sábado, 8 de noviembre de 2008

El pronóstico de oscuridad

I. “La tarea del arte es transformar, penosamente, uno en el otro” (Ch. S.). En el arte de descomponer números está el germen de la multiplicación. Se elabora pues desde el desmontaje, que es la matriz de todo taller de creatividad.
Separar, para después unir.
II. Una taza desquiciada por el impacto en el piso, jamás volverá a ser la misma. Lo sabe el niño que la desplazó mediante juegos, sin medir las consecuencias. Los mendrugos de cualquier objeto se vuelven anteriores al objeto, no su sujeto repartido.
Un objeto es un todo naturalizado por el sujeto, que impregna de inercia el destino del objeto.

III. La tarea de transformar siempre es perentoria, y la pregunta siempre revé la manera de poblar la materia perdurable.

IV. No estamos en posición de multiplicar el infinito; eso es tarea de un mundo tan subterráneo que no quiere ser mundo, sino una porción del invierno general, añorando cualquier luz como invención del pasado.

1. Hay partes sin todo. Árbol sin bosque.
2. Que la humanidad sea un conjunto de individuos no consigue con ello llamarse totalidad.

V. Decía Simic: “Mi ángel de la guarda tiene miedo a la oscuridad”; si creés en esos sujetos tenés motivos suficientes para poner en funcionamiento tu pesadilla. Pero nadie incauta para sí las manos en el fuego.

VI. ¿Hay algo más oscuro que los símbolos anecoicos de Saussure, bailando para la orgánica de muestra? El pronóstico de oscuridad duerme hasta nuevo aviso. Alguien se calla acorde el mundo; vuelven desde algún vaticinio a reunirse sin auxilio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pieza llamó a otra, y ésta a otra, y así continuó la convocatoria al cónclave de la gran pieza. Volvieron a estar todas juntas nuevamente, y debatieron la necesidad de recuperar su estado original. Pero a medida que se miraban unas a otras, la duda se instalaba: antes una, cual ente unicelular, ahora se veían destrozadas, con sus puntas irregulares y filosas. Intentaron largo tiempo juntarse, pero siempre faltaba algún trozo, mínimo pero fundamental, para lograr ese estado previo. Los faltantes, ya hechos polvo y astillas, estaban diseminados y perdidos para siempre.
El cónclave fracasó y cada cual se resignó a su inercia: unas quedaron donde habían caído, otras fueron barridas por el tiempo. Una, pequeña y cóncava, quedó quieta en un oscuro rincón del patio. Con el tiempo se asentó en ella una araña, se llenó de hilos y de bichos. Cuando el niño la encontró, la llevó a su laboratorio y la observó largo tiempo: la araña abandonó la pieza y empezó a recorrer su nuevo habitat.
Años después, ya crecido y adulto, al revolver la caja de recuerdos de su infancia, el hombre encontró la pieza. No logró recordar qué rol cumplió en sus juegos.

Mario Arteca dijo...

Dear Anónimo (por favor, el nombre!): esa repitencia, multiplicidad o lo que fuera en clave serial, está reflejado en tu texto. Gracias por la invitación a la reciprocidad. Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

No sé bien qué tengo que apretar, o como poner mi nombre (a veces sale, a veces no). Como sea, soy Sole.
Abrazo!

Mario Arteca dijo...

Suponía que era sole. Esos textos sin desperdicio que escribís, son bárbaros. No aprietes nada. Poné sólo "Sole". Si n o, me daré cuente igual. Me encantó su texto, en serio. Besos