrusada por perplejidades, sonora.
Es una fría cochambre. Se lee
por decir, por decir no, al lugar
del temple más amable en la piel;
a la voracidad del ADN en el escroto;
aún no se proclama
el nombre, sí, el ojo recons-
tituido bajo el valor del polvo:
en tanto tira ya de esta vida;
arrójala ahora (y muy bien)
bien cerca.
La Plata, agosto de 1995
(*) Escrito en 1995. Recontrainédito.
CORAZON DE MADRE
1.
-que dure cien (existe el sí
sin pena -ya menos que ángel-
sobre tu rostro y no es ley
eterna...).
Mira, un momento; es tu criterio en despojo;
estás de pie y no se desposa hacia nada
en adelante
este error:
ahora es momento... Ahora no.
Eso que destella es prisión mía
-menor que la tuya.
Meiner Mutter Herz
de pan para la cena: es sentido-
el rumbo a seguir.
Y cada tú, hasta
el descuido, va cediendo. Limas los párpados
bajo un shhh loco -postizo-
de palabras que nacieron
por encargo...
Así.
En punto justo-: ebulle lindo
(se derrama), y sin más.
2.
No. El tono de la agitación
es tiempo; rocío
y habita en las lonjas
del goteo.
La mirada escande una corona
arrusada por perplejidades, sonora.
Es una fría cochambre. Se lee
por decir, por decir no, al lugar
del temple más amable en la piel;
a la voracidad del ADN en el escroto;
aún no se proclama
el nombre, sí, el ojo recons-
tituido bajo el valor del polvo:
en tanto tira ya de esta vida;
arrójala ahora (y muy bien)
bien cerca.
La Plata, agosto de 1995
(*) Escrito en 1995. Recontrainédito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario