1. Decía el recordado Gabriel Bañez, en una entrevista llevada adelante por Juan Terranova (publicada el 27 de noviembre de 2008, en Crítica): "Un poeta genial y secreto, degradado por el canon provinciano, es Ramón J. Couchet. Nadie o casi nadie lo conoce, pero tiene libros tan excepcionales y malditos como Los crímenes del obispo." En verdad, el libro se llama Mis crímenes y los del obispo (Flor y Truco, agosto 1975), pero no lo digo con afán de corregir a Gabriel, sino porque efectivamente, el libro lleva ese sinuoso título; y además (ahora Bañez haría bien en pensar que puedo ser ultrafino, en casos de correcciones de manual. Razones, pues, le sobrarían), para rematarla, esta nueva aclaración: Juan Ramón Couchet siempre firmó sus libros como J. Ramón Couchet. Decía: todo esto no es dirigido hacia Bañez, que fue un amigo, sino contra una forma más bien decepcionante del destierro que es el post-mortem. Y todo eso a pesar de haber publicado en vida diez libros y uno compartido. Sin embargo, su nombre y el título de algunas de sus obras siempre terminan siendo carne de tergiversación. Eso provoca el anonimato, o mejor: una obra desapercibida.
2. Pero todo lo velado alguna vez vuelve a ser descubierto. Un gran manto de implicaciones, grabadas por movimientos azarosos consigue que este sea, y no otro, el momento para recordar y regenerar desde la nada a un escritor como Couchet. Mientras digo esto, y me reconozco siguiendo las notas básicas de un tema de ese gran grupo alemán que fuera Amon Düül,
Archangels Thunderbirds. Qué cuál es el nexo entre ese tema que volvió a mí y Couchet? Ninguno. Pero tratándose Couchet de un poeta que posiciona la idea de recuerdo al nivel de un gato, huidizo, entrando y saliendo "por su propio intersticio", es que nos damos una vuelta mental por el krautrock, antes de descender a los infiernos irónicos de los textos de Couchet. Muestra, basta un botón:
II
Lo oculto
suele ofrecerse.
(Todo
cuanto está a la vista
se desplaza
con demasiada rapidez.)
Por eso,
quien pueda proveerse
de un bastón,
de una lupa
encontrará su propia
cucaracha.
3. Más allá de este texto, que no aspira a ninguna competencia, existe en la figura de Couchet (o en el modelo, molde, etc., del cual sale el barro de escritores más bien secretos) una analítica existencial que se torna predictiva a medida que nos vamos alejando de la obra de estos autores y nos metemos de lleno a comprobar la tradición oral -barrial, en este caso-, como si esto nos diera un dato preciso de su habilidad para escribir, su talento innato, o su ineficacia formal.
II
La intelectualidad
es un pañuelo al aire,
tan ilógica como el Ático
frente a los xilófagos.
El roble habla un idioma
que no rehúye el viento,
pero la biblioteca
sí.
(El Hombre es simplemente
un estornudo.)
4. El trabajo de Couchet construye un argumento típico por fuera de las reglas de la verosimilitud. Hay un problema, en ese sentido, de traducción del destino individual, casi siempre resuelto por la puntuación del paréntesis. Couchet utiliza ese recurso como una estructura descendente, que por lo general se encauza hasta recaer en la moraleja. No es sencillo utilizar ese atajo en un poema, pero lo que hace que eso funcione en Couchet es que sus textos no parecen seguir un patrón de influencia, sino un esquema adulterado de una fábula existencial, trabada por un armazón urbano. Está demás decir que dentro del panorama de la poesía en La Plata, J. Ramón Couchet es un escritor fuera de serie, es decir, fuera de la serie tramada por el molde de la representación, por lo tanto, es una poética que corta la serie, la desvincula de cualquier razón umbilical. Esa improcedencia de la represntación se observa con claridad en un texto de una de sus última obras, El vano justiciero (Botella al mar, 1987):
Dubitativo estuve
en la encrucijada.
Elegí el sendero
-¿el apropiado?-
La imponente mansión
abrió sus puertas
en la encrucijada.
Elegí el sendero
-¿el apropiado?-
La imponente mansión
abrió sus puertas
(Mi gemelo esperaba.)
5 comentarios:
Desconocía a J. Ramón Couchet, pero esta "idea del recuerdo", o mas bien su formas de pequeños infiernos irónicos, me recuerda algunas cosas del prolífico poeta y generoso invitador que es Rolando Revagliatti, aunque no use el paréntesis y sí, sin embargo y solo algunas veces, la moraleja paródica.
Un abrazo, en la común desazon de estos días dificiles para el deporte argentino.
hagamos justicia a Couchet! muy bueno, Mario.
Gracias por este Material...no tuve la oportunidad...de leer su obra...hasta hoy...pero pude compartir con Matilde, su mujer y Goyo, como le decian de manera cariñosa...cenas, abrazos, cumpleaños etc...como su hijo postizo. Puedo decir que recibí mucho de ellos...estoy agradecido eternamente
Recuerdos
Querido Nicolás, gracias por tus palabras, en serio. Me interesaría muchísimo hablar con vos sobre Couchet, ya te diré por qué. Por favor, podríamos encontrarnos? Llamame, por favor, al 0221 156198813, o escribime al marioarteca@hotmail.com
Infinitamente agradecido.
Hola Mario,
Vaya, así como lo describís, me recuerda bastante a mi padre, otro J. Couchet, pero de Uruguay. No era escritor ... pero ya te digo se le parecía.
Gracias por el aporte!
Jorge
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