La cosa es así: todo parte del minuto 5, del video de Keith Jarrett, en el Festival de Jazz de Umbría 1974 -http://livemusic.videosift.com/video/Keith-Jarrett-Umbria-Jazz-Festival-at-Perugia-Italy-1974- que alguna vez colgué en este espacio, pero que igual me acompaña en algunas oportunidades. Esta es una. Estaba trabajando en la radio de la Universidad de La Plata, escuchando esta obra magna de Jarrett. Porque sí, porque es increíble como toca (no refiero a la velocidad, sino al tiempo interno, a la mecánica de la emoción, a la deriva, como se decía antes, a eso que nos transforma en personas banales cuando sentimos cierta opresión inconfesable por sucesos de dimensiones igualmente banales). Nadie lagrimea porque Mary Ingalls quede ciega (el mal moderno no se apiada de los hechos reales, sino de los efectos reales de episodios ficcionales), porque sólo nos conmovemos por esa música de fondo que crea un escenario distinto del que miramos, en ese caso, por la televisión.
Decía que escuchaba a Jarrett en Umbría, 1974, cuando aparece en el departamento Informativo de LR11 una productora de un programa, atraída por la música. Lo que le atrajo no es la gloriosa manera de interpretar de Jarrett, sino esa manera de escuchar que tiene esta mujer, una forma burocrática de meterse en las antípodas del lenguaje musical. "Parece música de consultorio odontológico", dijo la mujer, algo así como música funcional, música de sala de espera, fórmulas de la antesala quirúrgica. Qué manera de proponerse fuera de la piel. Y qué forma también de anunciarse lejos de ese redondo plantel de escuchas, subsumidos por la música de un piano, mientras un televisor sin volumen dividía su pantalla entre la previa a las elecciones de junio y la proliferación del dengue en territorio chaqueño. "Música de consultorio odontológico". No miento si sentí enojo, pero por causas bien distintas al mancillamiento del gusto propio. En definitiva, no se pueden buscar coincidencias en vidas diferentes. Sin embargo, cuando escucho la Parte I del concierto de Umbría, y preciamente en el minuto 5, uno se dice a sí mismo si no vive un tiempo contrariado por la subjetividad. Tal vez, la actitud de pauperizar la pieza de Jarrett convirtiéndola en zumo de ambiente, no es otra cosa que aquello que Derrida aplicaba a Nietzsche, es decir, "la indiferencia activa de la diferencia". Y por eso, esa manera risueña de separar del núcleo de escuchas aquello que sienten como propio (es decir, el piano de Jarrett), es una forma más de rencauzar el disgusto por quienes adminstran la paciencia. Cuando se califica sin comprender qué cosa se halla oculta en la percepción de tres almas degustando un momento de intensidad semejante, lo único que se atina a decir es eso. Eso. Sólo escuchen. Después me dicen.
Uno se observa, ya se sabe hasta el hartazgo, cuando cualquier expresión artística nos devuelve una molécula de sentimiento. Sin embargo, las emociones que fueron soltadas para repoblar el sentido, en algún momento pierden su vigencia. Es como escribir a solas. Pero bien, en fin, qué se puede decir.
Decía que escuchaba a Jarrett en Umbría, 1974, cuando aparece en el departamento Informativo de LR11 una productora de un programa, atraída por la música. Lo que le atrajo no es la gloriosa manera de interpretar de Jarrett, sino esa manera de escuchar que tiene esta mujer, una forma burocrática de meterse en las antípodas del lenguaje musical. "Parece música de consultorio odontológico", dijo la mujer, algo así como música funcional, música de sala de espera, fórmulas de la antesala quirúrgica. Qué manera de proponerse fuera de la piel. Y qué forma también de anunciarse lejos de ese redondo plantel de escuchas, subsumidos por la música de un piano, mientras un televisor sin volumen dividía su pantalla entre la previa a las elecciones de junio y la proliferación del dengue en territorio chaqueño. "Música de consultorio odontológico". No miento si sentí enojo, pero por causas bien distintas al mancillamiento del gusto propio. En definitiva, no se pueden buscar coincidencias en vidas diferentes. Sin embargo, cuando escucho la Parte I del concierto de Umbría, y preciamente en el minuto 5, uno se dice a sí mismo si no vive un tiempo contrariado por la subjetividad. Tal vez, la actitud de pauperizar la pieza de Jarrett convirtiéndola en zumo de ambiente, no es otra cosa que aquello que Derrida aplicaba a Nietzsche, es decir, "la indiferencia activa de la diferencia". Y por eso, esa manera risueña de separar del núcleo de escuchas aquello que sienten como propio (es decir, el piano de Jarrett), es una forma más de rencauzar el disgusto por quienes adminstran la paciencia. Cuando se califica sin comprender qué cosa se halla oculta en la percepción de tres almas degustando un momento de intensidad semejante, lo único que se atina a decir es eso. Eso. Sólo escuchen. Después me dicen.
2 comentarios:
Mil pensamientos me disparó el texto. Nietzsche al piano, Valeria Lynch en el dentista, bla bla... Nada que valga la pena decir ahora (como debiera haber hecho esa productora: no articular palabra). Por mí parte, gracias por poner esa música Mario. No la conocía, y la disfruté muchísimo. Creo que me hipnotizó y dejó medio tarada.
Jarret logra eso, no justamente en los pensamientos burócratas de algunas/os que son incapaces de respirar una música que obliga a la atención necesaria. Nietszche, al piano... está diez puntos, es eso. Precisamente (disculpá el adverbio) eso. No lo podría decir mejor. Un beso.
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