"Me doy cuenta de la precariedad de mi posición: no vivo en ninguna parte. Creo que sólo deberían tener voz y voto los que pueden hablar en nombre de alguna comunidad pequeña, una comunidad real, humana y económicamente viable, por muy modesta que sea. Preguntemos a un panadero de un pueblecito suizo, a un pescador de una aldea bretona o a un pastor de los Alpes. Que hablen. Que nos ayuden.
La paradoja de mi situación siempre ha consistido en su negativismo, o, para expresarme con más precisión, en una mezcolanza peligrosa de un impulso profundamente positivo con el negativismo de los métodos, de los comportamientos y del timbre de la voz. Tuve que gritar que no, pero aquel no era un sí escondido. ¿Está claro? Para mí, no, pero confío en que alguien será capaz de descifrar mi escritura. Sé harto bien que llevar en nuestro interior un no sonoro y un sí latente a un tiempo es algo increíblemente difícil, casi imposible, condenado al fracaso. Quizá se trata de que una generación posterior sepa encontrar un camino menos tortuoso, que experimente un sí no contaminado por un no y que el no sea un no saludable, imprescindible e higiénico, y nunca un veneno, un arsénico."
Adam Zagajewski ("Dos ciudades")
ALMA
Ya se nos permite usar tu nombre.
Ya sabemos que eres inefable,
anémica, muy quebradiza y sospechosa
de las misteriosas culpas de la infancia.
Sabemos que ya no se te permite vivir
ni en la música ni en los árboles al apagarse el sol.
Sabemos (más bien nos han dicho)
que ya no estás en ningún sitio, en absoluto.
Pero, con todo, oímos tu voz cansada
en el eco, en la queja y en las cartas
que nos escribe, desde el desierto griego, Antígona.
A.Z
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