Don Cogito se esfuerza en
conciliar la idea pura
al menos antes de dormir
mas su propio empeño
lleva el germen de la derrota
y cuando alcanza el estadio
de la idea-agua
agua grande y pura
al borde de la indiferente
orilla repentinamente se arruga
y la ola arrastra latas viejas maderas
un mechón desconocido a decir verdad
Don Cogito no es inocente
del todo no pudo separar su ojo
interior del buzón de correos
su olfato respiraba aromas marinos
los grillos cosquilleaban su oreja
y sentía bajo la costilla los dedos
de la ausente era vulgar
como los demás las ideas amuebladas
la piel de la mano sobre el respaldo
de la silla un surco de ternura
en su mejilla algún día después
cuando se enfríe alcanzará
el estado satori y será tal
como lo aconsejan los maestros
hueco y sorprendente
Zbigniew Herbert (1924-1998)
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