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Un cerrarse en banda, en apariencia. Al darme
cuenta me enrevesé. Alguien necesitado
de intérpretes, y muerto más tarde.
No siempre dueños del manejo avant-garde,
algo nos cambia limpiándonos de polvo.
“Los tipos como yo no somos herencia”,
aunque sí, cruzado por lados, calmos
desde un timón al silogismo, pero tratándose
del primer término de un razonamiento, qué tipo
de avance es el que se hereda. O dejamos.
Porque la herencia no tiene nada de transitivo,
y es mochila un enlozado, quebradizo.
Pero a riesgo de decirlo se dice. Hay una forma,
pudiera ser cuadrada, ú oval, manera velódromo.
La forma es necesaria, aunque en un cerrarse
en banda, poco se puede. Qué es una forma,
después del formato. Parece anterior, a riesgo
de perder la plasticidad con que un poema
atrae su poema.
Ahora, ¿desde cuándo la herencia no es suceso
transitivo? ¿No ocurre un pase, un pasaje?
Bueno, me enrevesé; un momento donde
una proposición saltó, quiso darse contenido,
pero semejante empresa -pequeña- hizo piso,
lo mismo que sapo en el asfalto.
Y si nada sigue, no hay para que avance.
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38
Las rutas, abarrotadas de coches.
Vi en uno de esos bordes remolques
dados vuelta, y una tumba con un casco
y una cruz. Más adelante, cantidad
de autos carbonizados.
Debiera tratarse de un mal sueño, pero
en el ojo de la tormenta lo único calmo
es el contorno de la catástrofe. En algunos
lugares el día es menos gris, poco frío,
todo está desierto. No obstante, una escena
semejante no prospera y aquello
por lo que soñamos se alimenta
de perros muertos. Así siempre
se vive asimilado a la autoexistencia.
Todos debiéramos estar retenidos.
La situación de alguien que se encuentra
en ese estado se describe como un episodio
psicótico. De una manera u otra, resulta
borrado lo anterior, conforme la influencia
normativa. “Estás a punto de cruzar el límite”.
“Ahora me acostaré aquí. Soy paciente”.
Quién sabe. Las personas se acostumbran
a la contigüidad: las colas bancarias,
los pedidos de trabajo, la asignación de viviendas.
Fácil de observar en sus rostros; pero elijo
no hacerlo. “¿De cuál lado estamos gritando
ahora? ¿Del muerto? Tomemos lo mejor de él
y sigamos adelante (Gordimer)”. Por qué
tengo que decir esto otra vez. Por qué
debo ser la excepción. En la realidad
hay un exceso de conflicto. Pero también
existe una sensibilidad para las palabras.
Un manchón oscuro en el rosicler. Un dicto
dispuesto para locus. Quién sabe si las personas
se acostumbran a la contigüidad.
En situaciones favorables el proyecto
es, por el contrario, una superación.
Cantidad de coches carbonizados.
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El derrumbe del cotillón en la fiesta de mi hija;
Olivia muerta de risa por el estrago del cotillón,
el maremoto sorpresivo de un inodoro-mochila,
un depósito de nada que ver con el dispensario
venéreo, ya mencionado. La caída de cualquier
personaje de Giovanni Papini no podrá amarillear
la ruina de estas celebraciones. ¿Qué todo salió
mal? ¿El tiro por la culata? ¿El revés por la trama?
¿La dinastía Tang hecha jugo, decenas de siglos
después? Parece la obra de un border, pero no
tanto. Que trague durante dos horas tiza en polvo,
si así lo quisieran. Y justo recuerdo las tizas
utilizadas por mi hija para tachar un insulto dirigido
a mí, por cuestiones que ahora, sin relevancia.
Era un insulto insoslayable. Una forma de referirse
a una de las abuelas (cuál, no sé), con el fin
de que no pasara inadvertido. ¿Y justo iba
a moler esas tizas, sólo para mantener una frase,
para nada verso? Mi hija está convencida
que fui el responsable de la caída del cotillón,
justo en su fiesta. De ahí el insulto, aunque
luego fue tachado, y más adelante sobrescrito;
de nuevo una palabra con rumbo amoroso.
Pero no escribió sobre lo impreso, sino tachó
y sumó lindante a la cancelación nueva palabra.
¿Cuál palabra? Ahora no es materia. Sin duda,
logró desmerecer esa noción de sketchbook
zanganeando tiempo en mi cabeza. Siquiera
notación. Consiguió familiarizar una frase,
luego invalidada con otra, de diferente.
Y las dos conviven, a su manera.
Lo tachado asimila en existencia.
domingo, 29 de junio de 2008
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