Es tan real, es decir, palpable. Es tan proporcional al veredicto. Digamos que en épocas de podredumbre, y con el sólo afán de vérselas de nuevo en la rompiente, cualquier alma inquieta cava su fosa a pedido del autor. Ese autor, obvio, es él mismo. Es tan palmario el suceso cuando ocurre que, por el sólo hecho de entender que su materia es el nexo de esa confirmación, de pensarlo sin miramientos, caemos en cuenta de la virtualidad de lo real.
Para Cioran "la Historia es la ironía en marcha", o mejor, "la risotada del espíritu a través de los hombres y los acontecimientos". Y desde ya, entendía que el presente administra determinadas creencias que, después de caídas en desgracia por una descompensación del espíritu, por tal efecto serán reemplazadas.
Para Cioran "la Historia es la ironía en marcha", o mejor, "la risotada del espíritu a través de los hombres y los acontecimientos". Y desde ya, entendía que el presente administra determinadas creencias que, después de caídas en desgracia por una descompensación del espíritu, por tal efecto serán reemplazadas.
Es cierto, cada época se intoxica con un absoluto. ¿Cuál será el nuestro?
Habermas hablaba sobre la desestabilización de las tres esferas básicas en el pensamiento de Kant (la ética, la moral y la estética) a lo largo de la segunda mitad del siglo veinte, aunque en verdad se refería al posmodernismo, ya occiso. Y fue la estética la que filtró el rompimiento del dique de la escuela de moda. Rompió lo modélico como pensó Cioran, otra vez, que debiera abrirse camino entre la deseperanza, porque allí había una apertura al infinito. Me sucede lo mismo cuando leo mientras camino, rumbo al trabajo: soy esa ironía en marcha, esquivando excrementos de omnívoros, bicicletas y sujetos en ella, automóviles, más sujetos, etc. ¿Qué es lo que sucede allí? Nada que no ocurra en otro mundo: un momento de refugio, mientras se absorbe la naturaleza como tal, es decir, se muestra como es, en ese pequeño radio de ambigüedad con que nuestros ojos discuten si lo que vemos es realmente aquello que vemos. Tan real todo, tan palpable. Releo "Roberte esta noche", de Klossowski. Pero es otra cosa esa lectura: al igual que en la música de Bach, lo que se revela es el anhelo de evadirse del tiempo. Eso no sucede. Tan real que no ocurre.
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