Hay un detalle que no se nos puede escapar, y que valdría la pena describir después de detectarlo. Las exequias del ex presidente Néstor Kirchner han revalorizado el rol de las masas en el campo simbólico, pero esto se dio, a diferencia de las despedidas de otros ex mandatarios (Perón, Alfonsín), sobre los restos de un muerto invisible. No recuerdo un presidente que haya sido velado a cajón cerrado, clausurada su imagen para el universo colectivo, él y su traje final, en un féretro que nada dice salvo su poder metafórico incrustado en la visibilidad de aquellos que fueron a despedir a un ex jefe de Estado, por fuera del control teledirigido de los medios. Estaban, existían. La gente que despidió a Kirchner no se encontraba exiliada, sino que fue todo lo visible en la proporción de que, durante mucho tiempo, fueron rehenes del sentido común de una habitual mirada liberal de la política. Se trató de una genuina expresión de agradecimiento al santacruceño, y a la vez una valedera demostración de fuerza para con Cristina. No había un muerto que observar, ni tocar, sino el pleno poder simbólico de un fenómeno que desbarató la proyección inicial de la muerte de un ex presidente.
Lo que fueron a contemplar no fue un cadáver, porque lo que buscaban era una representación de las fuerzas ocultas que cualquier pueblo guarda para sí. El féretro sin cadáver consiguió focalizar la libido cultural en el deudo, es decir, la presidenta de la Nación. Fueron por Cristina a través de Néstor. Podría tratarse de un episodio mediúmnico, esa transferencia inmediata que el peronismo consigue plasmar sin interferencias, y que las miradas más cerradas llaman "populismo". Da la impresión que asistimos a la visibilidad del modelo, del proyecto que, por lo general, nunca se hace presente porque las entelequias no se hacen presentes. Y justamente porque no se trata de una entelequia es que el cuerpo sin cuerpo logra vehiculizar las emociones. Tal vez fuimos testigos -gente aliada al gobierno, los que no y los indiferentes- de una mayéutica, que es el arte de partear porque, como diría Octavio Armand, ese gran poeta y ensayista cubano, lo mayéutico "no condena ni encadena: ayuda a que nazcan las ideas, las libera". Y el adios a Kirchner revalidó aquello de que la política no sólo es cambiante, sino que tiene su temperatura. Aquí siempre se da una confusión colosal: "la realidad es cambiante", algo así como imponerse a ese absoluto bajo una fórmula azarosa. La realidad se construye con los actos; el poder simbólico es la contraoferta a esa realidad que termina en regateo. Y en el regateo, el poder simbólico siempre gana, porque es poco maleable, porque está alejado de la hermenéutico, y porque su condición necesaria es la progresión, es decir, la estructura metonímica a pleno. Lo que vimos es peronismo, aunque todos los actores no sean peronistas. Hablo de la mecánica, de su heterodoxia de sentido. Es cierto que siempre existen contradicciones que parecen insalvables, pero cuando mueve contamina todo. Cada vez que sucede algún hecho de este tipo pienso en el shock post-traumático de la sociedad, y en esa frase de De Rougemont, citada por José Emilio Pacheco en un poema de Irás y no volverás (1972), donde define a una manera de amar como "la posesión por pérdida". Y esa parece ser una de las conclusiones inmediatas de la despedida de un líder como Kirchner: en la pérdida existe la pertenencia.
3 comentarios:
Muy buen artículo. Lo posteo en mi feisbuk! Casi diría que ayer hubo comunión simbólica como nunca antes desde la muerte de Perón.
Gracias, viejo. Sí, hubo una comunión de aquellas. Algo aprendimos de los demás ayer, mirándonos entre todos. Un abrazo gigante. Mario.
Lo de Ider PERETTI FUE FABULOSO EN MORTEROS SU SRA REMATÓ TODOS LOS ANIMALES VACUNOS MADRES POSIBLES, A ÉL LE VINO BÁRBARO EL GOBIERNO. y CLARO AHORA MUCHOS NO TIENEN FUTURO PARASUS HIJOS TENDRÁN Q PEDIR PLANES.
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