John Ashbery, a principio de los '80.
Dos millones de violadores
Como un pelo cayendo sobre la arena
la dirección del remitente es vacío
o apertura;
cada quien sigue su camino
y por él avanzamos.
Las estrellas se mueven en sus oquedades.
Dios patrulla el fondo del mar,
pone a los caracoles dóricos por encima
del nivel de la escalera de incendios.
Nos ve venir
y pega la vuelta a la esquina.
Los hombres de cartón se abandonan en sus almacenes
hasta que se deslicen las horas,
nos sirvan té y helados,
todos secuaces en el pequeño negocio.
Dimos curso a estas órdenes
una y otra vez, dice esto, exportando nuestros despojos
hasta los límites del imperio.
Aún así, sin falsete,
el pájaro chilla en el oído.
(texto perteneciente a Where Shall I Wander)
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