"Los residentes de granjas de la ciudad argentina de La Plata idearon un curioso sistema de alerta contra la ola de robos que afecta a la zona, utilizando a gansos como una eficaz "alarma viviente" ante la presencia de intrusos, que supera con creces a los tradicionales perros.
La característica que hace aptos a estos animales para la vigilancia es que, ante el menor ruido, comienzan a graznar y el sonido de cuatro o cinco ejemplares resulta ensordecedor y sirve tanto para alertar a los moradores como para desalentar a indeseables visitantes.
La característica que hace aptos a estos animales para la vigilancia es que, ante el menor ruido, comienzan a graznar y el sonido de cuatro o cinco ejemplares resulta ensordecedor y sirve tanto para alertar a los moradores como para desalentar a indeseables visitantes.
La ingeniosa solución fue inicialmente adoptada por los propietarios de algunos predios hortícolas y, al comprobarse su eficacia, se fue extendiendo al resto de las propiedades.
La utilización de los palmípedos como guardianes resulta aquí novedosa, pero data de miles de años, ya que era una práctica habitual entre los antiguos romanos, según los historiadores.
La utilización de los palmípedos como guardianes resulta aquí novedosa, pero data de miles de años, ya que era una práctica habitual entre los antiguos romanos, según los historiadores.
El problema de la inseguridad está en el centro de las preocupaciones de los argentinos y el flagelo golpea particularmente a la provincia de Buenos Aires, cuya capital es la ciudad de La Plata". (publicado en Terra)
__________________Cuando los gansos deciden formar un grupo de Elite, algo así como un SWAT de palmípedos platenses, el tema central no es la seguridad sino en quiénes delegamos el control de una situación límite. Los gansos son gansos, eso está aclarado; es decir, simpáticos animalitos que graznan sin explicación y que picotean sin desidia. Los gansos controlan a la sociedad platense, e imaginaron una granja para realizar sus actividades sociales y extracurriculares, como la de convertirse en alarmas vivientes. A partir de este aporte, la gente de La Plata se la ve más feliz, o al menos, aliviada. Ya no tendrán que entreverse con el 911 para que un grupo de ineficaces policías rodee la manzana de la sospecha, y coma de ella fuera del pecado original. A veces me pregunto que pasaría si los vecinos no encontraran un refugio psicoanalítico en los gansos. Tal vez, nada; otra posibilidad: hubiesen hallado alguna que otra manera de respaldar su terror a ser delinquido en otros intermediarios. Como los pájaros de Hitchcock, los gansos llegaron a La Plata para quedarse. Lo quieren todo. Primero el movimiento migratorio, después la granja, y por último los hombres. La información reproduce lo insólito. Más tarde, será la percepción de una nueva pesadilla.
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