En sus distintas definiciones, la política es la consolidación de aquello biológico y a la vez la asunción de la vida por parte del poder. Pensar es la aproximación más cercana al concepto de resistencia, y sin embargo, lo que sucede es todo lo contrario: el pensamiento es una forma de amplificar los ejes de una posible resistencia. Pensar es un acto político, que si sólo se lo interpreta como de “resistencia al orden”, etc., lo único que se consigue es banalizar los logros de un proceso de intelección de la realidad. La manera de intervenir de la política, tal como la vemos hoy en día, está preñada de silogismos que opacan los mecanismos de la práctica. Y me refiero a que, de existir una jerarquía en la política, será la de revalidar la política como la inclusión de un programa de posible mayorías. Pero para eso hay que captar, intervenir, interesar donde más duele: el funcionamiento cotidiano. Cuando ese funcionamiento no se ve amenazado por la sintaxis política es cuando suceden algunas distorsiones lamentables, y se caen en una noción peligrosa, que en la democracia "todo vale" y que las libertades se ven amenazadas por la violación del individuo. La política es una construcción gregaria.
viernes, 8 de agosto de 2008
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