domingo, 10 de agosto de 2008

Más poemitas ex yugoeslavos

Atroz en Yugoslavia

Perhan acompaña a Danira, siendo
aprensivo como es, a los hospitales.
Deja a su abuela atrás, y a su manera
sigue la pista de toda operación
ilícita que lo involucre. A continuación
emerge de entre los niños y las mujeres
vendidos como servidumbre por sus familias.
La comitiva en furgoneta semeja ensambles
de maturrangos en plena marcha. Incapaz
de permanecer con ella, enseguida
se fuerza en dejarla y viaja a Italia.
Todo se salió de sus cabales, adversarios
o no. Final de un sueño de afiliación
masiva. No en otros términos las lealtades
que cambian de puesto son procesos
sin pellizco de alevosía.




Macka de crna, macor

Cobre amarillo ruidosa, adentro y en cualquier
momento. “Cobre amarillo ruidosa, adentro
y en cualquier momento”, repasado por
Dennis Schwartz, un ribete. Con animado
en caracteres y montón de energía,
felliniesque, donde todos los patriarcas
son ladrones, y luego casan a sus niños
y pasan a controlar vidas enteras antes
que mueran. Será la boda que funcione
lejos de una ceremonia disfrazada como
árbol, para caer en un hombre ideal,
sin decir apenas eso. Kops trapezoidal,
a la manera de esos films de Mack Sennett.
Sus destinos se aferran al beotismo de una
casa, para muertos que restablecen su mirada
cubierta por el hielo. Después se disuelve
el caos, por completo (larga fila benjuí,
oleorresina, emplasto para una historia
no más extensa que noventa minutos).
El brete de cierta prisa por parte del
espectador será jugueteo donde vadea
el monopolio. Un sinfín parterre de gitano.
Bien: todo un momento cuando logran fugarse
bajo un campo de girasoles. Mientras ellos
luchan a brazo partido contra la tentación
del pormenor hacia la cosa entera, guisa eclipse.


Slavica Tergestina

Junto a Silas, Saulo canta himnos de protesta
provenientes de la izquierda. Ríen entre ellos,
aunque Saulo conoce bien que de los dos, es
él quien se encuentra orando, y hasta visualiza
-casi hipnóticamente- reclusos conocidos
que aún parecen escucharlo. Silas le recuerda
de la reunión de mañana. Debates, posiciones
frente al enemigo, y una visita al ministerio
para llevarse al menos dos FAL de procedencia
rusa, lastre de la guerra de Corea. Vuelven a reir
los dos ahora engomados, cayendo en la certitud
de que el armamento falle en el instante
de apuntarle al adversario. No hay dramatismo
y contienen la carcajada, igual de inocultable.
Destapan segunda botella. Otra vez Saulo
percibe aquella visión de los reclusos,
y la profundiza. Es así: un gran terremoto
se desata y los cimientos de esa cárcel
oscilan lo mismo que tabiques de papel
de arroz de una casa de té. Todo se movía;
las puertas se abrieron y las prisiones de todos
se soltaron, desclavadas. Saulo en sueños
observa cómo el carcelero blande una kanana
e intenta matarse, pensando que la totalidad
ya había huido. Saulo lo abraza, y le dice:
“No te hagas mal, todos estamos aquí”.
La salida del corcho es seca, y sirve su
contenido en porciones micronésimas.

Pantomima de los egresados (1978)

Nunca, igual a nada, poca cosa.

Se sabe: el caimán regresa de Barranquilla
y entre los dientes otra vez la noción
de carne lúcida y analgésica, mezcla
de suyo inmediato donde todo subyace.

Vástagos, sí, todos, y apartan a paleadas
el sendero ahora removido, alcorce Vuriloche.
Dientes de enzimas, oxidasa, en un disímil ser
y suponiendo acopie una porrada de lustros
con que hacer caldo de sus múltiplos achaques.

Un intérprete en el montaje de un abrevadero.
Piedra del Águila, del confín nos guardásemos.

Ninguno de nosotros, en ellos, volverán
a varear como reseros por una misma
mitad; todas las cosas de punta en blanco
acuden dilectas por apego al oficio.

Sucia la nieve, seca mis borcegos
(era borceguí, y ya lo desplazó un éxodo
de soltar amarras por sedición del diccionario).

Era felicidad, no yo, y qué sería de mí
sin ella. Es cuando el caimán se pudre
desde el vientre por el tajamar, y a nombre
de qué despide que ya no fuese Barranquilla.
Llanura de Vipava (1992)

Tren del atardecer devenido
de pronto en hilera nocturna.

Es verdad, los acantilados se habían
convertido en un rosario de tinieblas.
Brillo de luna a través de las lumbreras
que apenas se movían de sitio.

Una recta con curvas y cambios
de dirección salía de sus puntos
cardinales, mientras despuntaba
una naturaleza muerta de uvas
y peces. Visión de las primeras
cepas, auxiliadas por filas radiantes
de viñedos adheridos a una ladera.

El tren estaba a pleno y la gente
hablaba de un modo confuso
e ininterrumpido. El conductor
también hablaba. No pasó una hora
en la que no se hiciera una pausa.

Convertido en la atención misma
así miraban su cabello. El de una
joven soldado lamiendo sus heridas
y el de un prójimo de la misma edad,
despertándola.
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Boban Markovic, y su clásico Otpisani.




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