10Esto es un dispensario venéreo. Las mujeres
hacen fuerza; las criaturas gritan como gatos.
Un monopolio es un adaptador miserable,
ni más ni menos. “¿Aquí venden impertinentes?”
Con ellos verás las estrellas a plena luz, si te ponés
detrás del coro. Estás largando más que a paso,
si no querés sacudirte por la fuerza. Anonadado,
permaneció sin moverse, sudando de gusto,
tomando las abarcas, y con sigilo las casetas
símiles de casamatas, después largándose
al trote largo. Por un lado, lo acechaba
un nuevo sobresalto, siniestro manchón
oscuro en el rosicler. El regocijo, prematuro;
la casa, dos últimos golpes; en la cocina,
flaquean las piernas; un berrido,
hasta desgañitarse; todo de pasada,
tomando nota de algunas circunstancias.
En el cementerio, el vivo se siente pesaroso.
Un olor a materia flotaba en la tierra,
en tanto un charco no paraba de secarse.
La necesidad obliga al ojo a proteger las especies.
La cosa no se marcha; cualquier nido no tarda
en ser visto. “¿Creías que no daríamos
con vos, en esta madriguera?” Se recuesta
a su lado, en el almiar, recogida las piernas.
Una aclaración: “Eso de
sacado es suave.
Mejor decir
robado”. Y un dispensario
no es un monopolio, ni más ni menos
que al acecho de un nuevo sobresalto.
Oscura es la mancha en el rosicler.
16La imaginación, y su cualidad de fluido;
por lo que cada vida es un centro de interés.
Los que llegan, lo hacen a pesar. Porque
se dedican al ocio; porque uno a uno
son repeticiones. Pero este filón está demasiado
abarrotado. “Un error constituye la antesala
del descubrimiento”. Y como se sabe,
habría que efectuar la prueba.
Por el momento se siente impresionado,
aunque sin un juicio adecuado para su talento.
Quizá sea así, pero es tarea de otros
despertar el interés. Y tal confusión
me afirmó en una sola idea: nadie.
“La verdad palmaria”; “los libros-ceniceros”.
Una escaramuza así podría frustrarse.
“No creo en las visiones de los santos
como verdades palmarias”. Un hecho.
Sí, pero las dudas apenas pasaban de ese punto.
¿En qué modo se debe razonar? ¿El techo
de mi boca o el techo de una casa?
No estoy ni un poco muerto,
de acuerdo a mis cálculos.
Cierto día me sobrecogió ver a un niño
sobre unas rodillas, para castigarlo después
con un látigo de cuero. Hallaron escrito
con lápiz “NUESTRO PADRE”, no con tinta,
donde se refugia sin atenuantes “la verdad
palmaria”. Por aquí hay que empezar.
Algunas tareas sólo se hacen delante
de una piedra de afilar, y un chifle.
17“De jóvenes tuvimos dos, pero no prendieron
en este mundo”. Era joven, frescota, pero le pasó
no sé qué y sanseacabó. Por más esfuerzo,
todo fue en vano. “Traéme de allí en el faldón
aunque sea un chiquitín ucraniano”. Lo llamo
“tonto tiznado”, me santiguo ante los íconos,
pongo lo mío en camino.
La fresca estaba sumida en penumbra;
por las rendijas de las maderas se filtraba
una luz amarilla. El piso olía a extracto
y a hierbas de la planicie, mientras saco
de la bodega una cazuela con leche fría.
“¿Me preguntás qué pruebas tengo?”
Algo de eso hubo, porque indisponerse
con él es delicado (delicado), y hace
unos años tuve palabras por su causa.
Pero una noche empezó a arder la cocina.
Todo era una misma tea. Se dice ribetes
de una vieja ofensa. Así sucede cuando
uno se indispone con él. El estampido
de un revólver, sin dar siquiera cinco
o seis días, vivo o muerto.
No salir tarde de casa, ni encender la luz.
Eso es todo lo que se requiere. Bien,
manos a la obra, porque nadie duerme.
Si huye pondrá tanta tierra de por medio
que no daremos más con él.
“No te preocupés, no escapará”. La noche
tendida en un cáñamo. La noche completa.
18No bien se lo frotó hubo un tono mental
y un peinado al agua, antes de desocupar
la casa. Pero al final se lo pagó.
“Los que no leen hablan por teléfono,
o se frotan mucho las manos”. “Hace
unos días tomamos al azar, sin elegir
lo conocido, por aquello que creemos
comprender y es azaroso”. Todo
emanaba del contenido de la voz.
En la realidad hay varias pautas, y cada una
de ellas un exceso de conflicto. “Y erré
dos veces la pista” (J. H y R), pero
una incandescencia confinó la ceguera
hasta la impostura; no sabe si él
o un talismán le sonreían. Por lo que
cualquier maniobra que involucre una
palabra es una escintilación de pronto.
Vale la pregunta: ¿el techo de una boca,
o el techo de mi casa? ¿Y qué cosa sería
una escintilación? ¿Y una escintilación
de pronto?
La respuesta está a resguardo en una casa
azul llamada MI SUEÑO, dominio de Helvecia,
la anciana que vive frente al bungalow
de mi cuñada Eugenia, rebautizada Ugenia
(por Helvecia), en Monte Hermoso.
¿Es Helvecia la protectora del sentido
de escintilación, o del techo de una boca?
Si no, debo ser un simple opositor.
Así no hay respuesta, pero sí un saber.
Y digo: después de esto, cuando ocurra
el estampido de un revolver. Habrá otra cosa.
Nadie lo sabe.
26
Observo que, junto a la muñeca, asoman
los huesos de la mano. Qué dolor.
Una mujer me los conectó en su sitio,
pero de poco me sirvió, picado firme,
ya que al año se me volvieron a salir.
Despliego mis alas y las sacudo en la cabeza.
Siempre fui un tábano revoloteando sobre
las personas. Cuando bajo me desprendo,
o desactivo. Un locus, detrás de las puntas
de los pétalos. Quise montar, pero no pude:
alcé varias veces el pie hacia el estribo,
y otras tantas se desprendió el arzón.
En el camino de regreso (bien, estaba
en camino) conversó sobre la luna, rodeada
por un halo, un anuncio de lluvia. La chica
entiende que la luna lloraba. “Es usted
un perverso”. Porque quería fornicar
con un alma, lo mismo que temerle
reverencial al destino. Yo también tenía
un aire virginal. Opinaba que convertir
cualquier carga en un precio exorbitante,
era sembrar la discordia. Es el ostracismo
de todo un sexo (“y un vínculo es un vínculo
de dolor”), lo que nos lleva a frases tales
como “en la Edad Media, la fe se eleva
cantando hacia el firmamento”.
Y ese el motivo por el cual me apantallo
en días de calor –ninguno que derrita
el infierno. Sólo debo apantallarme
para refrescar esos instantes donde,
justamente al calor de las ideas, lloro.
No se trata de una emoción repentina,
sino de una certeza que al sobrevenir
resultó inesperada.
44
“El herido mostraba un terrible aspecto.
La cara lacerada con la nariz hundida
y la boca oculta por pingajos de piel”
(The Painted Bird, Kosinski).
Esa masa luego se movió como
si pesara trescientos kilos.
El oficial se echó hacia atrás, y ahora
su rostro ocultaba por la luz del sol.
Una transparencia mantenía ese semblante
entretenido, lo mismo si mudara de piel.
¿De cuál lado estamos gritando ahora?
¿Del muerto? Tomemos lo mejor de él
y sigamos adelante (Gordimer). Pero
por qué debo ser la excepción. La tempestad
más trascendental de mi vida data
de esos momentos. El acento de una voz
y el sonido de un rabel, porque nada
resiste a la fuerza de su voz. Nunca
quise creer en lo que sucede delante
de mis ojos, pero una voz como esa
es asunto serio. No hay quien lo niegue.
El silencio sobre mí, como una capa,
gruesa, de arena seca. Contra un fondo
tenue se proyectaba cosa indeleble.
Siempre fui un tábano revoloteando
sobre las personas, y ese es el motivo
por el que me apantallo en días de calor.
Ahora hay una brisa, tras momentos de mar
inmóvil. ¿Son esos pensamientos los que
deben ocuparme? Puntos en suspenso.
Al anochecer, cuando se fueron, volvieron
por sus despojos. Permanecí callado,
estudiando sus rostros. Un locus.