Poco se conoce de este gran poeta uruguayo, nacido en 1950, en Montevideo. Ahí va alguna muestra de lo bueno que escribe este hombre. Mezcla de objetivismo duro,
Algunas de sus obras: "Bien mirada", ""Cambio de palabra", "Mirada circusntancial a un cielo sin nubes", "Cuerpos en pose", "Velocidad controlada", "Levemente ondulado", "Íntima", "La brisa" y "Después", etc.
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Una fascinación secreta, subterránea,
Indudable: ésa que ocurre por atrás de la historia,
Como si no importara nada en qué está uno,
Cuál es el punto que orienta la vida, qué se ha pensado
Un minuto antes, o ayer. La presencia, en silencio,
De una verdad que brilla en otra dirección. Al rato,
Es lo que es: he escrito sobre eso. La sombra
De un cuerpo sobre el otro, que el lenguaje
No tiene que aclarar. Un murmullo, bien interior,
Señala que de nada sirve darse cuenta: va a pasar,
Como si el objeto que lo provoca no fuera sino la ocasión,
Ésa y no otra, de expresar lo que conoce con el nombre
De encanto. En eso, en esa suspensión de los sentidos
Para que se detengan, las palabras se abren, dejan un lugar,
Una capa más abajo, para cada detalle. Todo de golpe.
Que sea imposible decirlo no impide que se vea, a cierta altura,
Una niebla que de un modo muy familiar confirma la extrañeza
Del regreso a un punto en el cual se puede, tal vez,
Escribir. Pero no es necesario: las palabaras, el lugar, el cuerpo,
Tienen la solidez de una canción que de golpe se recuerda,
Y en cuya letra, y en los impulsos del estribillo, hay algo
Intocable. Como si no se pudiera abusar, y en ese diálogo
Silencioso se creara algo así como una patria del sentimiento. Es eso.
Antes de que se desvanezca y se haga la noche sobre lo posible,
La densidad de la niebla trae de vuelta algunas escenas, algunas frases,
No todas; ésas que por un plano inclinado envían la situación,
Tal como está, al universo. Sé que eso ya ha pasado. Sé que es
La exactitud de una experiencia en la cual, sin hacer nada,
Se toca la perfección. Y se sigue de largo, en una misteriosa continuidad
De lo que ha pasado no sé dónde. Es algo personal. Es algo
Estrictamente personal.
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Indiferencia, indiferencia, indiferencia, indiferencia, apariencia, superficie, por detrás de una superficie, un plano, plano, ésa es la clave. Superficie. Oídos sordos , no hay percepción del espacio exterior: se hacen oídos sordos. El ritmo de la vida parece eterno, se desliza. Lo casual toca los límites y vuelve. En cierto sentido, es el infierno. El tono de la voz: el infierno. Las cosas atraviesan el espacio previamente delimitado: el infierno. Las palabras son las palabras. La repetición es lo de menos. Los acentos en ciertos puntos, no en otros: el destino marcado. Un héroe es la foto de un héroe. Permanentemente, no es eso. Permanentemente, de manera permanente. La imaginación toca un borde y lo nombra, lo nombra. Otros lo nombrarán. Las cosas se ordenan de acuerdo: habrá una manera de hablar. Todo eso asedia el sentido del humor, asedia el juicio, asedia el criterio de valoración: es el infierno.
Como si no estuviéramos aquí: no nos entendemos. Lo imposible planea por encima del pensamiento, sin bajar nunca. Son planes . Un deseo de seriedad endereza el cuerpo, aparenta limpiar el aire de alrededor de manera definitiva. Un tema, un tema, un tema, ése, al fin. Otro. La necesidad de tenerlo claro es la razón de probar con otra cosa, que después queda. Todo queda. El conocimiento? El conocimiento. La noticia? Sí. Ahora parece que es así. En este momento, en el mundo, a esta altura, después. Por eso, la indiferencia : el infierno. El calor súbito, que sin embargo se conoce. Tener en cuenta lo que hay, todo lo que hay: la especialización en lo que hay. Las palabras se precipitan, se multiplican, se dispersan: hablar de la dispersión, de la multiplicación, de la precipitación: una piel dura, resistente, ocupada en otras cosas, en no dejarse sorprender. El tiempo no nos sorprende. La vida ya la conozco. Los libros también, son el testimonio de lo real.
Piel dura: impenetrable.
Piel impenetrable: aún después de la muerte.
Piel que impide pensar en la piel. El infierno , oscuro, en letra manuscrita, con cuidado, despacito. El infierno, natural. El infierno de las recapitulaciones, con una foto en la tapa, con un texto . Por detrás, ni un solo gesto. El endurecimiento produce una sonrisa ligera: voy para ahí. Año tras año, lo que puede ser deja de ser . La belleza ocupa un lugar casi invisible, sin modificación alguna. Está pero no está. Todo accidente rebota contra la piel: indiferencia, el infierno de la variedad visitada con elegancia. Son posiciones: todo arranque de cólera , todo arranque de alegría, se deposita en la superficie. Es así.
El lugar es lo que se concede después de un tiempo.
El énfasis en una línea punteada, desde una pared
hasta el recuerdo que quedó sobre una mesa,
a esa altura. Los brillos de una conversación
cuando ya se ha agotado el tema pero queda en el aire
entre dos movimientos del brazo. La mirada menor,
distraída, elige lo que estará en el centro del espacio
por un tiempo. El presente se expande desde ahí,
como un sonido de respiración en cuarto cerrado.
Entonces la continuidad de la vida se deposita en el lugar,
el límite físico para un pensamiento: sólo así,
sin precipitarse. Figuras o sombras contra la puerta.
La voz dice algo, no sé qué: es la voz de los acontecimientos,
el siseo de una lámina cuando se frota contra otra. El lugar,
en todo caso, escucha cómo hablan solas sobre la historia.
Es el gusto por eso que sucede aquí, por la disposición de los objetos
sólidos en la noche. Algo: una claridad pálida en el fondo de todo;
el fondo musical no se escucha.
Ciertas maneras de comprender, en forma de símbolo,
ya no tienen sentido pero circulan, se dan el aire
de no estar: como quien extiende las manos sobre la mesa,
displicente. Esa actitud desde la cual contemplo
una sonrisa ausente, luminosa.
Las circunstancias eran ésas, y el lugar las une
como si ya supiera, con el tono definitivo que cristaliza
lo que apenas es. Cientos de escenas se proyectan
y quedan aquí, entre la pared
y la pared , en un vértigo que ninguna poesía decide.
Ésta es la vida después de un tiempo,
cuando las resonancias en espacio cerrado brillan
pero hay un lugar que las contiene. Es éste, cuando se abre la noche
y una cosa remite a otra: a otra: el espacio vacío
conversa consigo mismo como si las palabras no pudieran el encierro
y giraran alrededor de otras figuras musicales: es éste.
No es otro.
lunes, 25 de diciembre de 2006
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