El rabino Sergio Bergman me recuerda a Hugo Mujica. Los dos son devotos de diferentes religiones. A los dos les interesa la seguridad ofrecida por los medios: uno, para referirse a todo lo que se mueve en cielo y tierra (sobre todo cielo) y ofrecer opiniones informales sobre hechos definitivos (la ola de asaltos, la democracia, el aborto, la paz en el mundo, el último concierto de Julio Bocca, el campo, el anegamiento de calles porteñas, el raquitismo tucumano, las empanadas de humita, el carácter de Barros Schelotto, el rol de la cultura en los medios de comunicación antes de la ley de Radiodifusión enviada por Cristina, el rol de la prensa, los conciertos de Mostruo! y Norma, el silencio de las verdulerías, cromañón, la stout y el plebiscito de Chávez); el otro, Hugo, sólo escribe. No era necesario hacerlo.
El rabino Bergman me recuerda a cualquier médico que se convierta de pronto en referente de alguna cosa, puede ser la comunidad toda, así de vago el término sucede. Los médicos sufren la tendencia de hablar sobre el mundo y la aldea, con la misma liviandad con que lo haría un panadero sobre inflación en los Balcanes. El rabino Bergman sabe un montón sobre pocas cosas, y como los médicos devenidos comunicadores o ministros, cree tener la seguridad de conocer el paño, y por eso habla. El rabino Bergman dice boludeces.
El rabino Bergman entiende que ser influyente es asegurar un relato contra lo que llama "el Poder", sin saber que él mismo hace militancia con ese Poder -desde tiempos inmemoriales-, porque de lo contrario no sería el rabino Bergman. El rabino Bergman denunció en Plaza de Mayo a ese Poder que él conoce a la perfección, y no llamó a la comunidad a reclamar justicia, sino a poner fin a una visión sobre los derechos humanos para colocar otra, más agresiva y basada en la inmediatez de las consecuencias lógicas del dolor.
El rabino Bergman quiere asegurarse de que su voto no sea tirado a la basura, y llama a la gente a derretir la voluntad popular y hacerse cargo del voto de los pobres, porque son utilizados. El rabino Bergman está convencido de ello y por eso quiere que voten otra cosa que no sea el oficialismo.
El rabino Bergman cree, en el fondo, que los pobres son todos unos pelotudos porque no dejan que otros los utilicen. El rabino Bergman entiende muy poco del tema, incluso sobre seguridad. Incluso sobre campo. El rabino Bergman apuesta a que exista diálogo, con la única condición de que al final del mismo, sus intereses sean preservados, comprendidos y, ante todo, aceptados.
El rabino Bergman dijo que el pedido por mayor seguridad no es privativo de la derecha. El rabino Bergman tiene razón, pero quien se ataja en el discurso ofrece como única perspectiva una reacción hacia ese discurso, es decir, a entender la contraria. El rabino Bergman sabe con certeza que la derecha está prendida de ese reclamo. El rabino Bergman tiene culpa por llevar adelante exigencias de derecha.
El rabino Bergman está contra "la caja". El rabino Bergman debe saber que esa "caja" es el colchón necesario para soportar la crisis, la fuga de capitales, la estabilidad monetaria y los subsidios a las escuelas religiosas, judías, católicas, o lo que fueran. El rabino Bergman es el Poder que intenta cuestionar. El rabino Bergman se cuestiona a sí mismo. El rabino Bergman es la Securitate de Nicolae Ceasescu: te señala con el dedo y te palmea con la mano. De las dos maneras, más temprano que tarde, te ejecutan. Ejecuta. El rabino Bergman ejecuta un plan muy conocido. El rabino Bergman no es un pelotudo: es un hombre inteligente que habló en voz alta. Pero habló boludeces, porque es el rabino de la farándula. El rabino que jamás conocerá el INADI.
El rabino Bergman es más banal que Hugo Mujica. Más silencioso que Mujica. Más peligroso que Mujica.
El rabino Sergio Bergman es el verdadero líder de la oposición.
3 comentarios:
Impresionante, Mario. Este texto habría que fotocopiarlo y repartirlo por la calle. Abrazo grande.
"Hugo, sólo escribe. No era necesario hacerlo." Mario... antológico. Abrazo enorme.
saludos, mario, desde san telmo, bien lejos de palermo rúcula (gracias, cristian)
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