domingo, 30 de marzo de 2008
Wuthering Heights
Also Sprach
Escucharlo. Nada más. Por fuera de la dicotomía campo-ciudad, y por dentro de la novela autoprogresiva Trastorno, donde la versión de Un médico rural, de Kafka, es fagocitada por una segunda parte donde un antológico monólogo narrado por el príncipe Saurau, en clave beckettiana, o en un entramado circular venido de la obsesión de un sacro Glenn Gould, aquel malogrado del ídem, infecta para siempre el futuro narrativo del cliente más famoso del Café Bräunerhof. Allí está, Thomas relativizando una entrevista televisiva; Thomas intentando escapar de las garras del presentador Kraus, ni mucho menos. En ella no encuentra la horma. Videos donde Bernhard no se halla, cree en la voluntad de disolución de una persona que consigue salir de la superficie a expensas de volverse pura exposición. ¿Y ahora? Ocupar la mesa de ese bar donde Thomas bebe acaso un ¿té? Ocuparla y sólo tornar la vista al inscape que desde afuera nos dice: "Escuchálo a Bernhard. Por qué no. Quién dice que las piedras... los relojes... el imán trabajado por la inercia..." Ocuparse de Bernhard, sí, pero de oído, y por eso mismo tocarlo. Siempre sucede lo mismo: cada vez que siento estar en medio de una encrucijada (un poema mío, que jamás será publicado, se titulaba "Fijar toda encrucijada") tomo Corrección, o bien Extinción, de Bernhard, y releo sus páginas como si se tratara de recorrer el auxilio versicular de la Biblia. Thomas Bernhard no es mi Biblia, pero tampoco siento aquello que una vez dijo un amigo: "A este tipo le falta un candombe". Aquellos que leen o leyeron alguna vez a este escritor austríaco, entienden a qué me refiero. Hay autores a los que uno llega y se queda por amor a su obra, porque forma parte del mundo que el propio lector toca, porque siente simpatía; hay otros, como Bernhard, en los que la certeza de tener un mundo completo con sólo acariciar el lomo de una de sus obras, es una sensación tan real como romperse la uña de un estúpido martillazo. Lo mismo que escucharlo en estas dos grabaciones, hablando un alemán mucho más plástico de lo previsible. Parece feliz, encantado de la soledad, en el primer video. El segundo retrata, muy rápidamente, los años de apoteósis en los que obtiene los pimeros reconocimientos por Transtorno y Helada, y comienza a ser aquel escritor cuyos libros anticipan la totalidad de un universo en el que el desapego, la indiferencia, el temor a Dios y la brutalidad de los objetos, son la materia más luminosa contra la imbecilidad.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Bustos, Miguel Ángel: 1932-?
sábado, 22 de marzo de 2008
Lo que sigue es el tsunami
Voladuras de techos, tensores y pérdidas totales fueron el saldo de la caída de lluvia y granizo de ayer. Las localidades más perjudicadas son Abasto, Echeverri, El Peligro y Gorina, lindantes con las rutas 11 y 36 y la Autovía 2. Existen riesgos potenciales por la cantidad de árboles y postes de luz caídos
Defensa Civil de La Plata informó que llegan a 320 los evacuados en ese municipio por el fuerte temporal de lluvia, viento y granizo que afectó ayer a gran parte del Conurbano bonaerense. El intendente de La Plata, Pablo Bruera mientras recorría las zonas afectadas junto a integrantes del Comité de Crisis, afirmó que las localidades más perjudicadas son Abasto, Echeverri, El Peligro y Gorina, lindantes con las rutas 11 y 36 y la Autovía 2.
Yépez & Debord
A Debord no hay que destribalizarlo. Sin embargo, comúnmente se le ubica en soledad, en separación de otros artistas —¡aburguesándolo!— como capataz de un grupo (Los Situacionistas). La crítica prefiere singularizarlo, convirtiéndolo en un individuo genial o caso raro. Mínimanente hay que entenderlo en pesquisa compartida con otros agentes subversivos del campo del arte de neovanguardia.
A Debord hay que situarlo junto a Kaprow. Me extraña que la crítica, a pesar de que ambos elaboraron sus nociones en los mismos años —el primero en Estados Unidos y el segundo en Francia— y ambos compartieron el proyecto de convertir al objeto en contexto, la imagen en acto, no los relacione. Kaprow y Debord constituyen un mismo proyecto: evaporar al objeto de arte para volverlo atmósfera.
Ambos dejaron morir al arte. Aceptaron que el arte ocurrió por desprendimiento histórico, isla que no se sabe archipielágica, apéndice en extinción. Los dos recolocaron las prácticas de representación llamadas “arte” dentro de un contexto en que, a la vez, pierden su carácter artístico (enajenado) y alcanzan la meta que siempre se han propuesto (revolucionar la realidad). Kaprow lo hizo a través de la praxis-ideas como environment, happening y activities. Debord (y los otros situacionistas) mediante su noción de situación, basada en técnicas de tergiversación (détournement) o nomadismo crítico (dérive). La noción de obra cediendo su puesto a la de proceso, acción, espacio-tiempo. La propuesta de Kaprow y Debord, en realidad, siguen siendo las más extremistas dentro de la historia reciente del arte.
Todo lo que siguió —conceptualismo, instalación, arte público, povera, videoarte, apropiación, etcétera—, en comparación, resulta reaccionario. Se tratan de vueltas al objeto, restitución del “artista” o procesualismos abstractos. Incluso las obras de sitio específico son todavía formas tradicionales de arte al estar desligadas de un proyecto general de transformación de la urbe. Son, por ende, todavía formas estéticas. Por estética quiero decir producción-consumo de objetos, sujetos o procesos que se conciben como excepciones simbólicas; autonomías parasociales.
A Debord hay que entenderlo tribalmente. A Debord hay que entenderlo como el punto en que el siglo XX del arte se separó de sí mismo y, luego, regresó a su vieja comodidad. El mundo del arte posmoderno es pre-situacionista. Utiliza sus técnicas pero fuera de su contexto: re-formar la polis estructuralmente, más allá de la fabricación per se de imágenes lúdicas.
Debord fue más lejos que Kaprow. Debord desea algo más amplio: la neourbe.
El situacionismo es una transición desde el arte al urbanismo. ¿Cuál es la propuesta de ciudad del situacionismo? Una utopía. El gran logro del situacionismo fue reconocer que el arte debe convertirse en una serie de estrategias para intervenir la ciudad; su gran falla, pensar la ciudad a través de imágenes utópicas. Paradoja de paradojas: el situacionismo visualizó la ciudad —desde la Nueva Babilonia de Constant hasta los planes serios o lúdicos del “urbanismo unitario” en general— de modo espectacular.
¿Cuál fue la razón de este fracaso situacionista? El situacionismo pensó en abolir la calle (para hacer ciudades en segundos pisos), pensó arquitectura magna (aunque antimonumental), penso diagramas generales, pero no repensó la vivienda, no pensó su penuria. Al no repensar concretamente al espacio-tiempo de la vivienda —la célula en que se reproduce la familia capitalista—, el situacionismo no fue a las raíces.
Pensó lo público. Dejó intacto lo aparentemente privado.
La arquitectura situacionista sigue siendo espectacular. No redefinió al hogar.
Por otra parte, la contribución teórica más revolucionaria de Debord fue su concepto de espectáculo no como una colección de imágenes sino como un mundo en que las relaciones sociales están mediadas por imágenes. El espectáculo es la separación entre unos individuos y otros debido a las fantasías (imágenes) que colocan entre ellos. Este concepto no ha sido siquiera evaluado, en toda su amplitud, por nosotros, ya que no sólo abarca dimensiones mediáticas y sociales sino también se trata de una contribución a la psicología, algo que creo aún no ha sido advertido. Debord no ha sido descubierto.
A pesar de la brevedad de sus escritos, Debord renovó al marxismo. Por supuesto, el ya clásico ensayo acerca de la industria cultural y el iluminismo como engaño de masas de Horkheimer y Adorno es un precedente de la noción de espectáculo de Debord expuesta en La sociedad del espectáculo. Pero a quien Debord realmente expande es al propio Marx, pues la noción de espectáculo es una actualización de la idea abstracta de ideología, vagamente expuesta por Engels y Marx. Aunque es a Althusser a quien se le atribuye la renovación del análisis de qué es la ideología, quien la redefine en términos más concretos dentro de la sociedad de consumo es Debord.
Visto así el espectáculo es la serie de imágenes que median las relaciones sociales y que hacen posible que las clases en el poder lo mantengan a través de la reproducción de esas imágenes. Esto es lo que Debord llamó “dominación espectacular” o “espectáculo integrado”. (Terry Eagleton no incluyó a Debord en su antología sobre los teóricos de la ideología; ese es un error vertebral de esta obra que en las universidades occidentales utilizamos para discutir la noción de ideología). Es hora de que se restituya a Debord dentro de los teóricos de la ideología.
Es significativo, asimismo, que pensadores posteriores a Debord que deben una parte de sus ideas a él, no parezcan reconocerlo. (La idea de simulacro en Baudrillard tiene parentesco con la de espectáculo). Debord ha sido subestimado.
En su carácter de ex o posartista y en su faceta como teórico, Debord señala dos retos: a) cómo continuar la transformación del trabajo estético en trabajo político, esto es, cómo continuar (retomar) la transición desde la producción-consumo de objetos o procesos estéticos (separados) hacia la construcción de nuevas ciudades, desde sus espacio-tiempos públicos hasta sus espaciotiempos privados; b) cómo reinventar la discusión (aún demasiado abstracta) acerca de cómo funciona la ideología, cómo funciona el espectáculo, es decir, ¿ha cambiado el funcionamiento de la dominación espectacular desde su teorización por Debord?, ¿qué nuevo(s) concepto(s) pueden abarcar lo que ahora comparten (parcial y problemáticamente) el concepto marxista de ideología y el neomarxista de espectáculo? No se trata de preguntas retóricas. Se trata de preguntas que todavía no tienen respuesta.
Comenzaba argumentando que a Debord hay que entenderlo dentro de un proyecto que lo rebasa y que, asimismo, decía, incluye a Kaprow. Al evitar que se le aísle, por cierto, se evitará también que a Debord se le idealice. Debord era un tipo autoritario, propagandístico. La sociedad que criticaba y él tienen algo en común: son fascistas. Debord estaba convencido de que sólo él tenía la verdad. A eso se debe que después de la publicación de La sociedad del espectáculo, su pensamiento no haya podido renovarse. En este sentido, todos nosotros seguimos siendo, en el mejor de los casos, todavía debordianos. ■
Heriberto Yépez
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* Extraido de www.metapolitica.com.mx
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LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO, por Guy Debord (1931—1994)
Fragmentos del capítulo 1: La separación consumada
"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado."
FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.
1. Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación.
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2. Las imágenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra, consumada, en el mundo de la imagen hecha autónoma, donde el mentiroso se miente a sí mismo. El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente.
viernes, 21 de marzo de 2008
Wittgenstein desencadenado
jueves, 20 de marzo de 2008
Sacred Cows
Thrill, thrill, thrill
Make a scene
Bump off the Dean
Yeh, yeh, yeh
Knock off the squares
Take to the street
Kill everyone you meet
Just kill, kill, kill
Hey, hey, hey
Dig what I say,
Get a gun
And kill your mum
Woh, woh, woh
Don’t you know
Love is out
Hate’s what it’s about
Just kill, kill, kill
Don’t just stand there being placid
I’ll take you to a place that’s purple and paisley
There’s no problem everybody is crazy
Come on get rid of your frustration
Get into our hate generation
If you are ready......
Thrill. Thrill, thrill
Make a scene
Bump off the Dean
Woh, woh, woh
Don’t you know
Love is out
Hate’s what it’s about
Just kill, kill, kill
La cosa que piensa (mientras escuchamos a Jesus & Mary Chain, y de reojo a Deleuze sobre Kant-Dios-René)
Jesus & Mary Chain, Come on, MTV, agosto 1994
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Le cours de Gilles Deleuze (1980)*
[Primero que todo el entendimiento de Dios. El entendimiento infinito. Toda la metafísica del siglo XVII esta llena de consideraciones sobre el entendimiento infinito; pero ¿qué es el entendimiento infinito, el entendimiento de Dios? Dios es el ser para el que no hay dado. En efecto Dios crea, y crea ex-nihilo. Es decir a partir de nada, no hay un material que le sea dado. Desde entonces para Dios no existe la distinción entre un dado y un actuado. En otros términos, la diferencia entre dado y creado no existe para Dios. Para Dios no existe diferencia entre receptividad y espontaneidad; Dios es únicamente espontaneidad. Entonces ¿Qué es lo dado? Lo dado es una espontaneidad despojada. Solo hay dado para la criatura, porque la criatura es finita. Lo dado es solo una espontaneidad despojada, en otros términos: nosotros, siendo de hecho seres finitos, decimos: hay lo dado. Para Dios, no hay lo dado. Nuestra finitud es la que hace la diferencia de la receptividad y de la espontaneidad. Esta diferencia no vale al nivel de Dios. Ahora bien Dios es el derecho, es decir es el estado de cosas tal como es de derecho. Ven, es muy simple, para que el kantismo sea posible es necesario que haya una promoción de la finitud. Es necesario que la finitud ya no sea considerada como un simple hecho de la criatura, es necesario que la finitud sea promovida al estado de potencia constituyente. Por esto a Heidegger le gusta tanto reclamarse kantiano. Kant es el advenimiento de la finitud constituyente, es decir que la finitud ya no es un simple hecho que deriva de un infinito originario, la finitud es originaria. Esa es la revolución kantiana.
Entonces ve el día la irreductible heterogeneidad de dos facultades que me componen, es decir que componen mi espíritu, la receptividad y la espontaneidad. Receptividad del espacio-tiempo, espontaneidad del "yo pienso". En fin el hombre deviene disforme; disforme en el sentido etimológico de la palabra, es decir dis-forme, claudica sobre dos formas heterogéneas y no simétricas: receptividad de la intuición y espontaneidad del "yo pienso". Hay estamos.
Si me han seguido pueden esperar algo: de Descartes a Kant, de Descartes que mantiene todavía explícitamente el primado de lo infinito sobre lo finito, y que por eso era un gran pensador clásico, es decir del siglo XVII, bien, de Descartes a Kant, la celebre formula del Cógito, "pienso entonces soy", cambia de hecho de sentido. La última parte de "Las palabras y las cosas" implica un gran número de referencias a Kant y retoma el tema heideggeriano de que la revolución kantiana consiste en esto: haber promovido la finitud constituyente, y romper así con la metafísica que nos presentaba un infinito constituyente y una finitud constituida. Con Kant la finitud deviene constituyente. Foucault utiliza admirablemente éste tema, pero Heidegger es el primero que ha extraído y definido a Kant por esta operación de la finitud constituyente. En ese momento digo que es necesario que el cógito tome otro sentido. Les pido poner mucha atención. En Descartes el Cógito se presente de otra manera. Descartes nos dice primero "yo pienso". ¿Qué es eso? Es la primera proposición. ¿Qué quiere decir "yo pienso"? "yo pienso" es una determinación; es una determinación indubitable. ¿Por qué indubitable? Porque no puedo dudar de todo lo que quiera; puedo dudar de que usted exista, puedo dudar de que yo exista. Hay una cosa de la que no puedo dudar y es que yo pienso. ¿Por qué no puedo dudar de que yo pienso? Porque dudar es pensar. No se trata de discutir, se trata de comprender lo que él quiere decir. Puedo dudar que dos y dos hagan cuatro, pero no puedo dudar de que, yo que dudo, pienso. Entonces "yo pienso" es una determinación indubitable.
Segunda proposición: "yo soy", y ¿por qué "yo soy"? Por una razón muy simple, es que para pensar hay que ser. Si pienso, soy. Al nivel B el enunciado del cógito es: si yo pienso, yo soy. Proposición A "yo pienso", proposición B: si yo pienso, "yo soy". ¿Por qué si yo pienso, yo soy? Yo pienso es una determinación indubitable. Es necesario que una determinación actúe sobre algo, sobre algo indeterminado. Toda determinación determina un indeterminado. En otros términos: "pienso" supone "ser"; no se en que consiste ese ser, no tengo porque saberlo. "Yo pienso" es una determinación que supone un ser indeterminado. El "yo pienso" va a determinar al "yo soy". La determinación supone un indeterminado. Todo esto esta muy bien. No hay lugar para hacer objeciones. Ya es suficientemente fatigante comprenderlo. Si yo pienso, yo soy. ¿Soy qué? A ese nivel, una existencia indeterminada. Proposición C: pero ¿qué es lo que soy? Soy una cosa que piensa. Lo que quiere decir: la determinación "yo pienso" determina la existencia indeterminada "yo soy", de donde debo concluir: yo soy una cosa que piensa.
El enunciado del cógito sería entonces:
A- Yo pienso
B- Ahora bien, para pensar hay que ser
C- Entonces yo soy una cosa que piensa. En otros términos yo diría que Descartes opera -y eso es muy importante para el porvenir- con dos términos: "yo pienso" y "yo soy", y una sola forma: yo pienso. En efecto "yo soy" es una existencia indeterminada que no tiene forma. El pensamiento es una forma y determina la existencia indeterminada: yo soy una cosa que piensa. Hay dos términos "yo pienso" y "yo soy" y una sola forma, "yo pienso", de donde se concluye: "yo soy una cosa que piensa". ]
* Extraido de www.webdeleuze.com
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Jesus & Mary Chain, Drop, Cesar's Palace, agosto 1998
¿Te acordás cuando grabábamos a los Stranglers en Radio Universidad, de LP a Cassette BASF, de 90, o bien en una cinta abierta?
Stiff Little Fingers, Nobody's hero, 1979.
martes, 18 de marzo de 2008
Soldado de lata + Pretty Things Live 1969 (escondido) + reseña a caballo de "El maleficio"
Paul Weller, Tin Soldier, 1991.
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Sobre El maleficio, de Hermann Broch, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2002, 422 páginas (originalmente publicado en www.bazaramericano.com).
¿Qué es una comedia? Esta pregunta, que no halla más respuesta que en la literatura, deviene siempre en commedia humana, en espiral tragicómica, en golpe funesto de bufón que deja la entrada de una risa sin exceso para momentos más propicios. El maleficio, de Hermann Broch (Viena, 1886 – Estados Unidos, 1951), es el perímetro de ese interrogante, no su evidencia. En un pueblo ubicado junto en el macizo de Kuppron, por el Bajo Kuppron, comienza y acontece la historia ejecutada por el autor de La muerte de Virgilio, tal vez su novela más famosa. El pueblo, bestial, inmiscericordioso, como los fantasmas habitantes de los relatos de Thomas Bernhard, se presenta como un todo atomizado, donde deambula la precariedad y la abulia. Otra vez, y esto ya pertenece a cierta tradición de la escritura austríaca o bien centroeuropea, el relato es desarrollado mediante el ojo de un médico (véase Un médico rural, de Kafka, o Trastorno, de Bernhard). Por supuesto que la mirada es otra, no funciona a modo de vista ciclópea que coloca los hechos en un prisma de totalidad, sino que reproduce y avanza en función de lo que recuerda. Existen los laterales en esa mirada, y en ese aspecto se diferencia de la mirada de los peces, a la que a veces parece aproximarse. Porque El maleficio trabaja el sentido de la reconstrucción de los hechos, y si bien el relato está impregnado de un lenguaje por momentos lujoso, incluso lírico, el “narrador” no deja escapar aquellos detalles que no afinen el entramado de la novela. Escritura microscópica, entonces, para relatar sucesos que marcan la raíz social de una próxima tormenta.
La novela es rebasada por un personaje extraño, oscuro, ambivalente, y de una creciente violencia por momentos taxativa, llamado Marius Ratti. Se trata de un extranjero, un foráneo, no en el plano del lenguaje, sino en el ámbito de la conducta. Es el modo en que se mueve durante toda la novela lo que marca el comportamiento futuro de los demás individuos en la historia. Como todo ser enigmático, Marius simplemente surge en el relato, lo mismo que aquellos personajes de algunos filmes, destinados a entorpecer el normal desarrollo de la continuidad. Luego, toda acción quedará teñida con su presencia. Leer El maleficio es estar tentado a reemplazar en forma automática el sentido del texto, y el continuum de los acontecimientos que ocurren con implacable precisión, con un símil histórico: el nazismo. En definitiva, Broch fue un escritor perseguido por el nazionalsocialismo. Pero este dato, finalmente, no debe extenderse para totalizar el sentido de esta novela. Por ello, será mejor dirigirse más allá de la tentación explicativa, porque la crueldad de Ratti se manifiesta bajo un silencio físico, y en lenta demolición. Este personaje ejerce sobre los habitantes de Kuppron una fascinación de menor a mayor. Ratti funda su dominio bajo un efecto en voz alta, es decir, como quien irrumpe con su palabra para legislar sobre vidas ajenas y perplejas, aunque todo lo cimenta de manera oblicua, solapada, al principio del texto, y luego en forma explícita, con un plan de acción y hoja de ruta incluidos. ¿Se trata acaso de la voz de un lider? Tal vez, si no fuera porque se trata de la autoridad de un insano con programa ya bosquejado. La locura de Marius es puesta en boca de los campesinos como una suerte de asombro, o bien de irrupción sin exordio de la monotonía. Su gestualidad es tan gratuita que basta con que corra unos pocos grados el discurso ordinario, para afianzar el meollo de su enigma. Como todo engima, decimos, lo primordial es perseguirlo, desmontarlo para luego comprenderlo. Pero El maleficio no es una novela sobre la “comprensión” de las raíces del problema, sino sobre la construcción imperceptible de un nuevo sujeto colectivo. Gestalt. Ratti es un enigma ya constituido, y por lo tanto, inexistente. Se necesita un sujeto que rodee ese misterioso individuo para corroborarlo como objeto. Marius Ratti se disuelve en la familia del posadero Sabest, en Irmgard, en Agathe, en el propio médico-narrador; relega su individualidad en función de un todo colectivo que lo contenga como discurso. El pueblo infecundo, estéril, se vuelve hidratado ante cada acción de Ratti, quien pasa de ser una persona enigmática y temible, a una especie de sacerdote o profeta al que vale la pena acompañar. Se trata de un peculiar conductor que maneja admirablemente los pocos recursos de impugnación a los que se enfrenta. Porque a pesar de atravesar a las personas con su presencia, este movimiento siempre es llevado adelante con la exactitud de un cirujano. La comunidad asiste perpleja al movimiento diferencial de este hombre, que coarta y a la vez concede (como el episodio donde explica a una familia entera los perjuicios que acarrea para los niños mantener encendida la radio después de ciertas horas); la persuación es su condición, y la ejerce como un mecanismo que tiene sus altos y bajos, pero cuyo fin es claro y definitivo: la apropiación de la voluntad de toda una comunidad, en beneficio de sus propios intereses.
La naturaleza del poder de Marius se vuelve más patente en la escena del sacrificio de Irmgard Miland, que a la vez funciona como un tribunal de imprecación sobre algunos de los pobladores del macizo de Kuppron. Todo se vuelve desgobierno. Los diálogos, en esa instancia, replican de alguna manera aquellos parlamentos encontrados en The crucible, de Arthur Miller, sucediéndose con velocidad cinematrográfica acusaciones e invectivas. Y la mención del texto de Miller no es casual, porque esto nos lleva a lo dramático existente en El maleficio. A esa altura de la novela, los personajes, ya incluidos por medio de una rara hipnosis en los designios de Ratti, se comportan como meros actores de una producción teatral. Nos son personas sino coreutas que acompañan un destino sin desenlace.
El texto también se enhebra mediante oleadas de discurso filosófico, y yuxtaponiendo de este modo toda la narración. Afloran allí hilachas de pensamiento deudoras de Karl Kraus o Robert Musil, manifestándose en la absoluta libertad de mofarse por parte de Ratti, y que en el narrador se manifiesta como una posición de observador sin renunciar a una posibilidad de compromiso. En ese sentido, el cinismo se vuelve plural cuando Marius Ratti se pregunta por el sentido de la expiación, en el momento cúlmine de la ofrenda humana. Mientras la multitud exige el sacrificio, Ratti asegura que “con el sacrificio de un culpable no hay expiación”, para luego sentenciar “la víctima debe ser inocente”. Es el apogeo de la manipulación, que reinstala y amplifica la intriga ya desarrollada. El narrador-médico también se encuentra envuelto en una instantánea hipnótica: no son pocas las veces en la que confirma ser partícipe inconciente de los planes de Ratti: “todo el pueblo participó y quizás yo también lo hice, no lo sé” (página 309). El compromiso de un narrador unido a la suerte de la ficción, oscilante.
El maleficio, entonces, a la luz de lo sacrificial, que es la prueba más profunda del levantamiento maquinal de esos gólems en torno a la homilía de un loco, nos muestra cómo el miedo puede volverse inmenso y de qué manera los hombres obedecen a sus temores como sonámbulos, hasta el punto de segar de raíz cualquier vestigio de inocencia. Esta comedia negra de Broch, cuya edición de Adriana Hidalgo constituye su primera versión en castellano, ofrece un punto de reflexión fundamental para entender de qué manera pudieron erigirse algunos fenómenos de masificación durante el siglo pasado, y propone, a la vez y en espejo, repensar la responsabilidad que le cabe a los pueblos cuando admiten la entrada a una sociedad de renovados caballos de Troya.
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Small Faces, Tin Soldier, 1968
lunes, 17 de marzo de 2008
Pictures Of Matchstick Men x 2
El rasgo más relevante de este parlamento
está a un paso de esfumarse, pero
por ese motivo el hilo debe continuar, dar
la certeza de que aun siendo estirado jamás
quedará incompleto por mitades; una,
con el comienzo del modo y la pulsión
del tiempo; y la segunda, más incómoda,
se lleva a su madriguera de resonancias
el vicio de lo temático, la carátula argumental
que vela por lo épico para que no caiga
de bruces en el momento mismo de soltar
el disparo. Fusiones, e inconsistencias
del género. La maroma se hace resistente,
un chasquido evoluciona hasta inaugurar
dos maneras de poblar sentido: semejan
idénticas, aunque cada una de ellas
irá por su lado. La poesía reanuda
no sin trabajo una obra heterogénea:
seguirla es estar escuchándola; una labor
cuyo aliento será reemplazado por otro
de tiro mayor. Quien elige ya no estudia
su destino, y nosotros pusimos a pleno
nuestra única ficha. Veremos qué sucede.
Pictures Of Matchstick Men, por The Status Quo, 1968.
Pictures Of Matchstick Men, por Camper Van Beethoven, 1989.
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114.
El rasgo más relevante está a un paso
de esfumarse: el hilo debe continuar.
La certeza de que aun siendo estirado
quedará igual de incompleto, por mitades.
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115.
Fusiones, e inconsistencias del género.
La maroma se hace resistente, evoluciona
hasta inaugurar dos maneras de poblar sentido:
idénticas, aunque cada una irá por su lado.
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116.
La poesía reanuda no sin trabajo
una obra heterogénea: seguirla es
escucharla. Quien elige ya no coloca
a pleno su única ficha. Veremos.
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-El primer poema, y los tres fragmentos siguientes, pertenecen a Géminis, libro a salir en México, este año.
domingo, 16 de marzo de 2008
£SD (Lo Siento Demasiado)
The Pretty Things. LSD, 1966.
1. Ni siquiera se puede decir que la preferencia transforme la vida en destino, o en un acontecimiento invisible y definitivo. La preferencia se multiplica y se diferencia para dar vida a las singularidades. La palabra preferir evoca la idea de una cierta sustancia, siempre como concepto filosófico, ubicada por nuestra maniobra en un lugar tan lejano que, de sólo permanecer en él un buen tiempo, hará de nosotros la singularidad. Pero esto nuevo, vuelto novedoso, no es sino la catapulta a la homogeneidad, lo que significa un ejemplo de lo poco que la razón invierte en diferenciarse. Por supuesto, esa razón no puede entenderse como ser autónomo al que habrá que reclamarle cosa alguna, nada de eso, sino como funcionamiento electivo proporcionando ese neurotransmisor falible interesado en nuestras decisiones. Preferir es improvisar una elección en el momento preciso en que alguien iba a decidir por nosotros. De otra manera, cabe la pregunta, ¿nadie elige (nunca, nada) por motu proprio?
Buffalo Springfield, For What It's Worth, en "Smother Bros show". 1968
2. Si por elegir entendemos la consecuencia más o menos directa de una determinación realizada por un individuo o colectividad, o bien comunidad, con la sola idea de que esta decisión fuese el correlato necesario de una acción razonada, entonces, el término preferir acercaría puntos a la radicación de esa idea. Según el diccionario, preferir significa praeferre, llevar o poner delante (algo así como el nativo “poner el carro delante del caballo”); también, nuestro infinitivo está emparentado con la acción de aventajar, y of course, de sentir. Dar la preferencia, entonces, en un principio de determinación de las ideas que escapan al desdecir, como si al promediar la función electiva estuvieran desarrollándose diversos métodos de desertificación del habla. Preferir es reabsorber la posición de sujeto cuya parla, no siempre, equivale al curso de la síntesis. Preferir también es desarrollar, o por lo menos, la posible experiencia de desarrollar a futuro. Quien ha elegido nos debe una historia, mientras que la partícula de esa ficción no es otra que la epidemia de un suceso. A todo eso se le llama elección, el retrovirus de la decisión personal, el dedo a veces acusador de la edición de El Fiord, de Osvaldo Lamborghini. ¿Elegir es seleccionar? ¿Y seleccionar, es quitar o agregar, en forma puntualizada?
viernes, 7 de marzo de 2008
El efecto Saint-Nazaire, según Sergio Chejfec*
3-Alan Pauls.Las fotos:1-Sergio Chejfec.
2-Mario Tobelem (izq.)
y César Aira (der.), 1980.
jueves, 6 de marzo de 2008
Otro
domingo, 2 de marzo de 2008
Heriberto Yépez en su lengua
1. Señorita Lábil es centrífuga
Lexias que delinquen, la tijuanología es un rechazo a admitir centros. Tijuana se refacciona ad infinitumecido. Su desintegración clama loops, whatevas o feonomenología de su extrarrelajo. Al coctelear zapping de imagos, Tijuana devino snack de la posmodernitis. ¿Porqué Tijuana interesa? Porque se antoja ínsula distinta, Alforja y distopía.
The Otredad. Al menor descuido, Tijuana se vuelve brava lengua loca ("Verbo Bro."), border thinking out of control, pugnasmo epistémico, super punk. ¿Qué no ha sido dicho de Tijuana? Della se puede decir cualquier cosa y mañana, Tijuana es otra. Lo propio de Tijuana es dividirse —en su plano urbano, al Este, ya existe una zona inmensa que se autodenomina la "Nueva Tijuana"— y por su partición, sus versiones desconstructivas son innúmeras. Anyway, en fall-out de tergiversaciones su perfil es preclaro: Tijuana es centrífuga porque sus centros son insoportables. Tales centros, sin embargo, existen. Centros díscolos.
La tijuanología es laberíntica porque su logos es lábil. La labilidad es la incapacidad de causalidad o concentración. Se predica sobre Tijuana con déficit de atención y greguería. De Bukowski a Cabrera Infante y de The Simpsons a Gael García, Tijuana exige citas. Lo lábil es deflectivo, evade lo centrípeta, para deslizarse. Patria devenida Party. Matchmaker de todos los conceptos. "Ciudad excepcional", chancecita de deslindar a la cultura mexicana de sí misma. Bato loco, Tijuana te encanta porque Tijuana te sirve pa' decir que México no es México. Tijuana es una rama de la patafísica.
No queremos darnos cuenta que lo chilango, lo chicano y lo tijuano son variantes de un mismo mito mostrenco. Tal táctica atañe tanto a aquellos que la relatan desde Estancia Relámpago hasta Nativismo Inc. Tijuana como oportunidad fantástica de desvanecer el contexto; urbe de la que puede decirse equis porque en su conjetura lo lábil manda. Tijuana (¡oh Devorado Debord!) o la ciudad hecha nada más que espectáculo: no nos relacionaremos con Tijuana sino a través de sus imágenes. Tijuana tijuanizada. Sarduy y Oswald de Andrade permiten colegir que Tijuana simula y traga. La cultura tijuanense es buffet de pseudo-signos. Desde los Tijuana Bibles hasta esta página, retragamos. Pero la tragazón limítrofe no es como la pinta la tijuanología canónica.
Tijuana, backyard de lo que en fachada se llama "integración" o "mezcla", realmente es chacra chacal, contrabando y fisión. ¿Hibridación? ¿Fusión? C'mmon! Los 90's, amigos, resultaron ser los 80's. Las teorías de los 90's acerca de la frontera resultaron ser las tonterías de los 80's acerca de la "integración". Existiendo por antítesis, Tijuana prueba el retorno maléfico de la Historia. Fuck Fuyukama. Minutemen no mienten.
Si "Aleph" es una metáfora que ha sido aplicada a la cultura de Tijuana, no olvidemos que "Aleph" es progenie genial de la burla bruja de Borges. El Aleph, nos dice el gran sudaca, es un falso Aleph. Todo Aleph es pseudo-Aleph. Del mismo acomodo que el Aleph de Borges es una parodia de las listas whitmaníacas —Daneri es una cosmicomedia del jefe de Leaves of Grass—, Tijuana es un dizque-Aleph que parodia la conjunción hiperbólica de EUA y México. Tijuana es summa mofa. Somos una McUltura con la interlengua de fuera. Buffer zone bufón.
La cultura tijuanense trastoca elementos multiculturales, consume otredades en festín caníbal, anestesiando las contradicciones a la vez que implosionando la tentación de esencia. Remix a la mex. Este trastocamiento tiene efecto comediante, sí, pero también es una catálisis de catarsis cantina que esconde la entropía pervertida que practica, pues los emblemas grotescos que caracterizan a Tijuana ocultan su ironía ebria desdibujando la discontinuidad de las partes arrejuntadas y secreteando el contexto de la remezcla culera. Comprende compadre? La cooltura tijuanense está compuesta de una serie de retruécanos que, sin embargo, son vendidos como si fueran cognados. As if rifa.
Tijuana sobrevive las culturas mex/usa(s). Esta cultura disloca, recicla, reensambla. (Ambas, that is, varias.) Hiper postura post. Un consumo de lo cholo-pocho-naco-gringo-indio que tras variopintos zooms rizomantecosos, encalla acidia; Tijuana es lo desnacional, sí, pero también la herida introspectiva. Tijuana es la península que paulatinamente se separa debido a la Falla, pero también la sinergia de orgías. Tijuana: todas tus otredades juntas.
2. Mister, Happy Hybrido No Existir
Como cultura disléxica o paratáctica, la teoría y metaforización de Tijuana ha consistido, primordialmente, en malentendidos. El malentendido protagónico es el rosario de nociones/imágenes que han sido empleadas para definir a Tijuana y la frontera en general: "fusión" o "hibridación" y sus derivados como "MexAmerica". Ya lo dijo Ella Shohat: "Como un término descriptivo catch-all, 'hibridismo' per se no discrimina entre las diversas modalidades de hibridismo, por ejemplo, asimilación forzada, autorechazo internalizado, cooptación política, conformismo social, simulacro cultural y trascendencia creativa." Sin embargo, la noción de cultura "híbrida" (Bhabha), precisamente por general y despolitizada en su superficie trapeada, ha sido el paradigma delicatessen de la tijuanología.
Lo "híbrido" esconde, ante todo, la hegemonía estadounidense. Haciendo la traducción, donde hemos dicho "híbrido" decimos en verdad: relación-tensorial en que la hegemonía estadounidense se ejerce y, por ende, se desdibuja a través de la aparente neutralidad del resultante "bipolar", "multicultural". Lo híbrido es lo que oculta la asimetría.
Tijuana es, fundamentalmente, contradicción no resuelta. Sin embargo, la tijuanología la define por lo contrario: Tijuana como síntesis, como tercer-estado, como superación hegeliana de las antítesis. Repasando el ABC de la tijuanología, A, B y C son variantes de la cultura tijuanense definida como "sincrética". Por eso la tijuanología no ha dejado de ser folclorizante, exotizante, ingenua, light.
Welcome to Tercera Nación! Bienvenidos a MexAmérica! Fusión For All! En la tijuanología sigue ganando Hegel y no la alternativa kierkegaardiana ni Adorno (dialéctica negativa, sin síntesis). Las metáforas recientes de la tijuanología apestan a Hegel, de ahí su anacronismo hipócrita. Son el optimismo del amo.
Desde hace algún tiempo he estado haciendo esta crítica al concepto de hibridización como malentendido central del discurso tijuanológico y de la frontera. Generalmente se toma esta crítica como una presunta petición de "purismo". Por el contrario, la crítica de la metáfora de lo "híbrido" lo que solicita es deshacernos de una noción pop, academizante, fashion statement, despolitizable, para ver más de cerca y más de lejos. Tijuana no sintetiza, Tijuana contradice. We are contrapunto. Lo que ocurre es que nos hemos vuelto adictos a ideas tranquilizantes acerca de la relación binacional. La hibridación es uno destos analgésicos. Incluso Lacan lo sabe: "Ninguna síntesis, nunca la hay, por lo demás... La Aufhebung 1 no es más que un bonito sueño de la filosofía."
Tijuana no se define por su integración, mas por su dialéctica magnética, en que las fuerzas de atracción tienen la misma importancia que sus fuerzas-de-resistencia. La cultura de Tijuana es un campo magnético —los dos imanes son los dos países—, cuya forma está producida ya sea por el atrayente abrazo amante o por polos que se repulsan. Tijuana es cómo los dos países se unen y también cómo se repudian. Tijuana es una cultura magnética.
3. OK del Burro, Crazy Barrioco y Anestética Tiyei Style
El OK que Tijuana da a lo "gringo" es el Sí del Asno —el sí del burro-cebra— del que habla Nietzsche-Deleuze: cada sí dado por el asno se vuelve una carga. Por cada sí que la cultura tijuanense hace a Estados Unidos en su look urbano, en su lenguaje, en su ideología, en sus autos, sí ante la migra, sí a ca, sí al boss, yes! yes! yes!, la carga del asno aumenta hasta quedar convertido en un burro pintado de cebra (tercermundeando a las zebras del San Diego Zoo). Tijuana es el ok del Burro.
La estética tijuanológica pretende aliviar el trauma de la fisión. Por ende, simula la fusión, barrunta la explosión y, luego, la niega en un noise distractor. La proS.A. tijuanense por excelencia, la del deshecho y rehecho en México, conjunta términos en un metaspanglish irónico —esta ironía la distingue del chicañol, que es mainstreamente happy togethershipeño— que da por entendido que en la mezcla no hay resolución feliz sino desencuentro. En la conjunción hay disyunción, en el mix hay resistencia a la juntura. Una dicción de la contradicción.
El burro cebra, emblema máximo de la estética tijuanaca, sigue también esta dialéctica de las tensiones disimuladas. El burro es un artefacto servil al turismo gringo como también un engaño de welcoming. Al turista se le entrega como esencia Mexican lo que es fabricación burlona. El burro es el gringo mismo. Zonkey! El ok del Burro es el No del Charro, el Show del Charro, la marca del Chowrro.
La estética tijuanense es tanto el espacio-tiempo de la remezcla como la disimulación de que no hay violencia, resentimiento, desigualdad ingredientes, de que everything is just fine! Free Beers For Everybody! No Esencia Required! La estética tijuanense es la anestesia para no sentir las contradicciones que involucran. Che Guevara + Cepillín = Tijuana, Clown Cabrón.
Reciclar inglés es ingrediente de dicha anestética. Sus escritores, medios y jóvenes, usan inglés granulado para enajenar el own aquí y ahora, usando a language less mine to talk about a completely artificial self. Separarme de mí mesmo a través del uso cool de lengua globalter ego. Got it? These words are not me.
La principal anestética de Tijuana es el muro. El muro es casinvisible para los tijuanenses. El muro es negado y, últimamente, convertido en sitio anestesiado a través del "arte" cool. Lo importante es no sentir el muro. Chepillín, Zonkey, el muro, son bloqueos en primera instancia, ironías para deshacer las antítesis y, en segundo momento (un segundo round más difícil de aprehender), críticas de este bloqueo, restablecimiento de la contradicción. To Not Feel la Diferencia! Nada de Desigualdad! El muro busca crear la indiferencia al muro y por eso en algunos sectores ya hay tres muros. Uno llama a otro y, a la vez, ninguno de los muros parece cierto. ¡Viva la anestesia!
La fórmula de Tijuana es clara: donde Yo & You se encuentran, la contradicción es anestesiada.
Yo soy You.
4. Made In Tijuana: del mito al cuento de hadas
La tijuanología ha sido centralmente mitográfica. Desde el siglo XIX, "Tijuana" es narrada como mito. Con detenimiento, el devenir de este mito ha sido descrito por Humberto Félix Berumen en Tijuana, la Horrible. Entre la historia y el mito (2003). Este mito convoca una polis babilónica, ninfomañosa, nocherniega, borderline. Más que una urbe, una metástasis. Tal mitobscuro se actualiza merced a los muertos del bordo y la (a)narcocultura. Pero en tijuanología, el mito está cediendo paso al cuento de hadas.
Walter Benjamin dicotomizaba entre el mito y el cuento de hadas. Según el judío errante, el cuento de hadas tiene como función relajar la angustia que produce el mito. "El cuento de hadas nos da noticias de las más tempranas disposiciones tomadas por la humanidad para sacudir la opresión depositada sobre su pecho por el mito... Hace ya mucho que los cuentos de hadas enseñaron a los hombres, y siguen haciéndolo hoy a los niños, que lo más aconsejable es oponerse a las fuerzas del mundo mítico con astucia e insolencia." Mientras el mito es terrible y apela al inconsciente trágico, el cuento de hadas es reconfortante, solapador del metadiscurso bálsamo.
El mito es un viaje de ascenso y/o descenso; viaje vertical.
El cuento de hadas es un desplazamiento plano; viaje horizontal.
Como mito, Tijuana significa "iniciación", tour por lo terrible, noche total, amor amok. Como mito, asimismo, significa distancia entre el discurso mitográfico y la realidad tangible, pues lo propio del mito es la diferencia entre éste y la experiencia cotidiana. "Tijuana no es como la cuentan" es la reacción típica de quien ha escuchado su mito. Casi nadie ha entendido esto: reflexionando sobre "tj" no hablamos realmente de una urbe, sino de un mito. El alias de ese mito criminal es "Tijuana". Pero Tijuana no es "Tijuana".
En el afán de construir una tijuanología menos mítica, hemos llegado al cuento de hadas, es decir (¡Ay Benjaminsote!), una versión narrativa más softcore, una diet tijuanología, donde el desgarramiento del mito tijuanense es intercambiado por el optimismo de su cuento de hadas.
El mito de Tijuana asegura que Tijuana es Killer Malinche, desmother, pocacosa, pírrica piruja. Su cuento de hadas —que ha tomado fuerza desde el TLC— quiere pasar de la leyenda negra al lavado de imagen. (Comités para limpiar su nombre, festivales de arte que subrayan la Bonita, Cool o Nice City, spots televisivos hacia la Mejor Tijuana, etc.) El cuento de hadas acerca de Tijuana quiere desalojar las ambivalencias del mito y dejarnos el relato de una ciudad cenicienta que representa la unión con el Príncipe Azul ("América del Norte"). A este cuento de hadas, por ejemplo, apeló el actual alcalde en su campaña: convertir a Tijuana en San Diego. El cuento de hadas narra a Tijuana como ciudad progresista, esperanzada, experversa, pobre pero decente o rica pero noble, luchona, emprendedora, rara pero simpática, ¡una transnación con lo mejor de ambas! "Híbrido", "fusión" y demás conceptos relajantes, by the way, pertenecen al cuento de hadas, bros. El cuento de hadas consiste en simular que sólo hay atractores. Al negar las resistencias, ha perdido el magnetismo entero que distingue a los lugares-límite.
Pero, como en el cuento de hadas, la calabaza desaparece a medianoche y con la calabaza reaparece la mugrienta Tijuana, Tijuana maletas, Tijuana putenga, Tijuanaca, maquiloca y maquilaraña, Tijuana la (precavida) sirvienta soñando con ser la princesa (precaria). Usted elija, cuento de hadas o mito. Confort o fracaso.
5. Gnosis de garita
Sumandos atareados de jamasíntesis, las definiciones de Tijuana posponen su "unidad" eleáticamente. A pesar del apuro de acepción exacta —la tijuanología desde los noventa anhela atinar eidos tajante de lo que Tijuana representa—, la urbe-intertexto traba imágenes antitéticas; malabar de avatares dispares. Unos noemas no invalidan otros; al contrario, acaece un diálogo diabólico sin anexión asequible, una fascinante fisión creciente, multiplicación de centrosemiosis conflictivas. Preguntar cuál es Tijuana es absurdia. La cultura de Tijuana no es una. No está hecha de sus definiciones sino, sobre todo, de los espacios intermedios entre ellas, de sus fallas.
Al salir de Tijuana, en los metros últimos antes de cruzar a California, entre las filas de autos hacia la garita, pulula una casta de pediches niños malabaristas. Siempre he pensando que ellos entregan la lección final de la frontera. Y es que el niño malabarista se coloca entre los coches y al lanzar sus pelotas al aire deja clarobscuro que Tijuana no es exclusivamente una bola sino la forma etérea de todas ellas girando. Sabe que aunque una definición se caiga al suelo es posible reinstalarla gracias a las prontas manos; el secreto de la urbe es intercalar sus definiciones para que continúe la girándula. Con cada nueva tesis sobre la cultura fronteriza, se agrega una bola con la cual el malabarista tendrá que liar. A él, la adición elíptica no le parece obstáculo, pues seguirá arrojándolas al aire, sabiendo que no hay integración posible y, por ende, no apresa: su sabiduría es saber rotar y soltar los elementos, mantener la dinámica andando; incluso recogiendo del suelo lo que se caiga, sin desprecio de su propia errática. Ante los carros de turistas y nativos, tránsfugas y commuters, en el centro de esa órbita de tesis, el malabarista (contrahecho) ríe.